Es todo un símbolo de Barcelona y del barrio del Raval, pero este gato se pasó 15 años buscando casa hasta que se instaló en su ubicación actual ahora hace dos décadas. Es el Gato de Botero, instalado en la rambla del Raval. Obra del artista colombiano Fernando Botero -también autor del Caballo épico del Renacimiento que estaba en el aeropuerto de Barcelona-, esta escultura imponente que aparece en todas las guías de viajes de Barcelona, fue comprada por el Ayuntamiento de Barcelona en 1987, pocos meses después de que la capital de Cataluña fuera proclamada sede de los Juegos Olímpicos de Barcelona 92. Pero fue una compra capricho, porque el consistorio ni siquiera había pensado dónde la ubicaría.

Un gato que deambulaba por la ciudad

Pero el Gato de Botero, como muchos barceloneses, deambuló por la ciudad buscando un destino fijo durante 15 años. De hecho, no fue hasta el año 2003 cuando la escultura se instaló definitivamente en su lugar actual, después de hacer un auténtico periplo por diferentes ubicaciones de la ciudad. Primero, fue a parar al parque de la Ciutadella, al lado del Zoo. Después, aprovechando la celebración de los Juegos Olímpicos, el Ayuntamiento la trasladó junto al Estadio Olímpico, y unos años más tarde el gato acabó medio escondido en una pequeña plaza, la plaza Blanquerna junto a los jardines del Baluard, detrás de las Drassanes de Barcelona. Hasta que en 2003, este gato regordete, de piel bronceada, cara de peluche y cola larga, encontró su lugar al final de la emergente rambla del Raval, inaugurada apenas hacía tres años, en 2000. Con 317 metros de largo, une el final de la calle de Sant Pau con el inicio de la calle Hospital.

El gato de Botero, en la rambla del Raval AYUNTAMIENTO DE BARCELONA

Desde entonces, el Gato de Botero, con 7 metros de largo y una altura de 2 metros, se ha convertido en todo un símbolo de la ciudad y del barrio, punto de encuentro de amigos para salir por el barrio, protagonista de muchas fotografías de turistas y, en definitiva, un elemento sin el cual no se entendería el talante de esta rambla.

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