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La voz de la joya barroca salvada de la quema en la Guerra Civil

Tras una puerta lateral que comunica con un pequeño pasillo, Juan de la Rubia se sentaba este lunes al mediodía frente a un instrumento musical excepcional. Este reputado organista ha sido el encargado de devolver a la vida el órgano de la iglesia de Sant Sever de Barcelona. «¿Cómo suena?», preguntaba el músico a uno de sus colaboradores. «Un poco desafinado», respondía este. Hacía casi una década que nadie tocaba sus teclas, que no han sido modificadas desde que Josep Boscà construyó el aparato en el año 1721, un hecho que lo hace prácticamente único en Cataluña. Tras una profunda rehabilitación que se ha extendido más de cuatro años, la reapertura de este templo de nave única ubicado en la calle del mismo nombre y justo detrás del Palau de la Generalitat ha servido como pretexto perfecto para volver a poner en funcionamiento el instrumento, cuyo mueble ya ha sido restaurado.

El órgano es solo una de las sorpresas que esconde esta céntrica iglesia barcelonesa, una joya arquitectónica de estilo barroco protegida como Bien Cultural de Interés Local (BCIL). Este templo construido entre 1699 y 1704 por el arquitecto Jaume Arnaudies y su sucesor Joan Fiter puede presumir de ser uno de los pocos del corazón de la ciudad que se salvaron de la quema durante la Guerra Civil. Lo hizo gracias a su proximidad a la Catedral de Barcelona y por órdenes directas del entonces consejero del Gobierno Ventura Gassol. Esto permitió preservar intacto no solo el conjunto en sí, sino también el espectacular retablo obra de Pere Costa, que preside el altar rodeado de pinturas de Antoni Viladomat. «En su momento, cuando la situación se descontrola y la Generalitat ve que no puede protegerlo todo, se decide blindar la Catedral. Como esta iglesia está cerca, quedó dentro del ámbito de protección de los Mossos d’Esquadra», explicaba este lunes el decano del templo magno barcelonés, Santiago Bueno, quien reconocía que esta circunstancia ha terminado actuando de arma de doble filo, ya que hizo que no se realizara ninguna gran restauración en las décadas siguientes porque había otras prioridades.

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Presentación de la restauración de la iglesia de Sant Sever / Jordi Play

A pesar de haber logrado salvar el edificio y su interior, una placa conmemorativa colocada en una pared a mano derecha, justo al traspasar el portal principal del conjunto, se encarga de recordar que el estallido del conflicto sí dejó víctimas humanas. «Se consiguió salvar el patrimonio, pero no a las personas», precisaba en la reinauguración de la iglesia el padre Robert Baró, director de patrimonio del Arzobispado de Barcelona. En este panel colocado en mayo de 1952 figuran los nombres de los dos reverendos y el sacristán que fueron ajusticiados en 1936 a las puertas del recinto. Estos tres mártires de la Guerra Civil han sido durante décadas testigos de la degradación progresiva del templo, que a pesar de no hacer las funciones de parroquia sí tenía paradójicamente sus feligreses, que lo utilizaban para celebrar bodas y otras ceremonias. Su decadencia llegó hasta el punto de que hace una década se tuvo que cerrar al público por motivos de seguridad y a la espera de una remodelación que no pudo iniciarse hasta 2018 y que se ha completado justo hace unas semanas.

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Presentación de la restauración de la iglesia de Sant Sever / Jordi Play

Polvo, humedades y repintados

Bueno aún recuerda las condiciones en las que se encontraba el templo cuando finalmente pudieron comenzar la rehabilitación hace seis años. Entonces ya llevaba un tiempo cerrado por toda una serie de «deficiencias estructurales», a las que se sumó una plaga de termitas, que hacían imposible continuar con la actividad en el interior. «Las humedades subían por las paredes, se desprendía el yeso… Aunque nos lo pidieran, no podíamos abrir el espacio», apuntaba el decano, remarcando que esta iglesia tenía desde sus inicios «mucha devoción» que se había mantenido de alguna manera a lo largo del tiempo. Ante el enorme reto que tenían por delante, el Arzobispado de Barcelona y, en concreto, los responsables de la Catedral, de la cual depende directamente el conjunto dedicado a Sant Sever, dejaron los trabajos en manos del dúo formado por el arquitecto Joan Claudi Minguell y la conservadora de la Catedral de Barcelona, Ana Ordóñez. «Llevaba muchos años cerrada porque era peligroso. Tenía una instalación eléctrica muy antigua, la cubierta estaba en mal estado… Ha sido un trabajo muy interesante, pero también muy difícil porque constantemente aparecían cosas inesperadas», señalaba este lunes Minguell, quien subrayaba la magnificencia que proyecta el templo a pesar de contar solo con 200 metros cuadrados de superficie.

