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La patrona olvidada y el letargo de la última ermita de Montjuic

Dice la leyenda que Santa Madrona nunca quiso marcharse de Barcelona. Los despojos de esta mártir de origen griego llegaron a la capital catalana en algún momento antes del siglo XV en el barco de unos comerciantes franceses que iban hacia Marsella. Una fuerte tormenta les llevó a refugiarse en la antigua playa de Sant Bertran, a los pies de la montaña de Montjuic. Probaron de retomar la ruta en varias ocasiones, pero cada intento resultaba inútil: un nuevo temporal rizaba el mar y les obligaba a volver a tierra firme. Los navegantes se tomaron este infortunio como un deseo expreso de Santa Madrona de quedarse en la ciudad y decidieron fundar una ermita en su nombre reaprovechando una vieja construcción dedicada hasta entonces a Santo Fruitós.

Así es como la tradición popular explica el origen de la primera ermita de Santa Madrona en Montjuic, de la cual se tiene referencia desde el 1403. A pesar de pasar a lo largo de los años por las manos de varias órdenes religiosas como los capuchinos, los franciscanos o los servitas, la pequeña capilla sobrevivió hasta el siglo XVII como parte del gran convento que se estableció en la montaña barcelonesa hasta la Revolta dels Segadors, cuando fue prácticamente destruido durante el conflicto. Poco después, la iglesia sería reconstruida y quedaría una vez más en ruinas en 1713 durante el asedio que la capital catalana sufrió en el marco de la Guerra de Sucesión. El edificio volvió a erigirse finalmente cuatro décadas más tarde y así resistiría hasta nuestros tiempos gracias a varias restauraciones que tuvieron lugar durante el siglo XX, conservándose como la última parroquia superviviente de las muchas que poblaron Montjuic.

Mapa del siglo XVII de la montaña de Montjuic donde se hace referencia a la capilla de Santa Madrona, todavía bajo dominio de los capuchinos / Archivo Histórico de la Ciudad de Barcelona
Mapa del siglo XVII de la montaña de Montjuic donde se hace referencia a la capilla de Santa Madrona, todavía bajo dominio de los capuchinos / Archivo Histórico de la Ciudad de Barcelona

Una capilla blindada por el Demonio

Desde la celebración de la Exposición Internacional del 1929, la capilla ha formado parte de los terrenos prácticamente blindados del Palauet Albéniz, una finca de propiedad municipal que ha sido utilizada en múltiples ocasiones como alojamiento por parte la monarquía española. Este uso real esporádico no había conseguido evitar que al menos una vez al año se abriera la valla para celebrar en la ermita el aplec de Santa Madrona y la tradicional misa el cuarto domingo después de Pascua, una festividad que a pesar de la decadencia general de muchas de las tradiciones religiosas se había mantenido en cierto modo arraigada en la ciudad, concretamente en el barrio del Poble-sec. Sin embargo, desde el estallido de la pandemia del coronavirus, este encuentro se ha tenido que celebrar en el exterior de la iglesia a causa de un gran socavón que no permite que los feligreses puedan acceder con seguridad al interior, que también se encuentra en un mal estado de conservación.

«Uno de los relatos populares que hemos podido recuperar dice que el Demonio, enfadado por la devoción que la ciudadanía tenía por Santa Madrona, creó un gran agujero en la entrada de la ermita para que nadie pudiera entrar. Es casi como si la leyenda se hubiera hecho realidad», señala Júlia Costa, escritora y miembro del Centro de Investigación Histórica del Poble-sec (CERHISEC). Costa lamenta que tres años después todavía no se haya podido resolver el problema con el socavón, pero reconoce que tampoco ha habido una gran presión por parte de las entidades vecinales para conseguir la reapertura del espacio. «Santa Madrona llegó a estar al mismo nivel de Santa Eulàlia y el Consell de Cent la hizo copatrona de la ciudad en 1564 por voto popular. De hecho, Madrona fue uno de los nombres más puestos en Barcelona hasta el siglo XIX, pero con la caída de la religión se fue perdiendo el culto», apunta.

