La ampliación del parque de la Pegaso, una reclamación vecinal histórica que el ejecutivo de Jaume Collboni ha integrado en su plan para transformar “retales olvidados” en zonas verdes, amenaza los pocos reductos de historia que aún quedan en la Sagrera. Por ahora, el ejecutivo solo ha derribado las fincas afectadas en la primera fase de la ampliación, la única que está previsto ejecutar en este mandato. Las casas derribadas no tienen un gran valor arquitectónico, pero sí elementos históricos relevantes que los vecinos no saben dónde están. Son unas placas metálicas de antiguos seguros que estaban fijadas en la fachada y los soportes de la catenaria del antiguo tranvía. El Ayuntamiento de Barcelona asegura al Tot Barcelona que las ha guardado, aunque no concreta qué hará con ellas. En todo caso, los historiadores aprovechan igualmente esta situación para pedir al distrito que actualice el catálogo de patrimonio histórico de la Sagrera con la mirada puesta en la segunda fase.
Esta nueva fase afecta cuatro casas habitadas que habría que expropiar y una de ellas es la que más preocupa, es icónica porque tiene elementos decorativos del arquitecto Domènech i Montaner. Por eso el tejido asociativo del barrio ha solicitado analizar los elementos patrimoniales que se esconden en este tramo de calle antes de que comiencen las obras, previstas ya para el próximo mandato y que deberían transformar el eje de la calle Gran de la Sagrera que une Portugal con la entrada a la antigua fábrica. En este sentido, el historiador Joan Pallarès recuerda que la finca está afectada desde el 28 de abril de 1970 por el plan de urbanismo del traslado de la fábrica de la Pegaso a la Zona Franca. “Cuando se diseñó el plan, esta casita y las otras quedaron en un área catalogada de zona verde, pero en 1985 [cuando se inauguró el parque] allí vivía gente y el Ayuntamiento decidió hacerlo más adelante, porque ya tenía suficiente terreno para hacer un buen parque”, explica.

La finca modernista que ahora preocupa era propiedad del doctor Bonaventura Gisbert, toda una institución en el barrio y padre de la activista y referente vecinal Núria Gisbert, que heredó la finca. “La casa tenía elementos diseñados por Domènech i Montaner. Algunos elementos, sobre todo unos que había en el jardín, desaparecieron; las malas lenguas dicen que están ahora en una casa de Sant Gervasi. Algunos elementos creo que ya no están, porque la finca se ha deteriorado mucho, pero sigue teniendo el valor de una casa modernista, y no tenemos tantas en la Sagrera”, comenta Pallarès, que en nombre de la entidad de historiadores La Sagrerenca pide conservar “al menos la estructura”.
Como Pallarès, que reconoce que “el modernismo nunca ha estado en la agenda en la Sagrera”, las entidades de historia tampoco magnifican el significado de la casa afectada en sus estudios. En todo caso, se recuerda que el poco legado modernista que podría haber en el barrio se ha desmoronado. Apenas queda algún ejemplo más, posiblemente más discreto, en la calle del Pacífic, a escasos metros del parque. “De ahí la importancia de poder estudiar esta opción”, insiste Pallarès. “Yo creo que no afecta el proyecto; la casita se puede perfectamente incorporar como un elemento más del parque. Siempre hay espacios para las herramientas de los jardineros o cualquier otro elemento. Seguro que se le puede dar una utilidad. Se puede hacer feliz a todo el mundo, porque, además, hay margen porque la fase segunda todavía no ha de comenzar”, concluye el historiador.

La Asociación de Vecinos, abierta a estudiar su conservación
Agustí Carrillo, de la Asociación de Vecinos de la Sagrera, también pide “estudiar su conservación”. En este caso, con matices respecto al grupo de historiadores. Carrillo recuerda que “el problema es que no está catalogada” y que “han pasado tantas entidades y empresas por ahí dentro que no sabemos el estado real ni si realmente vale la pena conservarla”. En todo caso, desde la entidad vecinal han pedido al distrito que contacte con la familia Vidal-Gispert, todavía propietarios, “para poder hacer un estudio que determine qué valor patrimonial tiene”.
“Si el informe es favorable, como entidad estamos a favor de que se conserve. Seríamos los primeros en defender que se quedara allí un edificio que conserva parte de nuestra historia”, comenta el vecino. Desde la entidad vecinal no ven mal que la finca modernista se reconvierta en un equipamiento para el barrio o en oficina pública. Carrillo ve bien indultar la casita decorada por Domènech i Montaner, pero pide no convertirla en un reducto polémico que retrase la segunda fase de obras, que por ahora el Ayuntamiento ha dejado para el próximo mandato. “El resto de casas es cierto que están ocupadas y bien conservadas, y que hay que ver qué solución se adopta, pero sí que nos gustaría que se convirtieran en una zona verde”, concreta.

La Asociación de Vecinos es la principal impulsora de la zona verde, una reivindicación histórica que quedó a medias cuando la Pegaso se fue de la Sagrera. Décadas después, el parque sigue siendo el mismo que el de 1985. “Han puesto todos los colores políticos y la idea siempre era la misma: que todas las expropiaciones, de la fase primera y también de la segunda, se tenían que hacer a la vez. Era una excusa que ya les iba bien para no avanzar. Pero ahora, supongo que viendo que la situación era de ruina total y que están obligados a quitar la uralita, han decidido tirar las primeras casitas al suelo”, resume Carrillo.
Ahora bien, el vecino es poco optimista con la segunda fase y cuestiona que las prioridades en el parque no han sido las de los vecinos. “Si han tardado 40 años en este trocito [la fase que ahora está en obras], imagínate el otro”, exclama. A pesar de la majestuosidad del parque, que es de facto el gran pulmón verde del barrio y gran zona de estancia, con áreas de juego, de paseo y un gran lago, los líderes vecinales critican cómo se ha gestado los últimos cuarenta años desde el adiós de la Pegaso. Carrillo recuerda el “pelotazo urbanístico” que se hizo con Hipercor, que encima tiene tres edificios de catorce plantas, y que tuvieron «que luchar mucho” para que el consistorio aceptara construir una escuela. Actualmente, entre el parque y el Hipercor, están la escuela Pegaso y el instituto Príncep de Viana, ambos públicos.

Presión política al distrito
La presión vecinal se ha trasladado a la sede del distrito. Los Comuns, que gobernaron ocho años en Sant Andreu, han pedido al ejecutivo socialista dirigido por la regidora Marta Villanueva que “modifique el catálogo de patrimonio histórico” de la Sagrera. El consejero José Luis Muñoz teme que “lleguemos tarde” y, previendo que la segunda fase de la ampliación tardará en llegar, pide ir trabajando en las tareas técnicas: informes o estudios como, por ejemplo, el que necesita la casa de los Vidal – Gisbert para saber si se debe proteger. La finca actualmente está alquilada a un centro cultural de capoeira. Respecto a los elementos patrimoniales que se han retirado durante la primera fase, Muñoz, que también es historiador, mantiene que “no se trata de conservarlo todo, pero sí aquellos elementos clave”.
