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La historia real del convento del mar que desapareció en Barcelona

Antes de Santa Maria del Mar, otro conjunto eclesiástico barcelonés podría haber opositado para ganarse esta coletilla vinculada a la costa que baña la capital catalana. Los franciscanos desembarcaban en la ciudad a principios del siglo XIII siguiendo los pasos de Francisco de Asís, quien según la tradición popular cruzó el territorio catalán camino de Santiago de Compostela, alojándose unas noches en el hospital de Sant Nicolau de Bari, ubicado en los terrenos de la actual plaza del Duc de Medinaceli. Fue en este lugar donde la orden religiosa decidió construir su sede y así nació el conocido como convento de Sant Francesc.

El momento de apogeo de esta rama rupturista de la Iglesia llevó a la comunidad a establecerse rápidamente como uno de los puntos neurálgicos del cristianismo en la ciudad y durante los primeros años recibieron copiosas donaciones por parte de muchas de las familias acomodadas locales. Tal fue la ascendencia de los franciscanos que el mismo Jaime I el Conquistador asistió a la ceremonia de inicio de obras para la ampliación del recinto religioso, que fue absorbiendo poco a poco terrenos cedidos por el antiguo ducado de Cardona contiguos a la muralla de Mar. Con los años, el convento acabó siendo el escenario donde se celebraron varias cortes reales y también dio sepultura a una parte relevante de la monarquía de la época.

Las pinturas y dibujos que todavía se conservan muestran como el conjunto presidió durante casi 600 años el frente marítimo barcelonés, levantándose imponente como uno de los grandes edificios de la ciudad y destacando por su bella factura en un estilo gótico todavía temprano. Así fue hasta principios del siglo XIX, cuando la orden de suprimir las congregaciones religiosas del régimen español y las revueltas populares dejaron muy tocada a la comunidad, propiciando la desamortización del recinto y su posterior derribo en 1837.

El convento de Sant Francesc con la montaña de Montjuic de fondo en un dibujo de Josep Mosterin (1830-1860) / Archivo Histórico de la Ciudad de Barcelona
El convento de Sant Francesc con la montaña de Montjuic de fondo en un dibujo de Josep Mosterin (1830-1860) / Archivo Histórico de la Ciudad de Barcelona

Ruinas que perviven bajo el asfalto

Dos siglos después de su desaparición, las obras de reforma del tramo final de la Rambla hicieron aflorar el pasado mes de agosto algunos restos del viejo convento de Sant Francesc que sobrevivieron a la demolición. Según la información facilitada por el Servicio de Arqueología de Barcelona, las ruinas localizadas corresponden al amplio espacio que ocupaban los jardines y los campos de cultivo de las instalaciones, donde destaca por encima de todo el hallazgo de una noria de piedra en un estado excepcional de conservación. Este mecanismo -que permitía proveer de agua a los jardines del conjunto- todavía preserva el eje de piedra donde se colocaba la rueda de madera para extraer el contenido del pozo, que todavía hoy en día conecta con una corriente de agua subterránea.

Estos últimos vestigios del recinto se encuentran flanqueados por las ruinas del semibaluarte de Drassanes, una construcción defensiva erigida a finales del siglo XVIII para proteger la muralla moderna de la ciudad y que, en este punto concreto, servía para blindar el edificio de los Astilleros Reales por la parte que da actualmente a la Rambla. Esta especie de escudo era junto con el Baluarte del Rey una de las once grandes fortificaciones perimetrales que rodeaban la Barcelona medieval y que fueron derribadas durante el siglo XIX con el objetivo de abrir la ciudad al mar.

Los escombros del convento de Sant Francesc y del semibaluarte de Astilleros que se han encontrado en la Rambla / Ayuntamiento de Barcelona
Los escombros del convento de Sant Francesc con la noria y restos del semibaluarte de Drassanes encontrados en la Rambla / Ayuntamiento de Barcelona

Altas esferas y panteón real

La impronta de este majestuoso convento, sin embargo, todavía es presente en el día a día de la ciudad a través del nomenclador. Vías como el pasaje del Dormitori de Sant Francesc o la calle Nou de Sant Francesc evocan este pasado glorioso del conjunto y, junto con el hallazgo reciente de los restos de los jardines, permiten hacernos una idea de la exuberante cantidad de terrenos que llegaron a amasar los franciscanos en esta parte de la capital catalana. «Fue uno de los conventos más importantes de Barcelona, sin duda. No solo en el ámbito arquitectónico, como uno de los primeros grandes edificios de estilo gótico, sino también en cuanto a las dimensiones, puesto que disponía del espacio suficiente para organizar unas cortes reales», señala Gregor Siles, historiador y miembro de Tot Història Associació Cultural.

