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Joaquín Costa, el ecosistema comercial único que Barcelona está a punto de matar

Joaquín Costa es la calle perfecta. Conviven establecimientos históricos, tiendas de muebles, de alimentación, locutorios restaurantes… tiene vida de día y de noche y cohabitan servicios que se relacionan entre ellos. Se hacen talleres, acciones conjuntas… es el único punto del Raval, y diría que de Barcelona, donde se da esta mezcla tan potente. Pero está a punto de morir por varios factores». Es la llamada de alerta de Jordi Bordas, gerente del Eix Comercial del Raval. Da voz a los comerciantes que reclaman al Ayuntamiento replantear el «modelo de barrio» y «buscar soluciones» para que sea posible mantener viva esta calle híbrida donde conviven comercios y vecinos que, además, es un lugar de paso y puerta de entrada al barrio desde la zona de plaça de la Universitat.

Tres amenazas sobre Joaquín Costa

Pero esta calle tan singular se encuentra entre la espada y la pared por varias amenazas, que detalla Bordas. La primera y más sangrienta, el precio de los alquileres de los locales. «Ahora están en unos 2.000 euros y desde la pandemia han subido entre un 15% y un 20%. Hay locales cerrados, pero, ¿con estos precios quién puede abrir un negocio en Joaquín Costa? Las cadenas, pero no se puede abrir una mercería o un comercio tradicional. Solo subsistirán al final los que tengan renta antigua o compraron el local hace años», lamenta el gerente del Eix Comercial del Raval en conversación con el TOT. De hecho, Bordas ya alerta de que algunos comercios están en la cuerda floja por no poder asumir el alquiler tan alto.

Y ligado con este incremento de los alquileres, que expulsa de facto al comercio tradicional y abre la puerta a las cadenas de restaurantes, fruterías y supermercados, hay un cambio de hábitos de los consumidores que los comerciantes del Raval ya han constatado de forma clara. Las furgonetas de Amazon cada vez son más habituales en esta calle. «Los comercios de proximidad se resienten, gran parte del vecindario, sobre todo a raíz de la pandemia, se ha pasado a Amazon, también los políticos que viven en el barrio y que a la vez pregonan que hay que comprar en el barrio», lamenta Bordas.

Comercios tradicionales a Joaquim Costa. Arrabal, comercio tradicional en peligro, bar por la noche
Casa Almirall. JORDI PLAY

Pero todavía hay, según los comerciantes, una tercera amenaza para la supervivencia de Joaquín Costa, una calle con una vida nocturna intensa por los bares míticos que reúne, pero que ahora peligra porque «el Ayuntamiento los empuja al cierre con la limitación horaria, haciéndolos cerrar a las 2«. El Eje Comercial del Raval denuncia que esta hora perdida, de 2 h a 3 h de la madrugada, «es la hora fuerte de las consumiciones», y asegura que los bares pierden «entre 4.000 y 6.000 euros mensuales». Con esta caída de ingresos, denuncian los comerciantes, «lo que consigue el Ayuntamiento es que haya más botellones y ruido y, sobre todo, que solo las cadenas de restaurantes puedan permitirse quedarse». De hecho, la entidad ha hecho números: un bar paga de media 4.000 euros de alquiler en esta calle y tiene unos 6 contratos -14.000 euros mensuales de coste para la empresa-, más gastos de autónomos, más luz, agua y tasas municipales. «Son más de 20.000 euros mensuales, si encima pierden entre 4.000 y 6.000, ¿quién se puede quedar?, se pregunta Jordi Bordas.

Casa Almirall: «Todos estamos tocados de muerte»

Pere Pina, propietario del bar Almirall, sufre directamente esta situación. Fundado el 1860, este bar se considera uno de los más antiguos de Barcelona. Ubicado en el número 33 de Joaquín Costa, conserva gran parte de la decoración modernista original, el azulejo de mármol de color blanco y la figura femenina de hierro fuera que representa a la musa de la Exposición Universal de Barcelona de 1888. «Estamos tocados de muerte igual que el resto del comercio tradicional en la ciudad», dice Pina, que regenta el negocio desde el año 1976 con un arrendamiento hasta que se muera y habiendo pagado en aquel entonces un traspaso de 3 millones de pesetas.

Esto le ha permitido de sobrevivir, «con altibajos», pero más allá de las fluctuaciones del negocio, el propietario del Almirall apunta al Ayuntamiento como el principal responsable del declive de los negocios tradicionales en la ciudad. «Solo ponen trabas y nos mienten, ninguna ayuda, al contrario, parece que lo que quieran es matarnos», dice Pina en conversación con el TOT mientras detalla los elementos patrimoniales que todavía protege este local. Mientras conversa, a pesar de que el bar todavía está cerrado, entran varias personas y piden una tarjeta de visita. Son turistas, admirados por la fachada del bar. Pina querría, por ejemplo, que Barcelona hiciera cómo Lisboa, donde se protegen los comercios históricos blindando los alquileres y no permitiendo que se instalen otros tipos de negocios.

