Los usuarios habituales de la línea L4 del metro de Barcelona que durante estas últimas semanas hayan pasado por la estación de Urquinaona probablemente habrán detectado que esta ha sufrido un cambio de piel. En concreto, los operarios de Transportes Metropolitanos de Barcelona (TMB) procedieron a finales del pasado mes de mayo a retirar el falso techo que cubría buena parte de la vuelta que se extiende por encima de los andenes, dejando de este modo al descubierto una parte de las instalaciones que había quedado escondida durante décadas.
El entramado de baldosas que ahora se puede observar en la céntrica estación barcelonesa, ubicada bajo la Via Laietana entre las calles de Fontanella y de les Jonqueres, es el techo original que se construyó cuando se abrieron los túneles del Grande Metropolitano, la primera línea de ferrocarril metropolitano de la capital catalana que se inauguró el 30 de diciembre del 1924 y que este año celebra su primer siglo de historia. La estación de Urquinaona formaba parte de un antiguo ramal de este recorrido -precursor de la actual línea L3- que se puso en funcionamiento dos años después y que perteneció a esta red hasta el 1972, cuando se cerró el ramal y se reabrió un año después ya bajo la denominación de línea L4.

La vuelta de cerca de doce metros que cubre los andenes durante sus setenta metros de longitud presenta un bastante buen estado de conservación, a pesar de haber sido tapada durante años por unos plafones a modo de falso techo. Su color grisáceo desgastado y las clapas que muestran las diferentes intervenciones que se han hecho para consolidar la estructura original contrastan con el aspecto colorido y moderno que presenta el andén en sí, marcado por este color amarillo intenso que identifica la L4. Todo ello parece configurar una especie de pequeño espejismo de los orígenes de la estación y permite al usuario hacerse una idea de cómo eran las primeras estaciones de la red del metro de la capital catalana antes de su modernización.

Los murales cerámicos desaparecidos
Varios usuarios del metro han publicado a través de las redes sociales fotografías de este techo original que ha quedado al descubierto. Ahora bien, este no es el único vestigio de aquellas líneas del subsuelo tempranas que se puede ver a la estación de Urquinaona. Albert Guillaumes, un ingeniero técnico de profesión interesado en el mundo del transporte público, ha aprovechado la ocasión para hacer una pequeña investigación que ha compartido con sus seguidores sobre los murales cerámicos que decoraban los piñones de los andenes que todavía se conservan en la red del metro barcelonés.
En el caso concreto de Urquinaona, la retirada del falso techo que cubre una de las vías del lado mar ha permitido comprobar que solo quedan unas pocas baldosas supervivientes en mal estado de conservación y llenas de suciedad. Ahora, habrá que esperar al desmontaje de la otra parte de estos plafones para ver si sobre la segunda vía se ha podido preservar una porción más representativa de este mural. Todo el lado montaña original fue destruido con la ampliación de los andenes que se llevó a cabo cuando el recorrido se convirtió finalmente en la L4.
Urquinaona
– Costado montaña: destruido cuando se ampliaron los andenes a ~90 m cuando se convirtió en L4, junto con el edículo.
– Costado mar: este mes se ha sacado el falso techo a la vía 1 y quedan 4 baldosas contadas, muy sucias. Faltará ver qué sale de sobre la vía 2. pic.twitter.com/ioeqggxk6e— Albert Guillaumes Marcero 🏳️🌈 (@albertgui) May 29, 2024
Un ejemplo de buena conservación de esta cerámica decorativa es el de la estación de Fontana de la línea L3, que en el lado montaña se ha podido conservar de manera íntegra. La belleza de este mural permite hacernos una idea de cómo era la decoración que estaba presente en muchas de las antiguas estaciones de la red del metro como en el caso de Urquinaona o de Lesseps, que sí que conserva una parte, pero bastante sucia y descolorida.
