Barcelona siempre ha sido bohemia y extravagante, incluso, podemos decir, ha estado teñida de cierto misticismo. No es de extrañar, pues, que su pasado atesore reliquias de lo más exóticas, espacios únicos que hacían volar la imaginación. Ciertamente, la Ciudad Condal ha sido una gran capital de los ‘espectáculos más increíbles del mundo’, como rezaban los carteles de circos y parques de atracciones para el gran público.
Fue entre finales del siglo XVIII y principios del siglo XX cuando Barcelona vivió su época más esplendorosa. Además de circos ambulantes que visitaban la ciudad, los barceloneses pudieron disfrutar del arte circense de forma permanente en el Circo Ecuestre Barcelonés y el Teatro Circo Olympia. Por otro lado, los parques de atracciones, diseñados para recrear sueños y pesadillas, atraían a todo aquel dispuesto a poner a prueba su valentía.

Hasta que llegó la decadencia. Fruto de la modernización de la ciudad, que vino de la mano de los Juegos Olímpicos, estos establecimientos de magia, horror y diversión fueron desapareciendo, poco a poco, dando paso al circo contemporáneo, a otra estirpe de acróbatas, contorsionistas, equilibristas y escapistas, entre otros artistas itinerantes. Las nuevas tecnologías y la ingeniería moderna, al mismo tiempo, se tradujeron en montañas rusas menos ruidosas, y con mucha pena y también gloria, varios parques cerraron, dejando para siempre huella en el imaginario colectivo de una ciudad que se transforma pero no olvida.

¡Bienvenidos a una Barcelona antigua que quiere hacer memoria!
Barracas del “pasen y vean”
Los barceloneses ansiaban contemplar seres fantásticos y monstruosos, o personas de apariencia insólita, en estas barracas. Y es que todo aquello de interés sobrenatural encontraba su rincón en este teatro de feria, ubicado en Plaza Cataluña. Otra atracción relevante eran unos decorados que cambiaban, reproduciendo fenómenos históricos, y que fueron un precedente del cine. No obstante, ninguno de sus atractivos impidió que cerrara sus puertas en 1894.
Teatro Circo Olympia
Olympia, que inicialmente había sido concebida como un circo, fue testigo de muchas primeras veces: la llegada del charlestón a Barcelona, el jazz, obras de espectacularidad inusitada con la primera plataforma escénica móvil… También presenció óperas, zarzuelas, musicales, circo y ballets acuáticos que no tenían nada que envidiarle a Hollywood. Una oferta generosa en este teatro de Sant Antoni, el más grande que ha tenido nunca Barcelona, que el franquismo desmanteló en 1947 para aprovechar el hierro de su estructura.
Parque de atracciones de Montjuïc
La noticia del cierre de este templo del ocio para familias barcelonesas llegó un 31 de agosto de 1998. Treinta y dos años de historia diluidos en medio centenar de días. 41 atracciones, varios restaurantes, un escenario con aforo para 6.000 personas, una discoteca y una noria con vista al silueta urbana se desvanecían en el recuerdo. Las malas lenguas dicen que estaba destinado a caer en el olvido, porque el parque se construyó donde años atrás había un cementerio judío, y posteriormente, también una base importante para la defensa de la ciudad contra el bando franquista.

Atracciones Caspolino
El primer coche de choque del estado español abrió en Atracciones Caspolino, un pequeño parque de atracciones situado en la plaza de la Gal·la Placídia. Durante más de medio siglo, hasta 2005, “los caballitos” amenizaron los fines de semana de los barceloneses. Además de los coches de choque y los caballitos, billares y una churrería completaban el mini parque. El 6 de febrero de 2005, tras siete décadas de gestión familiar, este complejo que vio disfrutar diferentes generaciones de niños de la ciudad tuvo que cerrar.
