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El refugio antiaéreo huérfano de historia que quisieron condenar al olvido

Maria Fort del Riu nació en 1916 en el Poble-sec. La pequeña de tres hermanos, esta mujer dio sus primeros pasos en un piso interior ubicado en el entresuelo del edificio que todavía hoy se erige en el número 130 de la calle Nou de la Rambla. Allí vivió aproximadamente hasta los 15 años, cuando la familia se trasladó solo unos metros más arriba a un bloque de cinco pisos que acababan de construir en la calle de Piquer y que casualmente les había robado la poca luz solar que recibían en la anterior vivienda.

El estallido de la Guerra Civil al cabo de poco tiempo dividió el hasta entonces indivisible núcleo familiar, que vio como los dos hijos mayores se iban al frente para combatir. La pequeña se quedó a cargo de sus padres y tíos con quién vivió el asedio que sufrió la ciudad sobre todo por parte de la aviación fascista italiana, que solo entre el 16 y el 18 de marzo del 1938 realizó una docena de ataques en todo el territorio barcelonés. El Poble-sec se convirtió en uno de los objetivos militares de los sublevados tanto por la fuerte presencia de industrias en la zona como por su proximidad al Castell de Montjuic y al Puerto de Barcelona, dos puntos estratégicos de la capital catalana.

Los bombardeos eran constantes y las alarmas acabaron siendo un protagonista más del día a día de los vecinos de este barrio. Cada vez que sonaba la alerta, centenares de ciudadanos se abalanzaban hacia los diferentes refugios repartidos por la zona para evitar ser alcanzados por uno de los proyectiles. La familia Fort del Riu acostumbraba a acudir al búnker 307, un entramado de más de 200 metros de galerías ubicado solo unas calles por encima del domicilio y uno de los pocos que no fue clausurado por las tropas franquistas. Sin embargo, este no era el refugio más próximo a su casa. Justo delante de su portal -a la altura del actual número 46 de la calle de Piquer– había otro que con el paso del tiempo cayó en el olvido más absoluto, convirtiéndose en poco más que un rumor. Las recientes obras de reurbanización de la calle hicieron aflorar la entrada y con ella una parte de la historia del Poble-sec que hasta ahora había quedado sepultada bajo el asfalto.

Dos fotografías de Maria Fort del Riu y de su marido presiden una de las habitaciones de la casa de Maria Rosa Batistes en el Pueblo-seco / A.R.
Dos fotografías de Maria Fort del Riu y de su marido presiden una de las habitaciones de la casa de Maria Rosa Batistes en el Poble-sec / A.R.

Memoria oral perdida y documentación

«Mi madre solo me explicaba de aquella época que lo habían pasado muy mal porque sabían cuando entraban al refugio, pero no cuando saldrían. Con los abuelos y los tíos siempre subían al búnker de la calle Nou de la Rambla. Nunca me explicó por qué no iban al de debajo de casa«, explica Maria Rosa Batiste. Esta mujer de 75 años es la hija de Maria Fort del Riu y se ha convertido en la única vecina del número 44 de la calle de Piquer que conserva un recuerdo sobre el refugio, en su caso a través de la experiencia de su progenitora. La otra inquilina del bloque que podría haber ayudado a poner luz a la historia de este espacio murió hace solo unos meses, llevándose con ella su testigo de aquellos años de conflicto.

Maria Rosa Batiste muestra dos fotografías de su abuela (izquierda) y de su madre, Maria Fort del Riu (derecha) / A.R.
Maria Rosa Batiste muestra dos fotografías de su abuela (izquierda) y de su madre, Maria Fort del Riu (derecha) / A.R.

Tampoco los responsables de comercios históricos de la zona parecen saber nada al respeto. Solo la información existente en los archivos del Servicio de Arqueología de Barcelona permite aportar una leve idea del origen y la estructura de este. Según figura en los documentos de Defensa Pasiva recopilados por el Archivo Municipal Contemporáneo de Barcelona (AMCB), el primer registro de este refugio -catalogado con el número 292- fecha de diciembre del 1938 y consta de varios planos y apuntes topográficos que indican que se trata de una construcción antiaérea formada por una galería principal de unos 40 metros de largo que al final giraba hacia la derecha adentrándose bajo uno de los bloques de pisos de la calle. Los túneles del búnker tenían una anchura aproximada de 1,5 metros y una altura de hasta 1,95 metros y estaban construidos a más de seis metros bajo tierra.

