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El «desembarco salvaje» de la Copa América lleva al límite el modelo de ciudad

El Bar Electricitat es la Barceloneta. Alrededor de las mesas de este establecimiento histórico del barrio marinero de la capital catalana se reúnen diariamente los vecinos de toda la vida, que se acercan a hacer el quinto o un cortado en vaso de vidrio, una escena cada vez más difícil de encontrar en la Barcelona gentrificada. La tertulia entre los clientes oscila entre la nostalgia y los lamentos por la despersonalización que sufre actualmente la zona, una de las más afectadas para masificación turística. Mientras en el interior continúa el coloquio, afuera los operarios trabajan a pleno solo para terminar los últimos preparativos de la Copa América de Vela, que arranca este jueves y que prevé tener un impacto económico de cerca de 1.200 millones en el territorio. Los vecinos, sin embargo, no esperan que esta inversión acabe en sus bolsillos: «En hoteles de alto estànding, comercios de lujo y grandes cadenas… Pero en el Bar Electricitat, no veremos nada», lamenta uno de los parroquianos del establecimiento. El primer impacto parece justificar el escepticismo: sin una especial mejora estructural del barrio, ni un comercio y restauración local que espere hacer el agosto con el consumo de ingenieros y regatistas, los residentes del frente marítimo solo se han encontrado pisos en precios disparados -con ofertas que oscilan entre los 3.000 y los 25.000 euros por las semanas que dura el acontecimiento-, problemas de movilidad y barreras en espacios públicos nucleares de la comunidad, como por ejemplo el Moll de la Fusta o la plaza de Mar. «Hemos visto un desembarco salvaje sobre el litoral«, denuncia Daniel Pardo, integrante de la Asamblea de Barrios por el Decrecimiento Turístico (ABDT).

Así, a pesar de las promesas de lluvia de dinero y cura de los espacios del barrio, tanto el vecindario como el tejido asociativo parecen ver confirmadas las alertas que hacían sonar desde el desembarco de la competición en Barcelona: la Copa América se celebrará de espaldas al barrio. Más allá de una serie de mejoras puntuales, como la renovación de una red eléctrica anticuada o un refuerzo evidente de la limpieza en las principales arterias de esta zona, la Asociación de Vecinos de la Barceloneta, así como los mismos habitantes, niegan que estén llegando las mejoras estructurales que tanta tinta han hecho correr en los discursos de organización y consistorio. Y aquellas que sí que lo han hecho, como explica la integrante de la plataforma No a la Copa América Irma Samayoa, no son más que aceleraciones de proyectos que ya tendrían que haber estado finalizados. Un ejemplo, el de la renovación de la cooperativa Siglo XX, «aprobada desde el 2019»; y que no empieza a rodar hasta que llegan los ojos acomodados de los espectadores de la gran regata. Las decisiones del consistorio en cuanto a las intervenciones sobre el terreno responden, según Samayoa, a cierta lógica opaca que expulsa a la ciudadanía de la toma de decisiones. «En ningún momento se ha preguntado al ciudadano»; denuncia la militante, hecho que acaba provocando que los recursos no lleguen «allí donde estan las necesidades reales» del distrito.

El barrio de la Barceloneta se prepara para convertirse en el epicentro de la Copa América de Vela durante casi dos meses / A.R.
El barrio de la Barceloneta se prepara para convertirse en el epicentro de la Copa América de Vela durante casi dos meses / A.R.

Unos efectos ya presentes en el territorio

Las mejoras por ahora no llegan, explican varias fuentes vecinales consultadas por TOT Barcelona; pero sí las consecuencias. Los inconvenientes causados por la llegada de los barcos de carreras a la costa barcelonesa, argumentan desde la Plataforma, no se empiezan a notar con el inicio de la competición. «Hace rato que sufrimos las consecuencias, y que las denunciamos», describe Samayoa; que data el inicio del conflicto ahora hace un año -cerca, de hecho, de la presentación en sociedad de No a la Copa América-. El diagnóstico de los efectos de la competición sobre Barcelona es, desde los movimientos sociales, similar al que corresponde a otras problemáticas -de la vivienda a la masificación turística-. Aislado, el alcance de la Copa América es relativamente limitado; pero se enmarca dentro de una continuidad, de un «modelo de ciudad» que promete más golpes de este calibre en las vidas de los barrios. «Están vendiendo y revendiendo la ciudad desde un lado y otro», remacha; dirigiendo la responsabilidad hacia la industria turística, pero también hacia las administraciones públicas.

