El pequeño comerciante ya no es solo un esclavo de su negocio, que lleva las cuentas a mano y aprende de sus antepasados. Ahora es un empresario, con todas las de la ley, que lucha contra las grandes superficies y el comercio digital. La competencia es feroz, pero las tiendas de barrio de Barcelona están logrando sobrevivir. Sin duda, un logro a destacar. El sector celebra este viernes el Día Europeo del Comercio de Proximidad, una iniciativa pionera que quiere reivindicar un modelo comercial que es «único en Europa» y que se ha erigido como «antídoto» contra las formas de actuar de la extrema derecha. Así lo ve el presidente de la Fundación Barcelona Comerç, Pròsper Puig, que recibe al TOT Barcelona en su tienda de Sant Andreu. Todavía pensando en el ascenso de categoría del CE Europa, se preocupa por cómo terminará el play-off su Sant Andreu. Un hombre de los que llaman realista, que también huye del «romanticismo» con el que se trata al pequeño comercio y que pide «herramientas» para poder competir mejor.
El viernes los comerciantes habéis decidido transformar el Día de Europa en un homenaje al comercio de proximidad. ¿Es más importante que nunca reivindicar este modelo?
Es importante que lo hagamos. Nosotros nos dimos cuenta preparando un proyecto para crear la Capital Europea del Comercio de Proximidad. Esto nos hizo abrir los ojos: aquí tenemos una realidad comercial que se aleja mucho de otros formatos a escala mundial. No tiene nada que ver con lo que vemos en las películas, que básicamente es el modelo americano. Pero nosotros vemos el comercio diferente, creemos que socializa mucho la ciudad. Hoy en día, ciudad y comercio van juntos. Y esta realidad aún se ve más al sur de Europa. Realizamos una labor de acercarnos a nuestro vecino, que a la vez es nuestro cliente. Por eso en el centro y sur de Europa nos envidian, porque allí el comercio se concentra en el centro de la ciudad, y esto las hace más inhóspitas. Tienen muchísimas zonas residenciales, pero han perdido esa riqueza que puede dar el comercio. Por eso pedimos celebrar el Día del Comercio Europeo. Queremos que sea un llamado a mantener el modelo, más ahora que nos invaden corrientes de ultraderecha tan poco empáticas con la gente.
¿Quiere decir que el pequeño comercio es un antídoto contra la ola reaccionaria de extrema derecha que hay en el mundo?
Sí, totalmente. Somos un antídoto contra esa percepción de que todo vale, aunque sea dejando a las personas de lado. Para nosotros, el valor más importante que tenemos es nuestro cliente y eso es muy importante. Lo notamos con la pandemia: todo el mundo se dio cuenta de que tenías al lado a alguien que te ayudaba o que tendrías problemas muy graves. Y no hace falta irse tan lejos. Hace cuatro días, cuando hubo un apagón general, en las tiendas entraban vecinos a preguntar si podías darles dos cortes de carne, porque no tenían efectivo. Evidentemente, somos empresas, pero vamos más allá de eso: estamos al lado de nuestro vecino y cuanto más dificultades hay, más lo estamos.
En cambio, sobre todo en Europa, la extrema derecha no deja de crecer. ¿Cree que tiene la fuerza suficiente para acabar con el sector?
Nosotros siempre hemos sido muy críticos con este neoliberalismo que va contra las personas. No todo vale. A veces legislar es peor que no hacerlo, pero también hay momentos en los que se deben ordenar las cosas. Yo creo que el mercado no lo ordena todo, por tanto, creo en un cierto equilibrio de formato. Evidentemente, todos cabemos, todos debemos hacer negocio, todo es bueno, pero con medida. Creo que nosotros somos el equilibrio. Nosotros decimos que no, que no todo vale para hacer dinero. Es evidente que lo primero de todo es la sostenibilidad económica de los negocios, porque si no tendrás que bajar la persiana. Pero los trabajadores del sector deben tener salarios justos, horarios justos. Las personas somos quienes generamos la actividad económica.

