Uno de los negocios más icónicos de la antigua izquierda del Eixample celebra un aniversario clave. El Bar Alegria, establecimiento histórico situado en la esquina de Comte Borrell con la Gran Via de les Corts Catalanes, cumple 125 años; y lo celebra con toda una reivindicación de su cultura. El próximo 24 de octubre, el sello Penguin publicará, dentro de la colección Debati, un libro con las recetas más arraigadas al local, incorporadas y agrupadas por la actual cara visible del bar, el chef Tomàs Abellán, propietario desde el año 2019. Más allá de los platos que han llevado a la Alegria a sobrevivir -y triunfar- durante un siglo y cuarto, la obra será prologada por Ferran Adrià. El que fuera cocinero del Bulli conoce a Abellán desde pequeño por la amistad que mantiene con su padre, el también chef Carles Abellán.
El compendio, escrito a cuatro manos entre el mismo Abellán y el periodista Toni Garcia Ramón -cliente habitual-, servirá para conservar 25 recetas que han marcado la historia del bar. Entre ellas, destacan su ensaladilla rusa, el pastel de queso -muy identificado con la marca Bar Alegria- o la tortilla trufada. Además de los platos estrella, la obra incorporará también entrevistas con el chef y con Maria Cortés Macià, la nieta de la familia fundadora. «Para mí es un proyecto muy especial, era mi primer restaurante», celebra el chef en declaraciones recogidas por betevé. La entrada al negocio, en el año 2019 -de la mano de su padre y Max Colombo- se dio un año y algo antes de la pandemia, durante el mes de enero. El shock provocado por la Covid sirvió, asegura, para «definir mejor el enfoque del negocio y trabajar las redes sociales para darlo a conocer».
«Preservar el legado»
Abellán atribuye parte del impulso por el cuidado del local al contacto con la familia fundadora. A raíz de sus conversaciones con María Cortés Macià, el actual gestor ha recibido «la importancia del bar», tal como recoge betevé. «No podemos dejar perder esta personalidad que dan a la ciudad bares como el Alegria; debemos conservarlos», sostiene. Más allá de mantenerlo vivo, Abellán reivindica un esfuerzo por «mantener su esencia, tanto estética como conceptual».
