Dice la familia que gestiona la Torre Bellesguard que es uno de los monumentos «menos conocidos» de la obra del arquitecto Antoni Gaudí. El maestro del modernismo cogió este recinto, abandonado hasta 1900, para levantar una especie de chalet estival que ahora reina a los pies del Tibidabo. El edificio es una reinterpretación del estilo gótico y cuenta con elementos inéditos como un vitral que, en Navidad, proyecta un óculo perfecto entre las columnas del recibidor. Del tejado sobresale un pináculo muy alto parecido a las que coronan la Sagrada Familia. Símbolo de modernismo y catalanidad, el pilar subsistió en las garras del franquismo.
El pináculo se culmina con una cruz de seis puntas, en honor a la cruz de la corona de Aragón. Según explicaron los gestores del espacio al TOT Barcelona, cuando visitó el recinto a finales del año pasado, la estrella de la torre es solo una de las muchas, decenas por no decir cientos, que hay repartidas por la casa. La estrella centra todas las miradas, que en cuestión de segundos, eso sí, quedan atrapadas por el colorido de una bandera que hace de ‘acotxadora’ castellera. La bandera catalana es visible desde diferentes puntos, lo que molestaba el franquismo. El dictador obligó a taparla y el pináculo se pintó de gris. Y de gris se mantuvo hasta el año 1985. La resiliencia de este pináculo ha permitido, prácticamente medio siglo después, que la bandera vuelva a lucir. Más ahora después de la restauración que afrontó el espacio el pasado año.
El centenario de Gaudí, punto de inflexión de Bellesguard
La Torre Bellesguard es uno de los símbolos catalanistas más importantes de Gaudí. No solo por la resiliencia de la bandera, sino también por los guiños que la arquitecta dio al rey Martín el Humano, el último de la dinastía de Barcelona. El monarca vivió en este recinto, años antes de que Gaudí lo reinterpretara, lo que le inspiró. Ahora, la Torre Bellesguard se ha convertido en un museo. Poco a poco va dando pasos, adaptándose a la nueva tesitura y reformando lo que tiene pendiente. La idea es tenerlo todo listo de cara al centenario de la muerte de Gaudí, en 2026, para situarse como atractivo turístico de primer orden.