“¡Collboni, no nos toques los calçots!”, grita la pequeña agricultura. El cambio de alcaldía no ha sentado muy bien entre los pequeños agricultores que venden sus productos en Barcelona. Decenas de agricultores se plantaron en la plaza de Sant Jaume hace unos días para denunciar la actitud “hostil” del nuevo ejecutivo barcelonés, a quien acusan de ponerles “palos en las ruedas” para vender sus productos -sin intermediarios- en la ciudad. La chispa de todo es la no renovación de la licencia que permitía abrir una vez a la semana los mercados de agricultores de Sant Antoni y Vallcarca. “Se equivoca de enemigo”, avisa el sector, que mayoritariamente vive de vender sus productos en mercados ambulantes, de hacer cestas personalizadas y ofreciendo sus alimentos en comedores escolares. Varias voces presentes en la protesta de Sant Jaume han cuestionado estos días que “hay mercados de agricultores en toda Cataluña, pero solo tenemos trabas en Barcelona”.
Estos agricultores cultivan pocas cantidades. “Planto, corto, cargo la furgoneta y lo vendo al señor o la señora de Barcelona, que se lo comerá al día siguiente”, explica al TOT en Camil Armengol, agricultor de la Cooperativa La Magalla que cultiva tres hectáreas en Argentona. “Somos pequeños, familiares, somos tres socios, nada que ver con empresas que cultivan en Lleida 200 hectáreas de aceite, por ejemplo”, detalla el agricultor. Los mercados de agricultores destacan porque no hay distribuidores, que “encarecen el producto -argumenta Armengol- y no tienen el trato directo que tenemos nosotros”. “El Ayuntamiento ve enemigos donde no los hay, los mercados de agricultores no somos una amenaza real para nadie, solo vendemos un día a la semana”, concluye.
Dos mercados cerrados el último año
Estos espacios no gustan a los mercados municipales, la gran apuesta del Ayuntamiento de Barcelona desde hace años. No es solo una simple impresión de la pequeña agricultura, también es un deseo explícito del consistorio. “Se tuvo en cuenta las quejas del comercio del barrio y la proximidad de este espacio al Mercado de Sant Antoni”, desglosan fuentes municipales cuestionadas por el cierre del mercado de agricultores de Sant Antoni, que cerró el año pasado. De hecho, el mismo concejal del Eixample y teniente de alcalde de Economía y Hacienda, Jordi Valls, ya reconoció en algunas audiencias públicas esta situación. “El Ayuntamiento controla los mercados municipales, pero a nosotros no tanto, y eso no le gusta”, esgrime Armengol.
Otra voz, la Chiara Bombardi, presidenta de la Coordinadora de Mercados de Agricultores de Barcelona, se pregunta “en qué molestamos”. “No creo que moleste tanto un mercado que solo se hace un día a la semana, durante una mañana”, defiende. Además, cuestiona los argumentos municipales aduciendo que el mercado de agricultores de Sant Antoni se hacía en la avenida de Mistral, “bien lejos del mercado municipal”. Concretamente, a un cuarto de hora mal contado caminando.

El segundo cierre polémico, mucho más reciente, es el de Vallcarca. En este caso, las versiones expuestas son directamente opuestas. El Ayuntamiento defiende que la entidad que lo gestionaba “no pidió continuar” y que fue entonces cuando el distrito recibió una solicitud diferente para gestionar este mercado: “Teniendo en cuenta que se está trabajando en la nueva Ordenanza de Venta No Sedentaria y haciendo una revisión global de esta actividad en la ciudad, se acordó no conceder un nuevo permiso”, concluye el consistorio a preguntas de este diario.
Los agricultores niegan la mayor. “Renovábamos cada tres meses y tocaba ahora en diciembre. Cuando ya teníamos la documentación preparada, nos convocaron a una reunión para hablarnos de una ordenanza municipal que entraba en vigor en enero. Y fue cuando nos dijeron que no se renovaría ningún mercado en la vía pública hasta el mes de mayo, en que se abriría un concurso público”, detalla en Jonàs de Abreu, uno de los tres agricultores que formaban parte. El mercado de Vallcarca solo llevaba un año y pico y, comparado con otros mercados, no estaba tan arraigado en el barrio, según apuntan algunas voces del sector. Jonàs, que regenta el ‘Hort de l’Eriçó’, en el Baix Llobregat, detalla, en todo caso, que era “el único mercado” de toda Cataluña donde él vendía sus productos y que, antes de instalarse, “presentamos un pequeño estudio al comercio local para hacerles ver que no generaríamos ningún impacto negativo”.

Polémica con la nueva ordenanza
El gobierno municipal defiende que estos cambios se deben a la llegada de una nueva ordenanza, que la normativa catalana obliga a hacer, para regular los mercados ambulantes. La ley catalana, defiende el ejecutivo, exige a los ayuntamientos la aprobación de esta regulación como trámite “previo e ineludible” para que se pueda autorizar el permiso. “En este contexto se ha acordado mantener la vigencia de todos los permisos actuales de mercados de este tipo hasta su caducidad, que la ley fija en un máximo de quince años. Pasado el término se dará continuidad a los productores actuales», explica el consistorio. El ejecutivo también apunta que, por petición expresa de la Generalitat, las licencias deberán ser “individuales”.
La Coordinadora de Mercados de Agricultores de Barcelona no se cree esta voluntad de continuidad que expresa el Ayuntamiento. “Están intentando transformar los mercados de agricultores en algo que no respeta su idiosincrasia. Lo poco que hemos podido ver no se ajusta a la realidad precaria, efímera y temporal de la pequeña agricultura”, defiende Bombardi. Critica que, con la llegada del PSC a la alcaldía, el consistorio “no nos ha convocado” a ninguna reunión porque sabe, especula la agricultora, “que no estamos de acuerdo con lo que se está haciendo”. Los agricultores también cargan contra la “individualización” de las licencias. De esta forma, creen, será “más fácil” cargarse un mercado concreto que “moleste”.

El sector también cuestiona a Collboni por haber desmantelado el Comisionado de Política de Alimentación, que los mandatos de Colau había hecho de “contrapeso” a la concejalía de Comercio y Mercados, siempre en manos del PSC. Desde la coordinadora agrícola insisten en que el deber del Ayuntamiento es fomentar estos mercados más familiares y que así se indica, recuerdan, en la Estrategia de Alimentación Sostenible de Barcelona y en el Pacto de Milán de Alimentación Sostenible, que Barcelona firmó en 2015 junto con una quincena de ciudades más.
En el primer documento, el Ayuntamiento se compromete a «apoyar la existencia de mercados de agricultores en lugares donde sea necesario complementar la oferta alimentaria sostenible del comercio de proximidad, trabajando conjuntamente con los agentes». En el segundo, de carácter europeo, las ciudades pactan fomentar los mercados municipales públicos, “incluidos los mercados agrícolas”, y a apoyar “actividades de economía social y solidaria con especial atención al campo alimentario que fomenten medios sostenibles”. Intenciones que la pequeña agricultura utiliza ahora a su favor para quedarse en las plazas de Barcelona.