Un ejemplo de esta connivencia, apunta, es la declaración -que se remonta al pasado mas de diciembre- del torneo como acontecimiento de excepcional interés público, hecho que otorga importantes ventajas en la hora del uso de espacios para su difusión. El gobierno municipal, pues, garantiza sus deseos -a parecer de la entidad- a un empresariado turístico que «no se imagina unos beneficios que no crezcan constantemente». Unas ganancias, además, que «no llegan a la población»; alerta Pardo. Las ganancias de hoteles, grandes restaurantes y comercios céntricos «se traducen en trabajos muy precarios y generan un fuerte impacto social».

A parecer del mundo asociativo, este impacto tiene el potencial de pervivir en la ciudad más allá del calendario de regatas. «Es una cuestión de modelo», argumenta Samayoa, haciendo mano de otras muchas instancias de cesión de recursos y calles a celebraciones similares. El paso de los coches de Fórmula 1 por paseo de Gracia, con un bloqueo de la movilidad a los voltios de Plaza Cataluña; la -por ahora- quiebra de la llegada de la Ryder Cup o, ya lejos de las fronteras barcelonesas, el Hard Rock, sugieren una visión conjunta de cómo tiene que ser el lecho económico del país. «Podríamos tener esperanzas de que esto pueda ser una cosa temporal si no hubiera una estrategia política y económica de la cual la administración forma parte», espeta la integrante de la Plataforma. En un sentido similar se expresa Pardo, que -fijándose concretamente en los efectos sobre el precio de la vivienda- hace una lectura poco halagüeña: «no es costumbre» que una subida como la que acompaña a la Copa América se revierta inmediatamente. «Tenemos muchas dudas -conversa- de qué efectos se mantendrán». La fuerza del mercado residencial no pasa desapercibida para los ciudadanos, que lamentan que la llegada de centenares de trabajadores con remuneraciones elevadas a pisos fuera del alcance de los locales coincida con una crisis en el sector con escaso precedente. «Mira lo que pasa cada día con los desahucios», remacha uno de los clientes del Bar Electricitat.

Pulso perdido por el espacio público

Solo a unos metros del Bar Electricitat encontramos la plaza de Mar, donde se ha colocado una pantalla gigante para poder seguir la cita deportiva. Justo delante del aparato, unas veinte hileras de mesas y sillas de chiringuito esperan a los espectadores que a partir de este jueves se acercarán a este punto neurálgico de la Barceloneta para tomar algún refresco en las diferentes barras instaladas expresamente para la ocasión. En este mismo punto hay el contador que indica cuando queda para el inicio del acontecimiento, que ahora ya solo marca unas horas. Todo este despliegue es solo una pequeña muestra de una de las problemáticas que más preocupan tanto a los vecinos como a las entidades sociales: la ocupación del espacio público.

Más allá de la superficie cedida por la autoridad portuaria a los seis equipos que compiten en la edición de este año para que pudieran instalar sus bases operativas en el recinto del Port Vell, el desembarco de la cita deportiva ha supuesto la cesión por parte del Ayuntamiento de varios puntos de litoral de la ciudad como pueden ser precisamente la plaza de Mar, los entornos de la playa del Bogatell o toda la zona del Moll de la Fusta. Este último espacio acogerá a partir de este jueves la Race Village, una especie de fan zone con aforo para 9.500 personas y cerca de 25.000 metros cuadrados de superficie que se ha diseñado como gran punto neurálgico para vivir la competición desde tierra a través de un seguido de grandes pantallas.

Últimos preparativos para la celebración de la Copa América de Vela en Barcelona / A.R.
Últimos preparativos para la celebración de la Copa América de Vela en Barcelona / A.R.

Ahora bien, si algunas de las medidas aplicadas para facilitar la celebración de la cita han levantado verdadera polvareda, estas han sido las limitaciones de la movilidad en la Barceloneta. Los propietarios de casi 11.000 vehículos han tenido que pedir unas acreditaciones especiales para poder moverse por su propio barrio durante los cerca de tres meses que se alargará el acontecimiento, puesto que habrá fuertes restricciones de acceso, especialmente los días de competiciones. Los solicitantes son tanto vecinos como trabajadores de la zona que tienen que acceder de manera recurrente o que disponen de una plaza de aparcamiento en el barrio en área verde o aparcamiento público o privado. «Yo ya he pedido la mía, qué remedio», comenta uno de los clientes del Bar Electricitat. «Parece que quieran que solo puedan aparcar los señoritos«, remacha otro.

