Una caseta de color cobrizo castigada por los años al lado del mar permite hacer un viaje en el tiempo a través de las reivindicaciones del movimiento vecinal de la Barceloneta. A tocar de la plaza de Mar, el friso que preside la puerta del número 41 del calle dels Pescadors alberga dos generaciones de activistas que, a pesar de la movilización, no han conseguido sus objetivos. La finca de dos plantas tiene colgada del balcón principal una pancarta del colectivo 
A la misma altura, pero una calle más allá, en el número 40 del de Felícia Fuster i Viladecans, se erige una antigua casa unifamiliar muy similar que ha sido reconvertida en vivienda turística. El alojamiento de lujo se ofrece por un precio que no baja de los 760 euros la noche y, precisamente, está alquilado para las fechas que coinciden con el toque de inicio del acontecimiento náutico, que arrancará el próximo 22 de agosto y se alargará hasta el 20 de octubre. Estas dos realidades conviven en estos momentos en la Barceloneta, uno de los puntos de la ciudad donde el turismo masivo ha hecho más estragos en las últimas dos décadas y una zona que ahora vive a la expectativa ante la inminente celebración de la Copa América de Vela, una cita que ha prometido dejar un legado en forma de mejoras para el barrio marinero.

Déficits históricos convenientemente desencallados
Con la amenaza que esta inversión acabe convirtiéndose en un brindis al sol, el vecindario permanece expectante; tanto en cuanto a los posibles agravios como en cuanto a las promesas de las autoridades. En las estimaciones del presidente de la Asociación de Vecinos de la Barceloneta, Manel Martínez, el acontecimiento «no hará tanto, ni tan poco» para la población del distrito. Las administraciones, por un lado, ya han activado varias mejoras -por ejemplo la renovació de una red eléctrica anticuada, nada preparada para el aumento de residentes que ha vivido la zona desde su primera planificación-; si bien son proyectos que los vecinos «hace 10 años que reclaman». Resignado, el activista vecinal reconoce que «jode» que las demandas de la población no hayan activado al consistorio a favor de sus intereses; pero que sí lo haya hecho, en cambio, la exposición de la Barceloneta vinculada a la cita deportiva. «Pero si tengo hambre y me das de comer, yo como aunque sea para que tú te hagas la foto», ironiza.
La puerta no queda cerrada, sin embargo, a continuar presionando al gobierno municipal, dado que, incluso si se cubre el «déficit de inversiones» que sufría el barrio, el cambio demográfico y el paso del tiempo introducen nuevos ítems en el memorial de la AV. «La lista de demandas no es la misma que hace 10 años», insiste el representante, recordando, entre otras, las carencias en atención primaria, que a priori tendrían que verse resueltas con la construcción del nuevo CAP en la misma calle dels Pescadors. Así, y a raíz de las decisiones que pueda tomar el Ayuntamiento, desde la entidad reclaman más participación vecinal en la hoja de ruta que pueda acompañar a la Copa América: «No queremos ser espectadores, sino actores». Por su parte, desde el Sindicat de Llogateres reciben con escepticismo las «promesas en cuanto a proyectos parados» que el vecindario hacía años que reclamaba. «Si el barrio las pidió en su momento, es que ya las necesitaba»; critica la militante Maria Pueyo, una de las más vinculadas a No a la Copa América dentro de la entidad. Más allá de la desconfianza por la ejecución, Pueyo cuestiona las motivaciones del consistorio: «antes, si te mejoraban el barrio, decías 

