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El recuerdo de la primera cena de ‘Gabo’ en Barcelona que sobrevive al turismo

Barcelona tiene una estrecha vinculación con el mundo del arte y, en concreto, con el de la literatura. De Miguel de Cervantes a George Orwell, por las calles de la capital catalana han pasado a lo largo de los años grandes figuras de renombre internacional atraídas por el magnetismo de una ciudad que poco tiene que ver con la actual. Durante la segunda mitad del siglo XX, pero, el testigo lo cogió la literatura latinoamericana. Referentes del movimiento conocido con el sobrenombre del boom latinoamericano como Julio Cortázar o Mario Vargas Llosa se establecieron aquí durante largas temporadas convirtiendo Barcelona en un verdadero vivero de artistas e intelectuales que dejarían huella y que pasarían a la historia como algunos de los grandes escritores en lengua castellana.

Sin embargo, uno de los más recordados es sin duda Gabriel García Márquez, que esta semana hubiera celebrado su 96 cumpleaños. El escritor colombiano residió durante ocho años en la capital catalana, primero en un edificio de la Via de Augusta y después en uno de los pisos de un bloque ubicado en la calle de los Caponata del barrio barcelonés de Sarrià, y participó en el movimiento de intelectuales de izquierdas de la gauche divine, estableciendo relación con mucho de los referentes políticos y artísticos de la época. Menos conocida, pero, es la historia de cómo llegó Gabo a la ciudad y donde tuvo lugar su primera cena en territorio catalán.

Éxito desbordado y un Seat destartalado

Para recuperar el hilo de este relato hay que remontarse al mes de noviembre del año 1967. García Márquez hacía solo unos meses que había publicado Cien años de soledad, una obra que lo catapultaría al éxito y que supondría un punto de inflexión en una trayectoria que culminaría con el reconocimiento del Premio Nobel de Literatura en 1982. El escritor buscaba un lugar tranquilo donde poder concentrarse en su próxima creación sin todo el ruido mediático y político que llegaba de Latinoamérica. Con esta intención aterrizó en Madrid y, acompañado de su mujer, Mercedes Barcha, emprendió la ruta por carretera en dirección a Barcelona.

El camino hasta llegar a la capital catalana no fue fácil. García Márquez y su mujer habían alquilado para realizar el trayecto un coche de la marca Seat bastante destartalado que apenas se aguantaba de pie. Tal fue la impresión que causó el vehículo en el cual apareció el escritor que este es uno de los pequeños detalles imborrables que los testigos de la época dejaron para la posteridad.

Una velada en pequeño comité

Después de esta peculiar primera impresión, Gabo y su mujer se dirigieron a la plaza Reial, donde todavía hoy en día sobrevive en uno de los extremos, escondido entre establecimientos turísticos y el trasiego constante de visitantes, el lugar donde el escritor celebró su primera cena en la ciudad. El bar Glaciar fue el escenario de esta velada histórica, una cena en pequeño comité organizado por la agente literaria Carmen Balcells que contó con la presencia de grandes personalidades del momento.

Esta fue la presentación en sociedad de un García Márquez que después compartiría barrio de residencia con Vargas Llosa y que esta semana ha sido muy recordado con motivo del 96 cumpleaños de su nacimiento. Otra fecha significativa en el calendario en clave macondiana será el próximo 17 de abril, cuando se cumplirán nueve años de su muerte.

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