La Fiesta Mayor de la Barceloneta, primera víctima

Uno de los efectos colaterales de esta ocupación del espacio público por la Copa América es la pérdida de dos de los espacios centrales de la Fiesta Mayor de la Barceloneta. La plaza de Mar y el Port Vell no podrán albergar este año ni el escenario principal de la festividad ni las paraditas y la típica feria de atracciones, respectivamente. Las razones? Que por motivos de seguridad se tiene que dejar liberada una parte de estos espacios para garantizar una posible evacuación de la zona y que el resto de la superficie está ocupada por las nuevas barras de cervezas instaladas para la cita deportiva.

«Donde lo haremos si no? El resto son todo callejones…», señala una de las parroquianas del Bar Electricitat, que asegura que no hay localizaciones alternativas que puedan albergar un escenario de estas características. Con todo, esta pérdida de dos de los centros neurálgicos se percibe en el barrio como un síntoma más de la erosión de la identidad que acompaña a la gentrificación que sufre la zona: «Esto acabará siendo un parque temático».

El barrio de la Barceloneta se prepara para convertirse en el epicentro de la Copa América de Vela durante casi dos meses / A.R.
El barrio de la Barceloneta se prepara para convertirse en el epicentro de la Copa América de Vela durante casi dos meses / A.R.

Una reválida para la movilización

La resistencia vecinal contra la Copa América, y contra el modelo de ciudad en el cual lo enmarcan, buscaba un catalizador el pasado seis de julio, con una manifestación unitaria que tenía que servir de chispa para, como explicaban los organizadores a este medio, provocar «un estallido social» en el verano del potencial nuevo récord de visitantes. La marcha, sin embargo, quedó deslucida -con unos 2.800 participantes según la Guardia Urbana- en comparación con otras protestas contra la turistització que se han repetido en los rincones más vendidos del Estado español. Sin ir más lejos, el pasado mas de abril, una convocatoria similar atrajo a más de 14.000 personas en las Canarias, mientras que a finales del mismo julio más de 20.000 personas se unieron en Palma bajo el lema «menos turismo, más vida». Al parecer de Samayoa, este relativo bluf responde a la realidad «ya gentrificada» de Barcelona: la transformación de los distritos dificulta, según argumenta el movimiento, el contacto entre barrios, hecho que los «desvincula» y aleja a los habitantes de la movilización. A pesar del mal rendimiento en primera instancia, la Plataforma cree que «todo está empezando»: «Estamos construyendo un argumento alrededor del modelo de ciudad»; uno que va penetrando por las rendijas que abren los impactos de acontecimientos como la Copa América. «Cuanto más se acerca la cita, más aumenta el cabreo», constata Pardo.

Uno de los grandes límites del movimiento contra la masificación turística, como han reiterado en varias ocasiones, es su escasa capacidad de convertirse transversal. Es decir, las barreras que lo separan de otros espacios de protesta, a pesar de que estos sean adyacentes en sus reclamaciones, como por ejemplo el mundo sindical o la red ecologista. En este sentido, la integrante de la Plataforma apresura a «empezar a pensar el conflicto desde un punto de vista de sostenibilidad medioambiental y social»; explorando los límites del turismo como actividad económica en el marco de la emergencia climática. Por la vertiente de los derechos de los trabajadores este mismo miércoles se ha abierto una nueva puerta: según ha informado la Comisión Obrera Nacional de Cataluña, la convocatoria de huelga de los trabajadores del port Olímpic en el seno de la Copa América se mantendrá -de hecho, la competición se inaugurará, tal y como anuncia el sindicato, con un piquete en la puerta-. Con todo, las entidades sociales buscan reactivarse de cara a septiembre, en medio del torneo, cuando su impacto definitivo sea más visible para los vecinos. La Plataforma convoca una nueva acción para el próximo 7 de septiembre, en la playa de Somorrostro. «Ir a los barrios, decir a la gente el que pasa, conseguir cohesionarnos otra vez», receta Samayoa.

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