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Un agujero en forma de velero: las lecciones económicas del pasado de la Copa América

La Copa América ha dejado Barcelona para, según las autoridades locales, no volver -al menos, no a corto plazo-. Después de sugerir durante toda la estancia de la principal competición internacional del mundo de las regatas que el proyecto podía haber aterrizado en la capital del país para quedarse, el alcalde Jaume Collboni se ha bajado de un barco en el cual empresarios y grandes marcas aún continúan. El no del consistorio y la retirada del ganador de la competición -de nuevo los neozelandeses, capitaneados por Grant Dalton– en busca de un «crecimiento» que, aseguran, la ciudad no puede garantizar, se ha encontrado con la resistencia de los agentes empresariales, que ya buscan fórmulas para recuperar el certamen para las costas catalanas. El presidente de la patronal catalana de las grandes empresas Foment del Treball, Josep Sánchez Llibre, ya ha anunciado que «lucharán con otras entidades para lograr que la Copa se quede» -con el apoyo favorable de las pequeñas y medianas empresas y de la egarense Cecot-; mientras Barcelona Global, el gran heraldo de la carrera, busca repetir confiando en la «colaboración público-privada». El capital barcelonés, cabe decir, comparte un diagnóstico halagador de las últimas semanas: el paso de los veleros por el frente marítimo ha sido, aseguran, «todo un éxito». Las instituciones, sin embargo, hablan con la boca más pequeña, e incluso el Puerto de Barcelona, tal como declaraba en una reciente rueda de prensa su presidente Lluís Salvadó, espera a los datos definitivos para construir un análisis completo.

Las cifras, es cierto, aún no han quedado negro sobre blanco; pero las primeras estimaciones dejan entrever que, como mínimo, las halagadoras previsiones que la Fundación Barcelona Capital Náutica -organizador del evento, con Barcelona Global a la cabeza- difundió antes de la celebración no se cumplirán al pie de la letra. A escasos 10 días de finalizar las carreras frente a la Barceloneta, el consistorio reconoció que faltaban 600,000 visitantes para alcanzar la meta -habían pasado, con su método de cálculo, 1.6 millones, mientras que la previsión para el conjunto de la regata se elevaba hasta los 2.3-. Sin un estudio estadístico para corroborar sus sensaciones, los vecinos de la zona nunca llegaron a notar un especial aumento de la presión de visitantes durante la competición. De hecho, como ya adelantaba el Tot Barcelona, algunos locales de restauración del barrio han registrado reducciones de la actividad que han causado pérdidas significativas durante el verano. También la portavoz de la Plataforma No a la Copa América, Esther Jorquera, era clara en este sentido: «Aquí, en el barrio, no ha venido un millón y medio de personas». Sí que lo ha podido corroborar el Instituto Nacional de Estadística que, en su dato mensual de movimientos turísticos en fronteras, ha confirmado que no solo Barcelona no ha recibido más visitantes foráneos durante septiembre -mes que ha concentrado el grueso de la competición, aunque no su punto álgido-: ha recibido un 3% menos, con unos 712,000 durante las semanas estudiadas.

Con todo, el mismo gobierno municipal -que continúa describiendo la regata como un «éxito absoluto»- ha reconocido que no se alcanzará el impacto económico previsto en las estimaciones anteriores a la celebración del certamen. Así lo aclaró el pasado fin de semana el teniente de alcaldía de Economía Hacienda y Turismo, Jordi Valls. A pesar de que el socialista «no ve ningún planteamiento negativo a la Copa América hasta ahora», concede que los 1,200 millones de euros que se difundieron como objetivo de la organización del evento. Como recordaba a este medio el profesor Ismael Fernández, catedrático jubilado de Estructura Económica de la Universidad de Valencia, no es la primera vez que la competición no llega a las expectativas económicas prometidas: tanto la capital del País Valenciano como Auckland, cuando los neozelandeses jugaban en casa, se encontraron con un panorama similar.

El Alcalde de Barcelona, Jaume Collboni, y la vicepresidenta de la Copa América, Aurora Catà, durante la visita de este viernes / ACN
El Alcalde de Barcelona, Jaume Collboni, y la vicepresidenta de la Copa América, Aurora Catà, durante la visita de este viernes / ACN

Valencia, las ganancias de la gran empresa

El desfalco más conocido de todos los provocados por la Copa América es el de Valencia, con un agujero de 400 millones de euros en las cuentas del Consorcio Valencia 2007, encargado de llevar adelante la carrera en el año 2007. Entonces, el Estado español dedicó una inversión de más de 313 millones de euros a los organizadores, una cantidad que ya se aprovisionó en el año 2016 ante los claros impagos generados por la regata. Si tuvo algún impacto positivo, como recuerda el informe elaborado por el mismo Ismael Fernández en colaboración con las académicas Maria Luisa Martí y Rosa Puertas, fue para las grandes empresas detrás de la estructura -los sponsors-. Según las conclusiones de su estudio posterior, «las grandes empresas y las transnacionales fueron las principales beneficiadas de la competición, dejando atrás al conjunto numeroso de empresas valencianas». Una evidencia que el economista recuperaba durante las primeras semanas de la regata barcelonesa en referencia a las importantes concesiones fiscales que las firmas globales vinculadas a la competición recibieron, apuntando que, como tal, la actividad «no genera beneficios»; pero sí los revierte a futuro mediante estas estrategias impositivas.