En los últimos años hemos vivido el cierre de muchos negocios históricos. Usted mismo decía ahora que lo más importante es que el negocio sea viable económicamente. ¿Se ha establecido una idea demasiado romántica del comercio de proximidad?
Creo que sí. Entre ese romanticismo y la realidad hay un trecho que deberíamos explorar. Es decir, preservar un establecimiento porque ha estado toda la vida y ha hecho esa oferta es absurdo. El consumidor es soberano y al final, si esa oferta no encaja con lo que demanda el cliente, morirá igualmente. Lo hemos visto aquí mismo en Sant Andreu, con el cierre de Versalles. La gente tiene una idea de negocio en la cabeza, pero detrás de esa filosofía de establecimientos, que ciertamente nos enamoran, había personas que eran esclavas de ese negocio. Estamos hablando de eso, de familias que por la mañana se levantaba el padre, luego se incorporaba el hijo, la madre al mediodía cocinaba, y más tarde, por la tarde, venía el tío. Toda la familia esclavizada durante 14 horas al día en un establecimiento para que el cliente termine satisfecho. Esto es un pensamiento romántico de algo que ya no está ni tampoco volverá. Entre ese romanticismo absoluto y el cierre del local, seguramente puede haber una evolución del negocio que nos lleve a otro tipo de servicio, porque evidentemente el servicio no será el mismo, pero preservará que el negocio esté abierto. Debemos encontrar ese equilibrio.
¿Esa idea romántica del pequeño comercio contra las grandes superficies, un David contra Goliat, ha impedido hacer análisis más realistas?
Seguramente. En los últimos años ha aparecido un actor rupturista que va más allá de la competencia de las grandes superficies. En esta lucha ha irrumpido con mucha fuerza el comercio digital. Esto ha roto esquemas. Ahora la división casi es entre compra presencial y compra en línea. Y si la competencia es imbatible -un Amazon o un Ikea- es muy difícil que un negocio, por grande que sea, pueda hacer algo. Cuando tu competencia es un Ikea, los grandes también sufren. Cuando tu competencia es Decathlon, los grandes del mundo del deporte también sufren. Cuando tienes una competencia tan bestia, todos sufren.
¿Y en este nuevo contexto tan feroz, cómo sobrevive una tienda de barrio?
En Barcelona todavía se valora la compra presencial. Hay un modelo catalán de comercio, incluso un modelo mediterráneo. Juega mucho a nuestro favor el clima. Si ya estamos en la calle y nos gusta pasear, ¿qué mejor que hacerlo acompañado de tiendas que te hacen curiosear, donde entra gente que conoces, donde seguramente detrás del mostrador también interactúas con conocidos. Es una forma de vivir, no me imagino las calles más comerciales de Barcelona con todas las persianas bajadas, es que la gente no pasearía.
Barcelona Comerç siempre ha hecho mucho hincapié en la digitalización de las tiendas como un elemento clave de supervivencia. ¿Es la manera de sobrevivir al crecimiento de las plataformas?
Sin lugar a dudas es uno de los principales problemas. Yo, aquí en la tienda, tengo ordenadores, estoy digitalizado. Y de eso hablamos. Todos deben saber cuáles son sus márgenes y cuáles son sus gastos. Ya no es tanto un servicio al cliente, que también puedes terminar dando, haciéndole más fácil la compra, pero es absurdo querer competir con Amazon en un marketplace, hoy y hace diez años. Ahora bien, necesitas herramientas digitales para gestionar tu negocio cada vez más porque esto te hace tomar buenas decisiones empresariales. Una cosa son las percepciones y otra cosa es que yo pueda saber con exactitud cuántos kilos de un producto vendo al día o a la semana. Y luego, para facilitar la compra de los clientes. Pero no hablamos de abrir una tienda en línea, sino de poder comunicarte por correo o por WhatsApp. Son cosas sencillas, pero es que estamos en los inicios de la digitalización.
También se habla mucho de la falta de relevo generacional. ¿Este es el segundo gran problema del pequeño comercio de Barcelona?
