Jaume Collboni comenzó el mandato en junio de 2023 recogiendo el bastón de alcalde gracias a un frente españolista con PP y Comuns para impedir que Barcelona tuviera un alcalde independentista tras la victoria de Xavier Trias. El candidato del PSC fue alcalde y formó un ejecutivo con solo 10 concejales, el más minoritario de la historia, mientras Barcelona en Comú de Ada Colau insistía en un tripartito con ERC -que había pactado un bipartito con Junts- de 24 concejales.
Superado el ecuador del mandato, el equipo de Jaume Collboni continúa gobernando sin sobresaltos y en solitario, con la herramienta de la geometría variable en los plenos, con Junts fuera de la ecuación de pactos estables y aún sin candidato, con ERC como socio estable y ahora, con los Comuns aproximándose para negociar para no quedar fuera de juego. Tras que Comuns y republicanos hayan permitido la tramitación inicial de las ordenanzas y los presupuestos, el PSC tiene asegurado el apoyo de ERC más allá de hechos puntuales y tiene al partido de Janet Sanz en una posición más flexible que hace tan solo un mes. Se tendrá que trabajar el sí de Barcelona en Comú a los presupuestos, pero sin presión, porque Collboni tiene las herramientas necesarias para llegar al 2027 con todas las cuentas aprobadas, al margen de los votos del partido lila. Es, sobre todo, una cuestión estética, pero también una oportunidad para ser el pilar de la izquierda barcelonesa.
El hecho es que el alcalde ha vuelto a seducir a la izquierda del pleno municipal. Tiene un gobierno en minoría pero con apoyo funcional, una oposición debilitada y una agenda propia claramente definida. Más allá del resultado técnico del pleno de diciembre que dé o no luz verde definitiva a las cuentas y las ordenanzas, la votación en la Comisión de Economía y Hacienda extraordinaria de la semana pasada apunta a un giro político que redefine las alianzas y los equilibrios dentro de la izquierda barcelonesa.

ERC, socio preferente ahora y en 2027
En cuanto a los republicanos, y a pesar de que el acuerdo de gobierno con el PSC anunciado en junio de 2024 no se ha materializado por las turbulencias externas a Barcelona de ERC, los de Elisenda Alamany son el socio prioritario del PSC en la ciudad. Ya hace meses que colaboran en ámbitos como la vivienda, las políticas sociales, el turismo o el catalán. El resultado de esta buena sintonía es un bipartito de facto: Collboni gobierna, ERC influye y ambos obtienen rendimiento político. Ahora bien, para los republicanos, esta relación tiene un riesgo evidente: diluir su identidad y convertirse en un socio secundario, sin capacidad de disputar el liderazgo progresista a Collboni. En todo caso, y según la aritmética de las urnas, los republicanos podrían tener la clave de la gobernabilidad en la ciudad si el PSC gana las elecciones y no hay alternativa posible.
Los Comuns, en riesgo de volver a ser muleta
Barcelona en Comú ha vivido la votación de la tramitación inicial de los presupuestos de 2026 como una prueba de resistencia. Sin candidato definido para 2027 y con un discurso aún marcado por el legado de Ada Colau, se encuentran en un terreno incómodo: quieren mantener perfil propio, pero tampoco pueden permitirse quedar fuera de los acuerdos de ciudad con la etiqueta de izquierda. Su decisión responde más a la voluntad de no aparecer como fuerza obstruccionista que a una sintonía real con el PSC. Aún más, si se tiene en cuenta que Collboni hace lo posible desde que comenzó el mandato para disminuir el peso político de los Comuns en Barcelona, tratando de comerse su espacio electoral o devolviéndolos a la función histórica de muleta que hacía ICV en Cataluña y en la capital. Los integrará puntualmente en acuerdos de gobierno o de ciudad, pero si le conviene, los dejará en una oposición simbólica, sin capacidad de incidir en las grandes decisiones.

Una oposición sin liderazgo
El otro elemento clave que juega a favor de la estabilidad del ejecutivo Collboni es la debilidad de la oposición, después de que ERC y Comuns hayan apostado por la colaboración con el PSC. Fuera de estos dos partidos, las divisiones internas y la falta de liderazgo visible en Junts tras la salida de Xavier Trias han reducido su capacidad de incidencia en una aritmética de pleno que hace prácticamente imposible bloquear iniciativas del gobierno. Todo ello, sumado al hecho de que el PSC los ha sacado de la ecuación de la gobernabilidad -y Junts tampoco ha apostado por ello- y ha centrado su estrategia en tener bajo su órbita a la izquierda. Tampoco el Partido Popular ni Vox tienen opciones de condicionar la política municipal. Sus propuestas se limitan a un discurso a la derecha que no conecta con los grandes debates de la ciudad.
Collboni, en posición privilegiada para 2027
En este escenario, el alcalde de Barcelona arrancará la carrera electoral en una posición de privilegio. Con ERC como aliada si no hay un giro político muy fuerte, con los Comuns nadando entre dos aguas y con Junts en transición -con la victoria de Xavier Trias a las espaldas, pero con pocas posibilidades reales de repetir la victoria en 2027-, el PSC tiene muchos factores a su favor para aspirar nuevamente a la alcaldía. De hecho, el alcalde Collboni ha aprendido a gobernar en minoría con mentalidad de mayoría, aprovechando un contexto que le es favorable: los problemas más sensibles para la ciudadanía —vivienda, seguridad y limpieza— son ámbitos donde el PSC proyecta una imagen de gestión y donde sus rivales aún no han sabido proponer alternativas convincentes. El PSC en Barcelona marca el ritmo del debate público, evita derrotas en los plenos y concentra toda la visibilidad mediática.

El apoyo inicial de ERC y Comuns a la tramitación de los presupuestos significa para Collboni desactivar, como mínimo temporalmente, la incógnita de una investidura futura complicada: cuenta con el apoyo, o al menos con la no oposición, de las dos principales fuerzas de izquierdas. Para ERC, significa que su papel queda confirmado como condicionante, pero dentro de un marco estabilizado. En el caso de los Comuns, a pesar de su posición de aliada posible, su fuerza negociadora queda relativamente contenida por la elección que ya ha hecho el alcalde con ERC.
Por todo ello, hay elementos, no definitivos, que apuntan a un cambio estructural dentro del espacio llamado progresista. Tras una década de alternancia entre los Comuns y el PSC al frente del Ayuntamiento, Collboni parece haber iniciado una etapa de hegemonía socialista en la que el socio prioritario es ERC. Como el presidente de la Generalitat, Salvador Illa, el alcalde ha consolidado un perfil de gestor pragmático, alejado del ruido ideológico y centrado en la gestión. Esta estrategia le ha permitido recuperar votantes de centro y ganar credibilidad ante sectores empresariales y vecinales. Pero también conlleva riesgos: la ausencia de relato político puede convertirse en un lastre si la ciudad no percibe mejoras concretas.
En política, la percepción de estabilidad es poder. Y ahora mismo, Collboni concentra todo el poder simbólico de Barcelona.