El barrio de Sant Antoni tiene una nueva tienda. El establecimiento está ubicado en los bajos del número 68 de la calle de Manso y ofrece todo tipo de ropa de mujer a precios muy económicos. En un barrio que sufre los efectos devastadores de la gentrificación, esta apertura debería ser una buena noticia, ya que los precios planteados para los productos son asequibles para los vecinos y no parecen inflados ni destinados a un público mayoritariamente turista, aunque en algunos carteles exteriores se puede leer la palabra new en inglés. Sin embargo, este negocio está ubicado en el local que durante 109 años ocupó la histórica mercería Casa Gallofré.
Del emblemático establecimiento fundado en el año 1914 por Miquel y Josep Gallofré -que bajó definitivamente la persiana hace justo un año asfixiado por un alquiler cada vez más prohibitivo– solo queda la apariencia exterior. Se mantiene el letrero original de la mercería, los escaparates de madera y la placa que lo acreditaba como uno de los negocios históricos de la capital catalana. El resto ha sido completamente arrasado. Las altas estanterías y el mostrador de madera. El despachito protegido por vidrieras que se utilizaba para las tareas de contabilidad y el suelo de baldosa hidráulica. No queda nada de nada.
En su lugar encontramos una única estancia donde destacan las paredes completamente blancas sin artificios y prácticamente sin ningún accesorio o decoración más allá de la ropa colgada. El suelo es de baldosas grises y el local, en vez de estar separado en diferentes espacios, tiene continuidad desde la entrada hasta el fondo, donde se ensancha un poco. Hay varios stands y la caja presidida por un mueble también completamente blanco se encuentra entrando a mano derecha. En el interior del establecimiento no queda absolutamente ningún rastro de la actividad que se llevó a cabo durante más de un siglo y hasta finales del mes de febrero del 2024.

Un trozo de la mercería en el Pallars
Cabe recordar que no todo el recuerdo de la antigua Casa Gallofré se perdió con la entrada de los nuevos inquilinos al local. Una parte del mobiliario y de los elementos característicos de la tienda pervive en las Tiendas Museo de Salàs, una colección con dos décadas de historia que consiste en una serie de espacios donde se recrean negocios en muchos casos en extinción que van desde la segunda mitad del siglo XIX hasta los finales del franquismo. En concreto, los responsables de esta iniciativa -que se encuentra en Salàs de Pallars, un pequeño pueblo del Pallars Jussà de poco más de 300 habitantes- se llevaron tres o cuatro lámparas, los utensilios y material de mercería más viejo que tenían en el almacén, cajas de calcetines y botones, un aparato de envolver y algunos carteles típicos del negocio, entre otros. Estos objetos han contribuido a completar dos de la decena de estancias que ya tienen musealizadas.