La falta de relevo y la falta de personal, ambos. Se están cerrando empresas que funcionan porque no hay relevo. En Cataluña no formamos gente en el mundo del comercio y así es imposible que una persona quiera convertirse en un comerciante, que no deja de ser un empresario. Ese es el problema. Tenemos mucha gente que se incorpora al mundo del comercio mientras no encuentra otra cosa, mientras no sabe qué hacer. Personas que cuando estudian se van los fines de semana a abrir quintos [de cerveza]. No es una persona con formación para estar detrás de un mostrador.
Es una situación similar a la que tienen los cocineros y, en cambio, en ese sector sí que hay demanda.
Tienen horarios incluso peores. Entonces, ¿qué está fallando en el comercio? No es un problema de los salarios, porque los salarios no son tan diferentes a los de la industria. Y tampoco un tema de horarios, que son adaptables. Ya no hablamos de esos horarios que no terminaban nunca. El problema es de formación profesional. Se forman cosas que seguramente no tienen salida profesional de verdad en el mundo laboral y, en cambio, todo lo que son oficios alimentarios; panaderías, pasteleros, carniceros, pescaderos, que tienen un futuro garantizado, no. Nosotros seguimos pensando que el mundo del comercio ha sido un ascensor social y que aún podría serlo. Solo es voluntad de querer que así sea.
Entremos en política. Jaume Collboni gobierna en minoría y parece que lo hará durante todo el mandato. ¿El comerciante ve diferencias entre la política que está aplicando ahora en solitario y la que aplicaba cuando gobernaba con Colau?
A ver, antes tampoco era una coalición. Aquello eran dos departamentos estancos; los comunes se dedicaban a sus cosas y los socialistas a las suyas. El PSC estuvo en promoción económica durante los gobiernos de Colau y yo diría que hizo una política muy similar a la de ahora. Después sí que es cierto que había alguna declaración de la alcaldesa, diciendo no sé qué, pero si te fijas, los socialistas terminaron aplicando bastante su modelo.
En algo se notará, por pequeño que sea.
Que tenemos un gobierno en minoría, y eso es un problema. Hay mucha buena voluntad, pero mi sensación es que no se llega a todo. Cuando tienes unos concejales que tocan tantos ámbitos es muy difícil que esté pendiente de todo. Sería bueno que hubiera un gobierno más amplio.
¿Le faltan manos a Collboni?
Y sobre todo que no es lo mismo las decisiones que toma un gerente o un director que un político. Gobernar en minoría tiene un peaje: sacas cosas adelante, pero la relación que ahora tenemos con el Ayuntamiento no es la que teníamos antes, no es tan fluida como antes. Porque todo el mundo va muy atropellado. No es aquello de antes que tenían tiempo y nos sentábamos a ver qué problemas hay… Todo va muy pautado, porque hay el tiempo que hay y son los que son.
¿Cuáles son esas reclamaciones que Collboni no está abordando?
A ver, hay una parte que es totalmente ideológica, no de manos. A nosotros no nos gusta que se priorice tanto el centro de Barcelona. Es importantísimo e irradia riqueza todo el centro, pero se deben descentralizar los actos de ciudad.
Habla del encendido de luces de Navidad, que volvió al paseo de Gràcia después de unos años descentralizadas.
Con eso fuimos muy críticos y el alcalde lo sabe. Yo no quise ir a la rueda de prensa. Había un pacto no escrito que intercalaba el encendido, un año en algún territorio de Barcelona Oberta -asociación comercial que agrupa ejes turísticos y del centro- y otro en algún territorio de Barcelona Comerç. Cuando fue el centenario del paseo de Gràcia, se hizo paseo de Gràcia; cuando el atentado se hizo en las Ramblas. Nosotros ya nos avenimos, pero hombre, no hace falta hacer del paseo de Gràcia un icono del encendido de luces. Y, en cambio, eso, en cualquier otro barrio, es la fiesta más grande en décadas en ese territorio. Es importante llevar actos de ciudad a los barrios y hacerlos valer.
