Las fiestas de Gràcia, que terminan este jueves, son unas de las más importantes de Barcelona y de las más reivindicativas en los ámbitos social y político. Este miércoles hace 50 años que un concierto de Raimon terminó con 27 detenidos. Y hace cuatro años, cuando aún estaba latente el proceso independentista, la alcaldesa Ada Colau recibió una abucheo tan fuerte, con silbidos y gritos en contra, que hicieron casi imposible seguir el discurso de la primera edil de la ciudad. La bronca fue el 14 de agosto, durante el pregón del entonces presidente de Òmnium Cultural, Jordi Cuixart, que fue ovacionado -después de ser indultado y haber pasado tres años y ocho meses en prisión- y pidió no renunciar al espíritu del 1-O. Ese año, Colau terminó llorando y, en 2022, la alcaldesa no hizo acto de presencia y el pregón estuvo encabezado políticamente por el concejal del distrito, Eloi Badia.

El genocidio de Gaza
El pregón de este 2025, protagonizado por la historiadora del arte Maria Garganté, arrancó con un clamor contra el genocidio de Gaza. En la plaza de la Vila se pudo ver la reproducción de un misil en el cual se podía leer «Basta de comercio de armas, Israel», y banderas palestinas. También hicieron acto de presencia algunos colectivos de Vallcarca contrarios al desalojo de tres fincas que el Ayuntamiento quiere derribar. Para Garganté, «celebrar» debe ser siempre «un acto de consciencia y de revuelta personal y colectiva». «La fiesta es siempre una grieta para la revuelta», dijo. Y criticó «la imposibilidad de acceder a una vivienda en condiciones justas». El alcalde Jaume Collboni, de vacaciones, no asistió al pregón, que se celebró el 14 de agosto, jueves de la semana pasada. Tampoco estuvo presente en 2023 y 2024. La concejala del distrito, la socialista Laia Bonet, recibió un buen abucheo y en medio de la plaza se desplegó una pancarta que decía: «La fiesta no molesta, molesta el PSC».
Este abucheo a Bonet se repitió en la ceremonia de entrega de los galardones a las calles adornadas, que tuvo lugar este martes por la tarde en la plaza de la Vila de Gràcia y que volvió a estar marcada por la defensa de la causa palestina -con los vecinos de la calle de la Perla uniendo una senyera con la bandera de Palestina- y el homenaje a la calle Verdi del Mig, que la madrugada del domingo vio cómo extrañamente se les quemaba la portada, ya que el informe de los Bomberos ha concluido que las causas del fuego son de origen desconocido. El premio al mejor adorno se lo llevó la calle de Progrés. Y la presidenta de la Comisión de la Fiesta Mayor, Lina López, hizo un llamado a respetar los adornos. «Atacar el adorno de alguien es atacarnos a todas nosotras«.

El miembro del Taller de Historia de Gràcia e historiador Josep Maria Comtel explica que el pregón de las fiestas de Gràcia siempre ha sido un punto para protestar y expresar cosas. El primer pregón tuvo lugar en 1986, y lo leyó la actriz Sílvia Munt en el Centre Artesà Tradicionàrius (CAT). «El pregón se hizo en diferentes lugares hasta que se oficializó en el balcón del Ayuntamiento [en la sede del distrito]. He visto protestas de toda índole. Muchos colectivos aprovechan el eco del pregón para expresar sus reivindicaciones», recuerda. Uno de los temas recurrentes últimamente ha sido la masificación turística. También la especulación inmobiliaria, presente este año en los decorados de las calles de Ciudad Real y de Lluís Vives. Pero la carga política está ligada a la misma historia de las fiestas de Gràcia. Comtel menciona varios episodios, como el hecho de que en los años 40, en los inicios del franquismo, en la calle de la Llibertat se instaló una gran jaula con las palabras «Libertad enjaulada» que terminó con represalias por parte de la dictadura.