Un búnker atípico con financiación pública

Uno de los datos recopilados quizás más relevantes es que los impulsores de este refugio recibieron financiación pública a través de una subvención para poderlo construir. «La mayoría de los búnkeres se empezaron a excavar en marzo del 1937, pero las subvenciones no llegaron hasta la creación de la Junta de Defensa Pasiva de Cataluña en junio y de la local de Barcelona en agosto. Estas ayudas solo se daban a los refugios privados que tenían vocación de servicio público y que, por lo tanto, podían ser utilizados por la ciudadanía en general», apunta Josep Maria Contel, presidente del Taller de Historia de Gracia y una de las voces más autorizadas para hablar de los refugios antiaéreos en casa nuestra.

Contel remarca que todos aquellos búnkeres planificados con cara y ojos buscaban tener al menos dos entradas para evitar que los bombardeos pudieran dejar atrapados a los usuarios si una de ellas acababa bloqueada. No es el caso del 292, que no tiene continuidad más allá de la galería principal. «Algunos de los impulsores de estos espacios empezaron con mucho ímpetu las obras y fueron perdiendo fuelle con el paso del tiempo. Con la caída del frente del Segre, muchos refugios se quedaron a medias«, aventura el historiador. En este sentido, el presidente del Centro de Investigación Histórica del Poble-sec (CERHISEC), Josep Guzmán, señala que la iniciativa para construir muchos de los búnkeres del Poble-sec nació del asociacionismo y de grupos ya formados y consolidados como las mismas comisiones de fiesta mayor de cada calle, un hecho que no solo indica el carácter popular de estos espacios, sino también la falta de medios que tenían en muchos casos para sacar adelante la excavación.

La entrada del refugio 292 descubrimiento el pasado mas de febrero en la calle de Piquer del Pueblo-seco / A.R.
La entrada del refugio 292 descubierto el pasado mes de febrero en la calle de Piquer del Poble-sec / A.R.

Sorpresa tras sorpresa

Desde el hallazgo de la entrada del refugio 292 el pasado mes de febrero, los arqueólogos trabajaron intensamente para sacar primero toda la tierra y los escombros que cubrían los peldaños y para perforar después la tapia colocada por el régimen franquista para bloquear el acceso al búnker propiamente dicho. En todo este proceso, se encontró desde la cartelería original en catalán que indicaba la entrada al espacio hasta una vaina de fusil con su bala.

La sorpresa, sin embargo, llegó una vez superada esta primera barrera. Según avanzó Betevé y pudo confirmar el TOT Barcelona, los arqueólogos se encontraron solo unos metros más adentro con un segundo tapiado macizo, un procedimiento nada habitual, puesto que en la mayoría de casos solo se acostumbraba a tapar los accesos con un único muro más allá de los escombros. En este espacio entre barreras, se encontró también un cartel pintado en la pared con la consigna en castellano Está bien que entréis, pero también que paguéis. Detrás del segundo obstáculo, esperaba todavía otro contratiempo: una combinación de tierra y escombros llenaba el espacio e impedía momentáneamente poder continuar con la excavación.

Uno de los tapiados del refugio 292 encontrado en la calle de Piquer del Pueblo-seco / ICUB
Uno de los tapiados del refugio 292 encontrado en la calle de Piquer del Poble-sec / ICUB

«He visto muchos refugios con una tapia, pero no con dos. Esto me hace preguntarme, que había encima de la galería? Quizás, una industria? Si una cosa está clara es que quien lo tapó se quería asegurar que nadie pudiera acceder por el búnker», reflexiona Contel, que solo recuerda un caso similar en el refugio del Palau de la Generalitat, cuando uno de los caminos que comunicaban con una industria de la época fue bloqueado con un doble muro.

Un mar de incógnitas

A pesar de las enormes dificultades sobrevenidas en todo el proceso, la persistencia de los trabajadores ha permitido finalmente culminar este septiembre el grueso de la excavación. Fuentes próximas al caso consultadas por el TOT Barcelona apuntan que ya se ha podido llegar hasta el final de la galería y que la intención es que el refugio se pueda museizar dado su buen estado de conservación y los elementos de interés que se han encontrado como los carteles, por ejemplo. Las mismas voces, sin embargo, no han querido dar más detalles sobre que se ha encontrado después de retirar todo los escombros.

Un operario trabaja para sacar el escombro acumulado en el interior del refugio 292 del Pueblo-seco / ICUB
Un operario trabaja para sacar los escombros acumulados en el interior del refugio 292 del Poble-sec / ICUB

Desde el Instituto de Cultura de Barcelona (ICUB) remarcan a preguntas de este medio que todavía no ha habido una reunión oficial con los representantes del Distrito, de forma que el futuro del búnker todavía está por determinar. A la espera de conocer cuál es la decisión final sobre la conservación del espacio, las incógnitas no dejan de crecer en torno a un refugio atípico que quedó huérfano de historia y que alguien quiso tapar concienzudamente para condenarlo al olvido.

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