Casa Almirante, una de las bodegas protegidas AYUNTAMIENTO
Casa Almirall, fundado el 1860, en el número 33 de Joaquín Costa AJUNTAMENT

Pina denuncia, además, que el Ayuntamiento «nos considera un comercio cualquiera», y que no se les consultara sobre la reducción de los horarios nocturnos. Además, asegura que «los controles son prácticamente acoso, vienen un sábado por la noche -la Guardia Urbana-, entran a saco, y tú con el bar lleno sufres estrés y nervios, y te acaban sancionando por un ruido que no es culpa tuya».

Pina, que asegura que el rendimiento del negocio «no es malo», cree que Barcelona lo pone tan difícil a los comercios que si no fuera por su «terquedad» habría cerrado. «Todo el comercio tradicional está en peligro, o hay un cambio radical en el Ayuntamiento y nos protegen, o en seis años todo estará en manos de grandes grupos», alerta el propietario del Almirall.

Ferretería Vert: «Amazon nos hace mucho daño»

A pocos metros del Almirall se encuentra la ferretería Vert, que hace 177 años que vende enseres y herramientas en el barrio. Ubicada en el número 17 de esta calle, antaño en el establecimiento se fabricaban herramientas y enseres para después venderlos, y los propietarios actuales, Maica y Manel, conservan fotografías de aquella época, así como catálogos de los artículos que se manufacturaban en el taller. A pesar de la espectacularidad de la tienda y su historia, aquí las cosas tampoco son fáciles. «Tenemos un alquiler fácil, por suerte, pero las ventas han bajado y estamos en un barrio pobre. Damos una atención muy personalizada y asesoramos, pero Amazon es terrible, nos hace mucho daño», dice Maica conversando con el TOT. La ferretería más antigua de Barcelona sobrevive, sí, pero su propietaria lamenta que a pesar de este patrimonio que aporta en la ciudad, «cada día tengamos que hacer un esfuerzo brutal para sobrevivir, sin ningún apoyo ni empatía por parte de la administración y ningún tipo de interés en nuestra supervivencia, que al final, es la supervivencia de un patrimonio precioso para la ciudad, los comercios históricos, que son parte del alma de una ciudad».

Pero Maica no tira la toalla, se siente parte de la historia de Joaquín Costa y defiende «el milagro comercial de esta calle». «Es la calle Mayor del Raval, un privilegio y un tesoro. Porque 20 metros más allá ya no sobrevives«, sentencia Maica, que tiene 68 años y pronto se jubilará. Por eso anima a los dos empleados que tiene para que den continuidad al negocio. «Tiene un coste y ahora mismo no pueden, pero los tendrían que ayudar para asegurar que no se pierde todo este patrimonio. Ya veremos, no somos muy optimistas», reconoce.

Comercios tradicionales a Joaquim Costa. Arrabal, comercio tradicional en peligro
Maica Merino, propietaria de la Ferretería Vert, la más antigua de Barcelona JORDI PLAY

Casimiro Danza: sobrevivir a Decathlon

También en Joaquín Costa se produce otro milagro comercial. Es el Casimiro Danza, un establecimiento de 1915 dedicado a la venta de todo tipo de calzado y vestuario de danza y teatro. Cristina Valldeperas regenta el negocio que abrió su abuelo en la calle Arolas con el nombre de Casa Valldeperas. Fabricaba a mano zapatillas para bailar, también para el Liceo. Cristina, ahora desde el número 57 de Joaquín Costa – están desde hace 48 años-, atiende a los clientes como si se tratara de una tienda de joyas de lujo. Les prueba el calzado con delicadeza, les escucha. No tiene prisa. Nada que ver con las cadenas de tiendas de consumo inmediato donde lo que importa es la venta rápida. Pero reconoce que «no es fácil sobrevivir». «Tenemos un Decathlon a pocos minutos y es muy sencillo comprar por internet. Los tiempos han cambiado y ahora no todo el mundo está dispuesto a pagar por calidad y atención personalizada», dice Cristina. Ahora bien, tiene muchos clientes de fuera de Barcelona que vienen a Joaquín Costa solo para comprar sus productos. «Tengo un cliente muy fiel que todavía aguanta, pero no sabemos hasta cuándo durará esto».

Comercios tradicionales a Joaquim Costa. Arrabal, comercio tradicional en peligro
Cristina Valdeperas, propietaria de la tienda de danza Casimiro. JORDI PLAY

Recuerda que, ahora hace medio siglo, cuando trasladaron el negocio en esta calle, «estaba todo lleno de pequeño comercio en ambos lados de la calle, había mucha vida, con floristerías, mercerías, una casa de medias, una tienda de deportes… una calle muy alegre que daba ganas de pasear». Después, Joaquín Costa tuvo «una época dura», recuerda Cristina, donde «había mucha mala gente y nos perjudicó mucho». Con el paso de los tiempos, la calle mejoró cuando se prohibió el aparcamiento de coches. «Pero llegaron los cierres por jubilación, los alquileres altos, las grandes superficies comerciales, la compra en línea..», dice la propietaria del Casimiro.

Ahora, denuncia Cristina, a la calle le falta vida de barrio, más pequeño comercio y menos franquicias. «Los pocos negocios que quedan irán cerrando, la gente ya no quiere venir al Raval, se ha quedado la imagen de gueto», lamenta.

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