El bicentenario de las fiestas, marcado por el atentado yihadista
Las fiestas de Gràcia celebraron en 2017 su bicentenario. El aniversario estuvo marcado por los atentados yihadistas de la Rambla y Cambrils del 17 de agosto. Las celebraciones se detuvieron, así como la entrega de premios, que tuvo lugar cuatro días después. Estuvo marcada por el recuerdo a las personas fallecidas en los atentados. Los gritos de «No tengo miedo» resonaron en la plaza de la Vila de Gràcia, con decenas de personas con las manos pintadas de blanco, tras guardar un minuto de silencio por las víctimas y lanzar globos blancos al cielo.
El origen de las fiestas de Gràcia
El sitio web Fem Gràcia recuerda los orígenes de la fiesta mayor a partir del relato que hizo el historiador Francesc Curet en el libro Muralles enllà: el 15 de agosto de 1817 tuvo lugar una procesión de los aldeanos con el propósito de devolver al convento de Jesús la imagen de la Virgen María que había estado escondida en la masía de Can Trilla durante la Guerra del Francés. El paseo terminó con bailes y meriendas populares en Gràcia «para celebrar el retorno de la imagen a su altar». Desde entonces, el 15 de agosto quedó marcado en el calendario festivo de Gràcia. Con los años, se empezaron a adornar las calles y a principios del siglo XX había docenas. En 1956, se creó la Federación y Comisiones de la Fiesta Mayor de Gràcia. El objetivo era claro: unificar las celebraciones en un mismo programa de fiestas. Y con la muerte del dictador Franco, la transición y la democracia aparecieron las asociaciones vecinales, que eran las que hacían la política, también en Gràcia, recuerda el periodista y director de L’Independent de Gràcia durante 24 años, Albert Balanzà. Históricamente, las fiestas han sido «un escenario de permisividad».

Cincuenta años del concierto de Raimon que terminó con 27 detenidos
En 2013, L’Independent publicaba un amplio artículo de Balanzà que recordaba algunos de los hechos históricos de las fiestas de Gràcia, vinculados con las reivindicaciones y la política. En 1913, la fiesta mayor tuvo lugar con muchos de los obreros de la Unión Radical en huelga. En 1935, tuvo lugar la última fiesta mayor antes de la Guerra Civil. Al año siguiente, cuando llegó agosto ya había estallado la guerra y los jóvenes de Gràcia que fueron llamados a filas –los que no murieron– no se volvieron a encontrar hasta 1939. Y el 20 de agosto de 1975, aún con Franco vivo, un concierto de Raimon en la plaza del Sol terminó con fuertes cargas por parte de la policía, dos personas heridas por arma de fuego y 27 detenidos. Comtel detalla que el origen del enfrentamiento fue la detención de uno de los jóvenes que vendían banderitas para recaudar fondos contra las penas de muerte de tres miembros del FRAP – José Luis Sánchez Bravo, Ramón García Sanz y Humberto Baena– y dos de ETA –Jon Paredes Manot, Txiki, y Ángel Otaegi– que se consumaron el 27 de septiembre de ese mismo año. Los compañeros del nuevo arrestado fueron a protestar y embistieron a la policía mientras esta pedía refuerzos, y hubo cargas y el resto de detenciones. Este miércoles, 20 de agosto, se cumplen 50 años de esos hechos.

Un neonazi apuñaló mortalmente a un joven okupa en 2004
Los hechos más graves ocurridos en las fiestas de Gràcia tuvieron lugar el 15 de agosto de 2004. Un joven okupa, Roger A. G., fue apuñalado brutalmente por un neonazi, Aitor Dávila, en el cuello. Después de estar cuatro meses en coma, Roger murió el 10 de diciembre. Dávila fue condenado a 11 años de prisión en noviembre de 2006 por la Audiencia de Barcelona. El homicidio del joven desencadenó varias protestas con disturbios y detenidos durante los meses siguientes, tanto en Gràcia como en otros puntos de Barcelona.

Los primeros años del siglo XXI, el movimiento okupa era muy fuerte en Gràcia. Balanzà recuerda que las fiestas con más disturbios fueron las de agosto de 2005, con cargas policiales prácticamente todas las madrugadas para desalojar las plazas de la Vila de Gràcia, que terminaban con destrozos de adornos, como los de la calle de Tordera. En 2019, un grupo de okupas causó destrozos en los decorados de la plaza del Nord, que representaba una reserva india norteamericana, al considerarla racista. Con los años, el movimiento okupa de Gràcia ha ganado «peso argumental», por ejemplo en cuestiones como «el drama de la vivienda», subraya Balanzà. Y, aparte de momentos puntuales, las fiestas de Gràcia se han tranquilizado y han evitado la solución de tener que tener un policía en cada esquina.
Fiestas alternativas y movimiento independentista
Más allá del programa oficial, Gràcia cuenta también con las fiestas alternativas y libertarias y las actividades vinculadas a el ateneo independentista La Torna. «Ahora, las fiestas alternativas no son tan rompedoras. Ha bajado mucho el suflé. Reivindican de una manera diferente», valora el periodista. Con una amplia huella soberanista, las fiestas de Gràcia han sido durante años escenario de importantes concentraciones independentistas, como la de 2013, cuando unas 3.000 personas unieron 14 plazas cogidas de las manos en un acto organizado por la Assemblea Nacional Catalana (ANC).