¿Cómo ve la política de grandes eventos de Collboni?
Yo estoy a favor del turismo y de los grandes eventos, pero debemos pensar también en el ciudadano, que también merece un trato especial, que por eso es el que paga los impuestos. A veces parece que el mismo ciudadano de Barcelona sea un ciudadano de segunda en su casa.
¿Está priorizando demasiado, estos eventos, cree?
A ver… yo estoy de acuerdo, pero no sé si se debe hacer la clausura de la Copa América en el paseo de Gràcia, la Fórmula 1 en el paseo de Gràcia, las luces de Navidad en el paseo de Gràcia… yo creo que no se deben concentrar todos en el centro de la ciudad. Pero al final eso es una visión política.
Las dos principales asociaciones de comercio de la ciudad son Barcelona Oberta y Barcelona Comerç, que tienen visiones diferentes de cómo gestionar la ciudad. ¿Están tan lejos una de la otra como parece desde fuera?
Solo hay un tema que nos diferencia. Solo uno: las aperturas. Hay una ley de comercio que es clarísima y dice que cualquier establecimiento de menos de 300 metros cuadrados que no es una franquicia que no está en un centro comercial puede abrir. Es decir, el 95% de los comercios de la ciudad pueden abrir, por lo que, en nuestro caso, no pensamos que sea necesario ampliar aún más el horario comercial y abrir más festivos de los ya acordados.
Barcelona Oberta ha pedido, en alguna ocasión, que el periodo de apertura, que ahora se restringe a unos meses concretos de verano, se amplíe también a la Semana Santa. ¿Teme que eso beneficie solo a los centros comerciales?
Y a los establecimientos de lujo y nada más. Porque, si lo analizas bien, ves algunas calles céntricas donde no abre ningún establecimiento de proximidad, ¿entiendes? Estamos hablando básicamente de centros comerciales y tiendas de lujo.
Esta ordenanza de aperturas está blindada hasta 2027. ¿Teme que acabe modificándose?
Hay una sentencia que dice que no es necesario renovarla. Es decir, que si no se renueva, la norma queda tal como está ahora. Y si se hiciera un cambio, solo se podría ampliar los días de apertura, no disminuir.
Con más motivo la carpeta, al menos el debate, volverá a abrirse de cara a 2027. ¿Cree que será difícil encontrar un nuevo acuerdo?
Nosotros [Barcelona Oberta] estamos a máximos. El año pasado se abrieron 31 domingos y festivos, son cincuenta y dos semanas al año, más de la mitad. No podemos decir que Barcelona es una ciudad cerrada, solo lo hace en momentos determinados del año. Ve a Vitoria, por ejemplo, está todo cerrado. Y escúchame, el turista, además, no duerme una noche en Barcelona. E incluso los cruceristas abriendo desde las 12 hasta las 8, pueden comprar. Yo creo que no perdemos ninguna oportunidad de negocio. Es lo único que nos diferencia con Barcelona Oberta.

Y con las asociaciones vecinales, ¿cómo es la relación?
Aquí sí que depende de cada uno de los ejes. Donde hay mucha restauración, la relación es más complicada, donde hay más equilibrio, todo es más fácil. Aquí en Sant Andreu siempre hemos llegado a acuerdos. Hablo de aquí y puedo hablar de otros lugares. Pero es que a veces no nos ponemos de acuerdo ni entre el comercio.
Ahora se está negociando una modificación del Plan de Usos de Sant Martí. Una de las luchas principales de los vecinos es que haya variedad comercial.
