Los habituales de los Encants dicen que la mejor vacuna contra el síndrome de Diógenes es pasearse por este mercado barcelonés. Las pertenencias y los recuerdos de toda una vida esparcidos por una parada a merced del mejor postor. Entre los trastos viejos y las antiguallas, sin embargo, a veces se pueden encontrar verdaderos tesoros si se sabe buscar bien. No solo nos referimos a objetos valiosos monetariamente hablando, sino también a auténticos hallazgos de un valor inmaterial incalculable que si no fuera por la mirada afilada de especialistas como la historiadora del arte Beli Artigas acabarían en muchos casos malvendidos o en la basura.
Nos situamos a mediados de abril del 2023. Durante una de las muchas escapadas que esta vecina de Sant Gervasi y autora del blog Criticart hace a este mercado de las Glorias, Artigas detecta un álbum de fotos familiares que le llama la atención. Las páginas estan llenas de retratos de personajes aparentemente desconocidos que no le dicen nada. En una de las hojas, sin embargo, hay una imagen que reproduce un paisaje que le es familiar. Se la mira con detenimiento y reconoce en primer término una casa de un estilo neoárabe peculiar con un andamio en uno de los laterales que parece indicar que se estaban haciendo obras en el momento de la captura.
La finca en cuestión era el denominado Edificio Alhambra, una construcción ubicada en la calle del Berlinés del barrio de Sant Gervasi-Galvany que detrás una fachada neomudéjar esconde un maravilloso espacio privado que replica con su estilo el patio de los Leones del emblemático monumento árabe de la ciudad de Granada. El inmueble -que fue modificado posteriormente con una remonta- hasta ahora había sido atribuido a Domènec Balet i Nadal (1844-1915), un prolífico maestro de obras barcelonés todavía bastante desconocido que diseñó varios edificios icónicos de la ciudad como la Casa Pere Llibre, el Museo de Cera, los Grandes Almacenes El Siglo o las Tres Chimeneas del Paralelo. No obstante, Artigas no solo identificó en esta fotografía a la Alhambra barcelonesa. La imagen también muestra varios edificios del barrio como la Casa Arnús (1903) o la Torre Andreu (1906), hecho que indica que la instantánea se hizo al menos después de este último año. Cómo podía ser que la casa todavía estuviera a principios del siglo XX en obras si según las fuentes oficiales se acabó de construir en el año 1875?

Un relato más viejo que los protagonistas
El hallazgo sorprendente de la fotografía llevó a la historiadora del arte a investigar por su cuenta para sacar el intríngulis de este verdadero rompecabezas. Según la información que todavía ahora podemos encontrar en la página web oficial del Ayuntamiento de Barcelona, el origen del inmueble se remonta a finales del siglo XIX, cuando un empresario alemán dedicado al mundo de la imprenta se habría instalado en la capital catalana con su mujer, una joven granadina que «sentía nostalgia de su ciudad natal». Para hacerle más amena su vida lejos de Andalucía, el marido habría ordenado construir una casa a imagen y semejanza de la Alhambra que con el paso de los años se convirtió en una comunidad de vecinos.
Esta leyenda -que explicaría la denominación de la calle donde está ubicada la finca y que recuerda al relato sobre el origen de la característica fisonomía de la localidad marroquí de Chauen- parece estar inspirada en la historia de Otto Streitberger Schmidt y Rosario Pequeño. El primero era un empresario alemán que a principios del siglo XX empieza un negocio en Jerez dedicado al diseño y construcción tanto de bicicletas como de máquinas de escribir antes de trasladarse en el 1905 a la capital catalana. La segunda era una joven nacida en Salamanca en 1876 en el seno de una familia de origen andaluz que a causa del trabajo del padre como ingeniero se mueve por varios puntos de la geografía española.