«Cronificación del modelo» de vivienda
En general, el vecindario resta importancia al efecto que tendrá el acontecimiento sobre una oferta de alquiler ya bastante tensa. No tanto, sin embargo, por que el acontecimiento en concreto no amenace el tejido residencial como porque, tal como alerta el Sindicat de Llogateres, se enmarca en un «modelo de ciudad» que ya lo hace de sede. Así lo han manifestado a este medio varios residentes de la zona, que lamentan tanto la gran cantidad de viviendas vacías que tiene el barrio como la especulación salvaje que parece haberse apoderado del mercado, sobre todo en la última década. «Aquí faltan pisos y los pocos que tenemos se los quedan los mejores postores. La Copa América solo será una gota más en un vaso que ya está demasiado lleno«, reflexiona Martínez, que recuerda que esta parte del frente litoral barcelonés fue una de las que lideró la ofensiva contra los pisos turísticos ilegales ahora hace 10 años, cuando solo en esta zona se detectaron hasta 2.500. El último recuento realizado el verano pasado se saldó con un millar de viviendas irregulares.
Aun así, la aparición de anuncios en varias plataformas inmobiliarias donde se ofrece el alquiler por temporada de viviendas con «vistas a la Copa América» bajo unos precios que llegan hasta los 25.000 euros, sí que ha levantado las alarmas en una parte de la población, que ve en este ascenso fulgurante, pero temporal de las tarifas un peligro a más largo plazo. Fuera de casos extremos, sin embargo, tanto vecinos como sindicato detectan cada vez más ofertas «fuera de las posibilidades de los vecinos trabajadores»; con precios de entre 4.000 y 10.000 euros al mes. El prospectivo beneficio a raíz de este modelo de especulación -espoleado en buena parte por los agujeros de la ley de la vivienda, que, en ausencia del decreto catalán, no extiende la regulación de precios a los contratos temporales- ha activado, según el Sindicat, una estrategia por parte de las inmobiliarias que operan en la Barceloneta, con «llamadas agresivas y cartas diarias a los propietarios particulares cuestionando si quieren vender sus pisos». A medida que se acerque el acontecimiento, Pueyo alerta que este movimiento para concentrar propiedades inmobiliarias en un sector de negocio especialmente beneficiado por las ausencias reguladoras «se extiende a todos los barrios de la costa: el Poblenou, Ciutat Vella…», para garantizar el acceso de los visitantes a acomodación, especialmente en momentos de alta densidad turística.

El alcance de los efectos perniciosos de la Copa América sobre el barrio, a pesar de la amenaza, permanece una incógnita. Desde la Asociación de Vecinos, de hecho, dudan que el tipo de demanda que llega para la competición se pueda sostener a largo plazo; rebajando efectivamente los precios desorbitados que se pueden encontrar a estas alturas en las aplicaciones inmobiliarias. «Los propietarios de los pisos no continuarán pidiendo estos precios cuando acabe el acontecimiento y ya no haya oferta. Ahora bien, tenemos que vigilar que el tope no quede por encima del actual una vez finalice todo esto», remarca Martínez; augurando cierto retorno hacia la relativa normalidad del tejido residencial de la Barceloneta, con la ya endémica tensión de oferta. El sindicato, sin embargo, no ve tan claro el carácter parentético de la competición; tanto en el barrio como dn los fronterizos. El frente marítimo barcelonés, avisa Pueyo, se encuentra en riesgo que «el modelo que se implementa llegue para quedarse; que no se haga nada para revertirlo«; especialmente atendiendo al aumento de la oferta de contratos temporales que las principales empresas del sector prevén como mecanismo para esquivar los límites establecidos por la ley española. Si el esquema se cronifica, continúa la militante, «es un peligro para el barrio»; negando las mejoras que el sector turístico y hotelero asocian al tipo de visitantes -«de alto valor añadido», a su parecer- que acompañan la competición. «Los pisos turísticos de borrachera serán sustituidos por otras de alto standing», sin ganancias para el vecindario.
Un comercio devorado por la gentrificación
Solo hay que dar una vuelta por las calles de la Barceloneta para darse cuenta que este lugar hace tiempo que dejó de ser el barrio marinero por excelencia de la ciudad. Más allá de la desaparición prácticamente de la industria de la pesca, uno de los grandes ejes que ha centrado la lucha vecinal de la última década en esta zona es la pérdida del comercio de proximidad. La proliferación de franquicias y de establecimientos destinados al turismo ha mermado el tejido de un barrio que va perdiendo su identidad a pasos agigantados mientras no dejan de abrir locales de comida rápida, supermercados 24 horas o asociaciones cannábicas. Quizás uno de los hechos más sintomáticos de este cambio de modelo comercial es que se ha convertido prácticamente en una misión imposible encontrar restaurantes donde te sirvan 
«Ya pasó con los 

A la espera de comprobar cuál es el efecto concreto que tiene en la zona la celebración de la Copa América, una de las consecuencias sobre el barrio ya confirmadas es el bloqueo de dos espacios históricos -por motivos de seguridad y por la colocación de barras de cervezas- que no podrán ser sede de la Fiesta Mayor de la Barceloneta que se celebrará a finales de septiembre, justo después de la Mercè. En concreto, la plaza de Mar y el Port Vell no podrán albergar el escenario principal de la festividad ni las paraditas y la típica feria de atracciones, respectivamente. Una pérdida de espacio público condicionada por la cita deportiva que ha levantado polvareda, pero que podría coger todavía más fuerza si los efectos del acontecimiento superan negativamente las expectativas del vecindario.
