El Puerto de Barcelona sigue liderando Europa en cuanto a la llegada de cruceristas justo en un momento en el que se debate cómo reducir esta tendencia. En los primeros siete meses del año se han producido 2,1 millones de movimientos. Barcelona es la sexta ciudad en el mundo en movimientos de pasajeros de cruceros, sumando 3,6 millones en 2024. Los primeros meses de 2025, la tendencia es de un crecimiento del 16%.
No hay ninguna ciudad en Europa que siga el ritmo de cruceristas de Barcelona, que recientemente ha llegado a un acuerdo con el Puerto para reducir de siete a cinco las terminales de cruceros. A pesar de ser también la sexta ciudad con más cruceristas del mundo, el crecimiento ha sido más sostenido que en otras ciudades punteras. Según datos que recoge la ACN, el número de pasajeros -solo de cruceros- creció un 2,4% el año pasado respecto a 2023. Una cifra bastante más baja que ciudades del Caribe como Everglades (EE.UU.), Cozumel (México), Nassau (Bahamas), el Cañaveral o Miami (EE.UU.), que están por encima de Barcelona. Eso sí, el crecimiento de este año, por encima del 10%, se aproxima más a las cifras del resto de ciudades mencionadas.
Líder indiscutible en Europa
Barcelona, en cambio, no tiene rival en Europa. El año pasado superó a los puertos de Civitavecchia y de Southampton. La ciudad británica lidera la zona norte de la región europea con 3 millones de pasajeros el año pasado. En el Mediterráneo, los puertos de Marsella –cuarto en el ámbito europeo con 2,4 millones– y Palma –quinto con 1,8 millones– no alcanzan los niveles de movimientos de cruceros que tiene Barcelona. Por otro lado, para completar el número total de visitantes que el Puerto aporta a la ciudad, los ferris han transportado 924.328 pasajeros, lo que supone un incremento del 0,6% respecto a las Islas Baleares y un descenso del 12,1% con Italia.

El ejecutivo de Jaume Collboni ha admitido que estas cifras condicionan el día a día de la ciudad y ha cerrado un acuerdo con la infraestructura para reducir el número de terminales. Un acuerdo que se selló meses antes en Sant Jaume tras una larga negociación con los Comunes, que lo fijaron como condición para aprobar las ordenanzas fiscales.