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Presentación de la restauración de la iglesia de Sant Sever / Jordi Play

La primera fase de la rehabilitación comenzó en 2019, pero se vio interrumpida por el estallido de la pandemia del coronavirus. Durante este tiempo, se trabajó en la consolidación tanto del edificio contiguo al templo como de la fachada principal y la cubierta, que se habían visto afectadas por la exposición prolongada a la contaminación atmosférica barcelonesa. En una segunda fase, el trabajo se trasladó al interior del conjunto, donde un equipo de ocho restauradoras se dejaron la piel para devolver el esplendor perdido a los diferentes elementos decorativos de la nave. Una de las intervenciones más complejas fue la restauración del retablo mayor, que se abre como el telón de un teatro al resto del conjunto y que acumulaba años de polvo y afectaciones por humedades que habían provocado el desprendimiento de los pigmentos. «Fue una actuación más compleja de lo habitual. Cuando retiramos el polvo y la suciedad, vimos que había como una capa blanca porque se repintó encima. La parte más delicada fue elegir el disolvente adecuado para poder ablandar esta capa y quitarla sin dañar la inferior, que era la original y tenía una policromía riquísima que se ha podido recuperar», afirmaba Ordóñez, quien precisó que toda esta operación minuciosa se prolongó más de un año. Si comparamos el antes y el después a través de fotografías, el cambio es plenamente palpable. De hecho, el aspecto final de la decoración nos permite hacernos una idea de la apariencia interior que debía tener la antigua parroquia de la Mare de Déu de Betlem, ubicada en la Rambla y esta sí incendiada durante la Guerra Civil.

Presentación de la restauración de la iglesia de Sant Sever con Ana Ordóñez, restauradora / Jordi Play

Precisamente, una de las grandes dificultades de todo el proceso de restauración fue determinar qué partes del conjunto habían sido modificadas durante la remodelación más significativa que sufrió la iglesia, que tuvo lugar en 1911 bajo la dirección del arquitecto Josep Maria Pericas. Más allá de actuar en la fachada y de repintar las figuras del retablo, que ahora ya han recuperado sus colores y líneas originales, durante estos trabajos -los últimos antes de los iniciados hace seis años- también se cambió el color de una parte del techo, que inicialmente tenía una serie de esgrafiados azulados que se sustituyeron por un color crema menos oscuro. Como testimonio de este cambio, los restauradores han dejado al descubierto una pequeña parte del techo con el color original, mientras que han mantenido el aspecto modificado hace un siglo en el resto. Durante esta profunda restauración también salieron a la luz bajo la cubierta de la iglesia un conjunto de vigas de madera con restos de policromía que podrían datarse del siglo XIV. Además, en la segunda fase, se trabajó en las claves de bóveda del techo, que culminan con la cúpula que presiden dos figuras de Sant Sever y Sant Medir -el otro santo barcelonés por excelencia-, y se rehabilitaron las tribunas de madera con plata dorada del escultor Jeroni Escarabatxeres, donde en un futuro próximo se podría volver a colocar un coro que acompañe la música del órgano.

Presentación de la restauración de la iglesia de Sant Sever / Jordi Play

Restauración millonaria para reabrirse a los barceloneses

La profunda rehabilitación de la iglesia de Sant Sever ha costado más de 1,9 millones de euros, la mayoría de los cuales financiados por la Catedral. El Departamento de Cultura de la Generalitat ha participado a través de una subvención de 200.000 euros. La previsión es que el conjunto tenga jornadas de puertas abiertas los días 11, 13 y 15 de febrero, momento que la ciudadanía podrá aprovechar para conocer esta joya barroca para muchos desconocida. Los feligreses más fieles también tendrán la oportunidad de reencontrarse con su templo de cabecera y que se retome la celebración de bodas y otras ceremonias. Eso sí, «sin dificultar el culto», insistía Bueno.

A pesar de que el acto oficial de reinauguración del conjunto tuvo lugar este lunes al mediodía, la iglesia ya había abierto las puertas de forma excepcional solo unos días antes. Fue el 1 de febrero, cuando se celebró en el interior una boda, la primera desde hacía más de una década. Los protagonistas fueron una pareja que conocían el templo y que les hacía mucha ilusión poder hacer la ceremonia en este espacio. Toda una declaración de intenciones de un conjunto que después de años de ostracismo parece ponerse de nuevo a disposición de los barceloneses. Y pronto, con el órgano restaurado y afinado, recuperando así la voz original de Sant Sever.

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Presentación de la restauración de la iglesia de Sant Sever / Jordi Play

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