El verano no ha llegado acompañado de debates muy originales, si bien la «masificación turística» ha ganado peso y ahora ocupa prácticamente todos los titulares. En todo caso, la temporada alta de turismo y el buen tiempo también multiplica los festivales, las macrofiestas y los botellones, en el punto de mira desde la pandemia, y pone en alerta los vecinos de algunos barrios de Barcelona. Es cierto que el debate sobre cómo gestionar el ocio nocturno no es exclusivo del verano; dan fe de ello los vecinos del Poblenou, con una lucha continua para erradicar el denominado Triángulo Golfo, los de la calle Tuset o los de Enric Granados. Ahora bien, el debate se intensifica con la temporada estival. El último ejemplo, el de este Sant Joan, en el que los Mossos d’Esquadra han aprovechado la valoración de la verbena para explicar lo que consideran un cambio de modelo de ocio en Barcelona. En una entrevista a RAC1, el director general de Policía de la Generalitat, Pere Ferrer, apuntaba a una tendencia al alza de la «macrofiesta» y avisaba que este modelo «desdibuja el control social» de las actividades.
La verbena de Sant Joan, las fiestas de la Mercè o de Gràcia hacen de altavoz a un debate que, en segunda fila, se ha perpetuado a los principales focos de ocio nocturno de la ciudad. El alcalde, Jaume Collboni, ha presentado –todavía sin atribuciones concretas ni responsable– la figura de la alcaldía por la noche. Una figura pensada para «mediar» entre el sector y los vecinos, y perfilar a la vez «nuevas políticas» culturales. Una manera, según el alcalde, de buscar alternativas que vayan más allá de la «respuesta policial» a la realidad nocturna de Barcelona. Con este contexto sobre la mesa, los expertos avisan que el debate no tiene que culpabilizar ni estigmatizar a los jóvenes, que sufren un «encarecimiento» de la oferta nocturna. Así lo expresa el catedrático de Antropología Social del Departamento de Comunicación de la UPF Carles Feixa, que en declaraciones al TOT Barcelona avisa que se «ha expulsado a los adolescentes y jóvenes de hasta 25 años» de los principales espacios de ocio nocturno. «Ahora solo hay grandes discotecas comerciales, cada vez más caras y elitistas, o directamente el espacio público clandestino».

Según un estudio de la Federación Nacional de empresarios de Ocio y Espectáculos, la entrada media a los principales locales de la ciudad era de 18,5 euros el 2023, un 20% más caro que un año antes (15 euros). Para el catedrático, la aparición de botellones, las
La profesora de la UB Nuria Codina –experta en ocio y tiempo libre– añade otros ingredientes que podrían explicar el auge de estos modelos de ocio alternativo. «Si el input que recibes es que todo el mundo hace botellón, quizás te planteas hacerlo, aunque tú no hayas hecho nunca. Parece que si no lo haces, no eres joven», apunta la psicóloga, que defiende, en todo caso, la diversidad de perfiles que hay entre los jóvenes y avisa de los problemas que pueden causar las «generalizaciones»: «Claro que les puede afectar verse señalados. Es cómo cuando vas al extranjero y dan por hecho que eres del Barça. Quizás tú no lo eres y te tienes que justificar». En este sentido, la profesora pide que el debate huya de los «estereotipos» y que se aborde bajo la premisa que los jóvenes también tienen «sus vías de escape».
Radiografía de los nuevos locales: más caros y con más música
El precio de la entrada a los locales no es el único factor determinante que impulsa este modelo alternativo. La industria, apuntan los expertos, tiene un segundo filtro: el precio de las bebidas. «Es muy fácil de entender: si sales con 20 euros en el bolsillo, en una discoteca te podrás tomar dos copas como máximo», explica Xavier Pastor, profesor de la UOC y uno de los ideólogos del Servicio de Mediación Nocturna que el Ayuntamiento ha puesto en marcha en el Triángulo Golfo, la calle Tuset y en Ciutat Vella; junto con la Barceloneta, los puntos más críticos. Pastor añade que determinado turismo actúa como un efecto multiplicador de esta tendencia. «Es una clientela dispuesta a pagar mucho, porque viene unos días solo y tiene un dinero en el bolsillo que gastará sí o sí, sea en ocio o en una camiseta del Barça», explica.

El profesor de la UOC añade un último factor, vinculado al cambio de modelo de la industria nocturna, que explica por qué tenemos la sensación que hay más personas en la calle. «Cada vez es más habitual que los pubs, donde antes la gente podía hablar, desaparezcan en favor de unos locales con más música, muy elevada. Si la gente quiere hablar tiene que salir fuera. Y si salen dos personas no será problema, pero si salen doscientas, sí. Esto es el que pasa ahora en Tuset», remarca Pastor. El botellón, insiste el analista, se ha convertido en una alternativa a estos locales, ya sea para poder «compartir un rato de conversación agradable» o por los «precios elevados». «Como que hay cosas que ya no puedes hacer dentro del local, las haces fuera», sentencia Pastor.
Alternativas al modelo actual
Los dos profesores piden que el debate del ocio nocturno se haga en positivo. De hecho, Carles Feixa recuerda que la pandemia puso de manifiesto, según su opinión, que las necesidades de los jóvenes «no parecen una prioridad de las políticas públicas». La reapertura tardía de algunas discotecas, insiste, es un factor que ha consolidado al crecimiento de los botellones o las fiestas autogestionadas. A pesar de todo, ambos analistas admiten ciertos problemas de convivencia en algunos puntos de la ciudad, pero insisten que la solución no llegará con «medidas punitivistas» que intenten erradicar los nuevos modelos de ocio.

A su vez, Carles Feixa apuesta para abrir «a precios asequibles» espacios públicos que cierran por la noche, como por ejemplo bibliotecas o universidades, para «complementar» la oferta de la ciudad. «Si los expulsamos de las discotecas y de los nuevos espacios autogestionados sin alternativa, lo que pasará es que la única opción que tendrán será el ocio digital, que ha crecido mucho los últimos años y que también genera problemas, de introspección y ansiedad», sentencia el experto.
Xavier Pastor también quiere soluciones en positivo y avisa que cerrar los pocos locales de copas que hay en la ciudad no enmendará los problemas. Es más, el profesor recuerda que los jóvenes «no dejarán de salir» y que si la tendencia se mantiene como ahora, con el ocio nocturno desplazado en la periferia, cada vez más barceloneses «cogerán el coche, con lo que esto puede comportar». En este sentido, Pastor ve positivo que se conserven locales nocturnos como los del área de la calle Pere IV, epicentro de las protestas del Triángulo Golfo, y pide al Ayuntamiento soluciones alternativas, como por ejemplo ayudas al vecindario para «insonorizar» las ventanas de las zonas masificadas. Ciertamente, los vecinos de la zona hace tiempo que denuncian problemas vinculados al ruido, pero también cierta «impunidad» y situaciones de «suciedad». En todo caso, los dos analistas recomiendan «trabajar con los vecinos» para ver qué opciones «les podría convencer» antes de optar por la «solución fácil» del cierre.