No está claro cuando se conocieron los dos, pero, alrededor de los años veinte, la pareja ya estaba formalizada y vivía en el Edificio Alhambra. Entonces, el inmueble era todavía una finca unifamiliar donde también estaba ubicada la sede del negocio del empresario, que acabó haciendo fortuna con la invención de un aparato de electromedicina que patentó. La leyenda hasta aquí se aguantaría con algunos retoques puntuales -ella no era de Granada, pero sí de origen andaluz. Ahora bien, todo salta por los aires cuando nos fijamos en las fechas de construcción de la casa. Las fuentes oficiales indican que el maestro de obras Balet i Nadal erigió el bloque en 1875, cuando la protagonista de esta historia no había ni nacido y cuando los terrenos todavía formaban parte de una extensa parcela propiedad de la familia Gil, una de las grandes benefactoras del hospital de Sant Pau. Entonces, Otto y Rosario no son la pareja que inspiró la leyenda? La respuesta es sí y no.
El arquitecto olvidado y la verdadera promotora
El primer indicio que parece confirmar la presencia del empresario alemán en esta parte de Sant Gervasi es el cambio de nombre que sufrió la vía donde todavía se erige la Alhambra. Fue el 5 de septiembre del 1907, cuando pasó de calle de Sant Ignasi a Berlín. La elección de este topónimo responde a la tendencia adoptada en aquel momento en la zona, se bautizó otra vía con el nombre de Herzegovina, por ejemplo, pero también podría ser una referencia a la nacionalidad del nuevo propietario de los terrenos, hecho que parece indicar que ya eran titularidad de Streitberger.
Esta pista inicial del rastro de la pareja se acaba de confirmar una década después. La investigación de Artigas ha permitido localizar en el Archivo Municipal Contemporáneo de Barcelona un expediente de obras con fecha del 1920 donde se pide permiso para la construcción de una casa en un solar de esta misma calle de Berlín. La petición va a cargo de Rosario Pequeño de Streitberger -que ya había adoptado el apellido del marido- y no la firma Balet i Nadal, que entonces ya hace cinco años que ha muerto, sino el arquitecto Josep Maria Sagnier, hijo del reputado constructor Enric Sagnier. En ningún caso se indica que la autorización sea para hacer la remonta de un edificio ya existente. Los planos del proyecto dibujan un inmueble de nueva creación también de estilo neoárabe con unas características prácticamente idénticas a la Alhambra.

«No hay expedientes de derribos anteriores, de forma que en este terreno antes de esta construcción no había nada», asegura la historiadora del arte, que descarta de este modo que el edificio pudiera ser un diseño original de Balet i Nadal de finales del siglo XIX, tal y como se había apuntado hasta ahora. Artigas reconoce que el maestro de obras fue uno de los primeros en sumarse al corriente neomudéjar en la ciudad, con obras como la casa Pere Llibre (1872), pero remarca que no es extraño que Josep Maria Sagnier planteara una finca de este mismo estilo, un encargo que se alejaba del perfil más clasicista que defendía su padre, que entonces ya era un arquitecto bastante reconocido, hecho que hacía que el hijo estuviera siempre bajo la sombra alargada del progenitor. «En aquella época se estaba restaurando la Alhambra de Granada. Santiago Rusiñol acaba de estar y los primeros turistas extranjeros que la visitan quedan maravillados. Aquí es cuando la ciudad andaluza empieza a convertirse en un referente de patrimonio», apunta la historiadora del arte, que ve en el diseño de Sagnier hijo un reflejo de la tendencia que imperaba en la época.
El rastro perdido
Entre los planos que figuran en los archivos municipales hay también un expediente con fecha del 1930 y que hace referencia al proyecto de ampliación de la Alhambra barcelonesa, que de la mano del arquitecto Joan Ventura Polit añade varios pisos más dándole la fisonomía que todavía conserva en la actualidad. Cómo en el permiso de obras expedido una década antes, la solicitud la firma Rosario Pequeño y no su marido, hecho que confirma que la promotora del edificio -al menos sobre el papel- fue la mujer y no el empresario alemán en un intento de curar la nostalgia andaluza de su pareja, tal y como cuenta la leyenda.

Parece ser, pues, que la familia Streitberger Pequeño -que tuvo dos hijos, en Germán y Elisa- continuó viviendo en el principal del edificio mientras que el resto de pisos fueron alquilados y eventualmente vendidos a otros propietarios. En este punto, la pista de esta saga se pierde coincidiendo con el estallido de la Guerra Civil. Solo hay una referencia posterior en 1952, cuando el primogénito consigue la nacionalidad española. Durante el último medio siglo, el rastro de la familia es una verdadera incógnita. Parece que los descendentes habrían vendido en 2012 la casa familiar ubicada en la población alemana de Pirna y construida en 1913, pero la información es muy limitada. Sin embargo, la leyenda de la Alhambra de Barcelona sí que se ha mantenido viva todo este tiempo, perpetuándose de boca-a-oreja como muchos relatos antiguos, pero desvirtuando la esencia y reproduciendo errores de manera sistemática. Quizás ahora es el momento de reescribir la historia oficial para hacer justicia a sus protagonistas.