Más allá de los datos económicos, la percepción de la ciudadanía valenciana sobre los efectos del evento es marcadamente negativa. Así lo confirmaba un estudio de la Universidad de Valencia elaborado en el año 2016: a juicio de los valencianos consultados, durante las semanas que duraron las dos ediciones que acogieron, se notó un importante «aumento del precio de los bienes y servicios» en la ciudad -un fenómeno especialmente insidioso para una población con, generalmente, un poder adquisitivo más bajo que los asistentes a la regata-. El agujero económico creado por la prueba, así como los vínculos con tramas de corrupción a escala regional y el desuso de muchas de las infraestructuras construidas ad hoc para la competición, también habría «empeorado la imagen y reputación» de Valencia.

Nueva Zelanda, 293 millones en rojo

El último en acoger la Copa América fue un mercado mucho más favorable para el evento que el barcelonés. El equipo de Grant Dalton llevó a casa la competición: en Auckland, Nueva Zelanda, en el año 2021. Volvía, de hecho, después de dos ediciones en los años 2000 y 2003, con un público entregado -un medio deportivo local recordaba entonces que «solo los All Blacks levantan más a la gente» en el país que el Team New Zealand-. Y lo hacía sobre unas estimaciones similarmente ambiciosas a las registradas en la capital catalana. Entonces, el estudio previo publicado por la organización apuntaba a un impacto económico positivo de 1,000 millones de euros en la economía local, ligeramente más modesto que el registrado en Barcelona. Después de la regata, sin embargo, el gobierno del país publicó un informe cercano a las 100 páginas detallando el rendimiento final de la carrera. Según aquel documento, por cada dólar invertido en la organización de la America’s Cup, la economía neozelandesa ingresó 72 centavos. Una cifra negativa, y muy lejana a las estimaciones que el mismo ejecutivo kiwi recordaba a los organizadores, que se elevaban a los 1.14 dólares por cada moneda colocada en el certamen. Con todo, la ciudad de Auckland habría perdido unos 146 millones de dólares durante el mes y pico en que acogió la copa en 2021; mientras que los bolsillos nacionales se habrían dejado cerca de 293 millones.

Parte de este agujero, a juicio del gobierno, tuvo mucho que ver con los estragos de la Covid. Es cierto, recuerdan, que hubo solo cuatro participantes -el campeón y tres challengers-, en lugar de los ocho que normalmente forman el palmarés. Cabe decir, sin embargo, que los cálculos del ejecutivo valoran el impacto económico total de los cinco equipos en unos 150 millones de dólares, de los cuales 53 se podrían considerar «beneficios netos», argumentan. De esta manera, en un contexto de normalidad competitiva, las pérdidas habrían sido ligeramente menores, de unos 240 millones de dólares para el conjunto de la economía neozelandesa. El grueso de las pérdidas, sin embargo, se concentran -a juicio de la administración encargada de la investigación- en un «gasto público muy superior al esperado». La dedicación presupuestaria del sector público neozelandés, tal como recoge el report oficial, se preveía en torno a los 200 millones de dólares; y, finalmente, se disparó hasta los 349 millones; además de un costo de fondos públicos de 74 millones de dólares. «Estos efectos combinados -rezan las conclusiones del estudio- generaron déficits significativos tanto en Auckland (-91.6 millones) como en Nueva Zelanda en conjunto (-156.1 millones)».

La Plataforma No a la Copa América, en la fanzone de la Plaza del Mar / AP
La Plataforma No a la Copa América, en la fanzone de la Plaza del Mar / AP

San Francisco: Solo cuatro equipos

En el caso de la Copa América de San Francisco -hace dos ediciones, en el año 2013- el consenso posterior a la celebración fue que se quedó «muy lejos» de las expectativas generadas por la organización. Entonces, cabe decir, el impacto económico previsto era superior al que se difundió en Barcelona: 1,400 millones de dólares durante las semanas de regatas. La actividad generada por los veleros, sin embargo, fue sustancialmente inferior, de unos 385 millones de dólares -una cifra que se eleva a los 500 millones si se incluye la construcción de una terminal de cruceros en el puerto local que el consistorio vinculó a la llegada de los regatistas-. Entonces, cabe decir, las inversiones públicas fueron mucho más bajas de las que se han visto en Auckland, Valencia o Barcelona: el ayuntamiento californiano dedicó a la regata solo 11.5 millones de dólares, una cifra por debajo incluso de las previsiones públicas, que se elevaban hasta los 13 millones. La prensa del estado pacífico, sin embargo, apuntaba que todo acabó generando un déficit para la metrópoli de unos 5.5 millones de dólares.

Hamilton: la excepción feliz

Entre San Francisco y Auckland, Bermuda acogió la regata en el año 2017, la última edición antes de la pandemia. En el caso de la pequeña nación isleña -y, en concreto, la ciudad de Hamilton, epicentro de las celebraciones-, los datos públicos apuntan a un importante éxito económico. Según los informes locales, por cada 100 dólares invertidos en la carrera, la economía habría crecido unos 500. A diferencia de las administraciones de Nueva Zelanda o los Estados Unidos, los representantes públicos de Bermuda salieron del evento haciendo bandera de los datos. Según el entonces primer ministro, Michael Dunkley, acoger la Copa América fue «el trato del siglo», con unos costos de menos de 120 millones de dólares y un impacto sobre el PIB cercano a los 340 millones.

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