Siles considera que una de las características que indican la alta categoría del recinto es precisamente su ubicación privilegiada en una de las arterias principales de la época. «La calle Ample era una de las que tenía más prestigio de la ciudad. Era la calle de los palacios y una de las zonas centrales de Barcelona, sobre todo para la nobleza. Esto explica por qué muchos de los frailes que formaron parte de la comunidad eran de familias acomodadas. Tener un hijo franciscano estaba de moda entonces«, apunta el historiador.

El convento de Sant Francesc se puede ver entre el segundo y el tercer pliego empezando por la izquierda de este dibujo de Anton Van der Wyngaerde (1563)
El convento de Sant Francesc se puede ver entre el segundo y el tercer pliegue empezando por la izquierda de este dibujo de Anton Van der Wyngaerde (1563)

Sin embargo, la relación del convento con la alta esfera barcelonesa y catalana todavía va más allá, puesto que muchos de los miembros de las grandes alcurnias de aquellos tiempos pidieron ser enterrados en las instalaciones, junto con una parte de la monarquía. Este uso como panteón real es el otro gran rasgo diferencial que subraya la importancia del conjunto en un momento donde la mayoría de los miembros de la corona recibían sepultura en los monasterios de Santes Creus o de Poblet. Solo en este recinto se enterraron dos reyes, Alfonso II y Alfonso IV el Benigno (los despojos del cual fueron trasladados después a Lleida), y cuatro reinas: Constanza de Sicilia, María de Chipre, Sibila de Fortià y Eleonor de Chipre.

El ocaso del convento: hospital, prisión y desaparición

La decadencia de Sant Francesc que culminó con su desaparición se explica a partir de la inestabilidad política y social que se vivió durante el trienio liberal (1820-1823) en todo el Estado y principalmente en Barcelona. Fue en esta época cuando los monjes se vieron forzados a abandonar el convento, que se utilizó entonces como cuartel militar. Cuando pudieron volver en 1828, la comunidad ya no disfrutaba del esplendor de los siglos pasados, pero resistió hasta el 1834, cuando la grave epidemia del cólera obligó a utilizar las instalaciones provisionalmente como hospital. Solo un año después, el conjunto sufrió un incendio durante una de las múltiples revueltas populares de la época y acabó finalmente desamortizado para utilizarlo como prisión.

Con el derribo del recinto en el año 1837, los franciscanos se quedaron definitivamente sin la que había sido hasta entonces su gran sede en la capital catalana y la ciudad perdió un pedazo de su historia. «Barcelona tenía demasiados conventos e iglesias en aquella época. El criterio de entonces no es el mismo que en la actualidad y se priorizó la necesidad de abrir espacios para dar cabida al exceso de población. La desaparición de Sant Francesc fue una pérdida de patrimonio muy importante«, lamenta Siles, que considera que las instituciones tendrían que apostar por hacer valer la importancia histórica del conjunto para evitar que caiga en el olvido.

El convento de Sant Francesc en escombros durante las tareas del escombro en un dibujo de Josep Mosterin (1830-1860) / Archivo Histórico de la Ciudad de Barcelona
El convento de Sant Francesc en escombros durante las tareas del escombro en un dibujo de Josep Mosterin (1830-1860) / Archivo Histórico de la Ciudad de Barcelona

Patrimonio salvado del derribo

A pesar de la demolición de las instalaciones, una parte de la memoria del convento todavía pervive gracias a una serie de veinte cuadros de grandes dimensiones obra del artista Antoni Viladomat y Manalt. Estas pinturas al óleo -que decoraban el claustro mayor del recinto y narran la vida de San Francisco de Asís- se pudieron salvar del derribo y actualmente se exponen en el Museo Nacional de Arte de Cataluña (MNAC). El Centro de Recursos para el Aprendizaje y la Investigación (CRAI) Biblioteca de Fondo Antiguo de la Universitat de Barcelona (UB) también conserva una colección de cerca de 4.200 documentos que se guardaron con la marcha forzada de los monjes.

Precisamente, la exclaustración de la comunidad franciscana dejó a merced de los ladrones las tumbas de los miembros de la realeza enterrados en Sant Francesc. Muchas sepulturas fueron violadas, así que finalmente se apostó por trasladar los despojos en sacos a la Catedral de Barcelona. Después de varios cambios de ubicación dentro del conjunto eclesiástico, los restos todavía hoy en día son visibles dentro de unas urnas en uno de los muros que flanquean el altar mayor.

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