Ermita de Santa Madrona, a los Jardines del Palacio Albèniz, a la muntyanya de Montjuic.
La ermita de Santa Madrona, en los Jardines del Palacio Albéniz, en la montaña de Montjuic / Jordi Play

La tercera patrona que sobrevive en el Poble-sec

El paso del tiempo ha ido relegando la protagonista de esta historia a la posición de tercera patrona en discordia después de la Mercè y Santa Eulàlia. Si en muchos barrios se ha recuperado la figura de la segunda mártir como verdadero icono histórico de la capital catalana, Santa Madrona es sin duda la gran olvidada de las tres. Solo en el Poble-sec se ha preservado ligeramente esta veneración, que se hace presente en la zona principalmente a través del nomenclador, pero que es tan solo un ápice del apogeo de la patrona. La plaza de Santa Madrona, la iglesia de Santa Madrona o el Portal de Santa Madrona, la única entrada que se conserva de la muralla de la Barcelona medieval y donde empezaba el camino que comunicaba con el antiguo convento de Montjuic, son algunos ejemplos.

Imagen de un retablo donde aparecen las figuras de Santa Madrona (izquierda) y Santa Eulàlia (derecha) / Cedida
Imagen de un retablo donde aparecen las figuras de Santa Madrona (izquierda) y Santa Eulàlia (derecha) / Cedida

La agrupación de entidades de este barrio impulsó precisamente este 2023 la celebración de la primera edición de las Fiestas de Santa Madrona, que tuvo lugar del 11 al pasado 19 de marzo y que buscaba reivindicar la figura de la tercera patrona de la ciudad con toda una serie de actividades de cultura y tradición popular. Esta iniciativa es una muestra que el recuerdo de la mártir no ha caído completamente en el olvido, sino que todavía está presente en el corazón de los vecinos del Poble-sec. Desde el CERHISEC han organizado a lo largo de los años varias charlas divulgativas sobre la leyenda y trayectoria de Santa Madrona y han recuperado también la memoria de la procesión que muchas jóvenes del barrio realizaban antiguamente por el día de la patrona, cuando se vestían de peregrinas con una larga túnica con conchas incrustadas, una esclavina y un sombrero de ala ancho y avanzaban por las calles de la ciudad hasta la Catedral de Barcelona acompañadas de un bastón de donde colgaba una calabaza.

Castigo por el culto perdido

A la espera de conocer hasta cuando se alarga el letargo de la última ermita de la montaña barcelonesa, Costa reconoce que este carácter privado de la capilla -su ubicación dentro de los jardines del Palauet Albéniz ha hecho que solo se haya podido acceder con cuentagotas- ha sido clave para garantizar su preservación hasta nuestros tiempos. «Montjuic ha cambiado mucho a lo largo de los siglos. Hasta no hace tanto estaba lleno de canteras y también existían las barracas. Todavía ha sido una suerte que quedara cerrada. Si se hubiera podido acceder fácilmente, a saber en qué condiciones estaría», remarca.

Sobre el agravio histórico que ha sufrido la patrona y la voluntad de recuperación de su figura que se está llevando a cabo desde varias entidades del Poble-sec, la escritora vuelve a evocar la leyenda de la mártir para dejar un apunte sobre la mesa: «Santa Madrona fue muy popular para pedir lluvia. Estaba relacionada con la sequía y, por eso, todavía se conserva el culto en muchos lugares de la Cataluña más seca. Quizás sería un buen momento para recuperarlo aquí».

Ermita de Santa Madrona, a los Jardines del Palacio Albèniz, a la muntyanya de Montjuic.
La ermita de Santa Madrona, en los Jardines del Palacio Albéniz, en la montaña de Montjuic / Jordi Play

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