A pocos meses de llegar al ecuador del mandato, el PSC sigue gobernando sin incidencias ni políticas ni sociales en la capital del país. Con solo 10 de los 41 concejales del pleno e investido por un pacto gestado en los despachos del PSOE y el PP con el aval de Ada Colau para impedir un gobierno independentista de Junts y ERC. Sin amenaza de inestabilidad para el alcalde y, de momento, sin obstáculos en la hoja de ruta socialista para la ciudad. Ninguna gran medida propuesta por el PSC ha caído. Jaume Collboni gobierna en minoría, sin dolores de cabeza ni oposición organizada. Y ahora, tras negociar “extensamente”, ha puesto sobre la mesa un ‘todo o nada’ para disponer de presupuestos para 2025.

3.850 millones de euros, solo un 1,2% más elevado que el ejercicio 2023-24, una cifra que deberá someter a votación inicial de la Comisión de Economía y Hacienda el miércoles, 22 de enero. Si tiene luz verde aritmética, es decir, si finalmente obtiene los votos de Barcelona en Comú y ERC, el PSC firmará los primeros presupuestos del mandato aprobados por la vía ordinaria. Pero si no lo consigue, tanto porque pierde la votación como porque no llega a presentar el proyecto en comisión, no habrá ningún vuelco político. Usará la potestad de prorrogar unas cuentas que ya aprobó el año pasado con la herramienta legal de la cuestión de confianza. En resumen: Collboni, a diferencia del presidente Salvador Illa, que está en manos de ERC en el Parlamento, elegirá un camino u otro según la decisión que tomen republicanos y comunes. De hecho, este viernes a primera hora el PSC se encontrará con Barcelona en Comú, en una reunión clave entre las dos siglas antes del próximo miércoles. Y ERC comparecerá también este viernes para explicar su posicionamiento.

En cualquier caso, y dando por hecho que los concejales de Elisenda Alamany repetirán el sí a los presupuestos de Collboni, ni el voto favorable ni el voto en contra de los Comunes pondrá en apuros al alcalde de Barcelona. Será, en todo caso, una nueva demostración de fuerza y resistencia del gobierno más minoritario -en términos aritméticos, no políticos- de la historia de Barcelona, que seguirá gobernando la ciudad con solo 10 concejales. Al menos hasta que se conozca el desenlace del larguísimo serial de ERC en Barcelona, que tiene pendiente someter a decisión de las bases si se incorpora finalmente al gobierno del PSC.

Aún más, a efectos numéricos, solo 50 millones de euros separan el presupuesto vigente del propuesto por el PSC, de modo que en caso de prórroga, y con las ordenanzas fiscales aprobadas hace unos días con el voto de ERC y los Comunes, los proyectos y las líneas maestras del ejecutivo Collboni no quedan en absoluto comprometidos.

Jaume Collboni, alcalde de Barcelona, saludando a uno de sus aliados de investidura JORDI PLAY

Herramientas para tener cuentas todo el mandato

La posición del alcalde este 2025 ha sido muy similar a la de 2024, cuando intentó aprobar sus primeras cuentas. Entonces, para evitar la fotografía de una derrota política, retiró de votación inicial los presupuestos en el último momento. A diferencia de ahora, el año pasado la oposición en bloque le había tumbado las ordenanzas fiscales. En marzo de 2024, Collboni hizo uso de la cuestión de confianza, una herramienta de la Ley Orgánica del Régimen Electoral General (LOREG) que permite a los gobiernos en minoría sacar adelante los presupuestos, con el límite de dos veces por mandato, para lograr la luz verde definitiva a los presupuestos. Solo ERC había dado su apoyo, pero Collboni tenía claro que seguiría adelante con los presupuestos bautizados como los más expansivos de la historia de la ciudad. Con el consenso de la oposición o sin él, los sacaría adelante.

Ahora el escenario es diferente. No recurrirá a la segunda cuestión de confianza porque le basta con rubricar una prórroga y seguir gobernando sin inconvenientes hasta que tenga que volver a negociar las ordenanzas fiscales de 2026, con fecha límite de aprobación del 31 de diciembre de 2025. Y si no gasta la segunda cuestión de confianza, la tiene en el cajón por si la necesitara en 2026, último año antes de las nuevas elecciones.

Por su parte, el principal partido de la oposición, Junts-Trias per Barcelona, se ha situado fuera de la ecuación de unas cuentas que, como ha descrito el jefe de filas, Jordi Martí Galbis, «no tienen credibilidad»: «No han sido negociados con nosotros, la primera fuerza política del Ayuntamiento, y no servirán para sacar adelante los intereses reales y las prioridades de la ciudad”. Los juntaires consideran que el proyecto de presupuesto de Collboni es continuista de los de Colau porque “bebe de las fuentes y de las prioridades de los gobiernos anteriores de Colau y Collboni”.

Trias y Maragall, ahora retirados, quedaron desplazados del gobierno municipal tras un pacto del PSC con PP y Comunes. JORDI PLAY

A la espera de que los Comunes terminen de concretar su posición, en el PSC no hay más prisa que la que tiene el alcalde por cerrar una carpeta que hace meses que se abrió con la negociación exitosa de las ordenanzas fiscales. En política, y en Barcelona más, los cinco días que faltan para el miércoles, 22 de enero, pueden ser una eternidad para negociar. Y si no, recuerden que el 17 de junio de 2023 dieron el sí a Collboni con el PP solo una hora antes de que comenzara el pleno que debía investir alcalde al ganador de las elecciones, Xavier Trias.

Con los presupuestos aprobados o prorrogados, la próxima semana el alcalde Jaume Collboni volverá a demostrar que tiene la oposición dividida, y a efectos prácticos, satelizada. No hay absolutamente ningún impedimento para que pueda seguir gobernando en solitario y blindar su proyecto de ciudad. Y también puede sumar a ERC al ejecutivo municipal sin que esto distorsione su reinado. Aún más, una eventual entrada de los republicanos en Sant Jaume sería, a juicio del PSC, una oportunidad para reforzar de cara a 2027 el perfil de Collboni como un alcalde de izquierdas y dialogante.

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