Durante décadas, los pasajeros del metro de la estación de la L3 del paseo de Gràcia vieron cómo un hombre, día tras día, durante ocho horas, cantaba ópera. Elegantemente vestido, con abrigo en invierno, y siempre con americana y corbata, Ramon Julibert entonaba arias mientras caminaba por el andén, en dirección a Trinitat Nova, y movía los brazos, con un bolígrafo BIC en las manos, como si fuese una batuta. Ramon tuvo una vida de película que el director de cine Joan Vall Karsunke plasmó en L’home del metro. Ramon murió el 5 de diciembre de 2013, a los 84 años. Joan lo había estado siguiendo con la cámara durante meses y el resultado fue L’home del metro, un documental personal y emotivo. El estreno fue en 2014, hace ahora 10 años. Los interesados pueden ver el largometraje en la plataforma Filmin, haciendo clic en el enlace.

El documental arranca con una voz en off, la del mismo cineasta, que explica que una vez que iba en metro, dos chicas, que debían tener 17 o 18 años, hablaban de Ramon. Una le decía a la otra que cuando su abuela la llevaba a la guardería, ese hombre ya cantaba en el metro. Eso significaba que Ramon llevaba en el andén del paseo de Gràcia, cantando, al menos unos 10 o 12 años. Joan no dudó en bajarse del metro e ir a hablar con él. «De inmediato se comunicó». La conversación fue más o menos así. «¿Qué haces?», le preguntó Ramon. Y Joan le respondió: «Estoy aquí, esperando el metro». Y tú?, le preguntó Joan. «Aquí, ensayando», dijo Ramon. La conversación se prolongó una media hora. Joan le planteó ir a grabarlo y Ramon no le puso ningún impedimento.
«Quería ser cantante de ópera y tener una oportunidad en el Liceu»
A Ramon, la afición de cantar le venía de pequeño. «En casa le decían que cantaba bien». Nació en Barcelona el 10 de junio de 1929 en una familia acomodada y estudió en la Salle. Ensayaba para hacer una audición en el Liceu, pero que Joan sepa nunca la hizo. «Él me decía que hacía 50 años que cantaba en el metro. No sé si fueron tantos años. No creo que estuviera allí desde los 34, pero sí es posible que su rutina de ensayo comenzara 50 años atrás». Antes de cantar en el metro, lo había hecho en el parque de la Ciutadella, pero un día se encontró un cadáver -«un fiambre«, en sus palabras- y se asustó. Escogió el metro para ensayar por su «sonoridad». «Decía que era como una bóveda y la resonancia era mejor». «Quería ser cantante de ópera y tener una oportunidad en el Liceu. Pero era un poco perezoso y los años fueron pasando. Con el tiempo, seguramente, le daba más vergüenza enfrentarse a un escenario», recuerda Joan. Sea por lo que sea, esta situación nunca se dio y Ramon continuó cantando en el metro. «Quería hacerlo perfecto. Decía que la voz salía a base de repetir. Él lo comparaba con los culturistas, a quienes les sale el músculo tras ejercitarse mucho. Con la voz pensaba que era igual». ¿Y por qué la estación del paseo de Gràcia? «Porque le gustaba». Además de esta parada, Ramon también había cantado alguna vez en la estación de metro de Poble-sec.

¿Quién era Ramon Julibert?
Según Joan, el cantante era una persona de muchas inquietudes. Había viajado mucho. Había vivido en Inglaterra y en Alemania y hablaba inglés y alemán. Tuvo muchos trabajos. Joan cita los trabajos de camionero y negocios diversos como comprar cuadros. Incluso inventó un producto para hacer crecer el cabello, tuvo «una casa de chicas» e hizo de modelo para la tienda Vinçon. