La recuperación de la capilla gitana de la Model ha sido todo un milagro. Desde 1998, cuando la entonces consejera de Justicia, Núria de Gispert, acordó con el director de la prisión cubrir completamente las pinturas alegando motivos de higiene, y durante casi tres décadas, el estado de conservación de la obra que el dibujante, poeta y activista Helios Gómez pintó a mediados del siglo pasado en la primera de las celdas destinadas a los presos condenados a muerte ha sido una verdadera incógnita. De hecho, se llegó incluso a decir que las escenas habían desaparecido completamente y que bajo la capa de pintura no quedaba ni rastro. Con este escenario nada prometedor se pusieron a trabajar los técnicos del Centro de Restauración de Bienes Muebles de la Generalitat de Catalunya (CRBMC) a finales de 2024 para intentar lograr esta hazaña extraordinaria.
El primer rayo de esperanza llegó con las prospecciones y análisis preliminares, que determinaron que sí había pintura bajo las capas aplicadas posteriormente y que se podía llegar hasta el trazo original. Ahora bien, el equipo encabezado por el restaurador Pere Rovira no esperaba poder recuperar en tan buen estado la obra dibujada hace ocho décadas y cubierta durante casi tres. En una rueda de prensa celebrada el miércoles desde la Model, la directora del CRBMC, Mireia Mestres, reconocía que esta segunda fase sobre el terreno había sido un proceso “lentísimo” y mucho más difícil de lo que esperaban inicialmente, requiriendo la utilización de diversas técnicas como la aplicación de disolventes acuosos para poder retirar de manera quirúrgica cada milímetro de pintura sobrante. El resultado, sin embargo, ha sido magnífico, ya que se ha podido recuperar prácticamente la totalidad de la imagen de la virgen con el niño Jesús sosteniendo un molinillo de viento y varios de los compañeros de prisión de Gómez caracterizados a sus pies.

Un techo inédito con relieve inesperado
A pesar del extraordinario estado de conservación de la escena, esta no fue la gran sorpresa que se llevaron los restauradores durante este proceso que se ha alargado cerca de seis meses. Cuando empezaron a quitar las capas que cubrían el techo, se encontraron con una parte de la obra de Gómez que hasta ahora era desconocida. En el espacio central de la celda, apareció un círculo celestial en color amarillo y blanquecino con una cruz en medio y dos imágenes de uvas y trigo a ambos lados. Rodeando esta imagen, un cielo azul que cambia su tonalidad a medida que desciende hasta el suelo de la habitación donde destacan unas estrellas que tienen un brillo peculiar. Hasta ahora no se tenía constancia ni ningún testimonio gráfico de este cielo estrellado coronado por el círculo celestial, pero tampoco de la intrahistoria que esconden estas estrellas.

Se da la circunstancia de que las estrellas no fueron pintadas, sino que fueron pegadas a modo de collage por el artista. Concretamente, Gómez utilizó el envoltorio de papel de estaño de las chocolatinas que las familias llevaban a los presos para recortar estos cuerpos celestes. Los mismos internos entregaban los papeles al pintor una vez se habían acabado el dulce para que pudiera continuar con la obra y así dotar de más brillo al oratorio que le había encargado decorar el sacerdote del centro, el mercedario Bienvenido Lahoz.