Yo estoy a favor de los plenos de usos, pero tienen un problema gravísimo, que es la falta de celeridad por parte de la administración para modificarlos. Por ejemplo, cuando pacté el Plan de Usos de aquí de Sant Andreu con Janet Sanz -entonces concejala de urbanismo- y con Laia Ortiz -concejala-, limitar según qué tipo de licencia en la calle Gran tenía su motivo. Pero aquí el problema viene cuando no se está evaluando cuál es el efecto negativo que está dando el plan a partir de un cierto momento. Tres años después de ese pacto, alerto que vamos a hacer un mercado municipal nuevo y los operadores que se querían instalar alrededor no pueden porque las licencias de alimentación están suspendidas. Y pasó lo que ya sabían que pasaría: se inauguró el mercado, las tiendas de fuera estaban cerradas y fue un desastre el mercado y las tiendas. Este es el problema, que se aprueba un plan de usos y nadie le da seguimiento.
En los últimos meses ha habido un movimiento global que hemos visto sobre todo con los agricultores, de crítica al exceso de burocracia. ¿Es un problema que también tenemos en Barcelona?
Nosotros nos quejamos sobre todo de la cantidad de reglamentación que hay que cumplir. Es una pasada. Y después de la falta de celeridad de la parte de la administración, que nos den respuesta a las cosas que pasan. A veces sale publicado: «No sé qué tienda cierra tres meses después de abrir». Claro, pero es que esa tienda quizá hace seis meses que pidió una licencia
Antes comentaba que un gobierno en solitario era un problema político. También es más lento, burocráticamente.
¡Claro! Es este el problema. Lo que les pedimos es justamente al revés, es decir, que nos lo hagan fácil. Y luego hay otro aspecto, porque los papeles no los firman los políticos, los firman técnicos. Tengo la impresión de que el funcionario hace años que se ha empoderado y hoy en día son los que gestionan, para bien y para mal las administraciones. Los políticos marcan las directrices, pero la ascendencia que tenía el político hace 15 o 20 años sobre los técnicos y funcionarios no la tiene hoy. No la tiene hoy.
¿Les falta carisma a los políticos?
A mí me es muy fácil llegar a acuerdos con los políticos. Cuando explicas las cosas puedes llegar a acuerdos. Pero luego, eso, ¿cómo se baja? Los problemas vienen cuando se tiene que llevar a la práctica, muchas veces.
¿Podría poner algún ejemplo?
Cualquier tema urbanístico. Es un escándalo. Y no es de ahora. A Colau, quizás hace 4 o 5 años, le llevé una memoria de quejas de vecinos que tenían problemas de una licencia de una obra o de una apertura de un establecimiento. Después nos preguntamos por qué la gente no se tira a la piscina. Barcelona es un problema: para sacar adelante cualquier cosa, a nivel normativo, es un problema gravísimo. Cataluña también lo es, pero Barcelona más. Y esto no tiene mucho que ver con el color político. Nos hemos vuelto muy profesionales y todo es muy pautado, hay mucha normativa sobre todo.
Terminamos hablando de la capitalidad. Es un proyecto que habéis batallado mucho en Europa y que ahora Bruselas, no solo lo ha validado, sino que también lo ha dotado de presupuesto. ¿Da por hecho, como casi todo el mundo, que Barcelona será la primera Capital Europea del Comercio de Proximidad?
Yo ya no doy nada por hecho. Me pensaba que las administraciones catalanas eran lentas, pero veo que las europeas igual. El proyecto de la capitalidad ya está adjudicado y se está redactando. Tenemos el compromiso del Ayuntamiento y de la Generalitat de que la ciudad se presentará. Sería justo, conseguirla porque es un proyecto que hemos diseñado los comerciantes barceloneses.
¿Y esta capitalidad será de carácter simbólico o servirá para algo más?
Siempre se nos ha acusado de una cosa: que hemos tenido poca ciencia sobre el comercio. De este año de jornadas y encuentros deberían salir muchos indicadores y mucha claridad de qué es realmente el comercio de proximidad. Es lo que decía antes, el comercio es un ascensor social de mucha gente que ve en él la única salida laboral. Hoy en día esa ya no es la visión que hay del comercio, ahora es una microempresa, una mediana empresa e incluso una gran empresa y necesitamos formación empresarial. De esta capitalidad debe salir sapiencia para no fracasar tanto. Porque en este mundo hay mucho más fracaso que éxito.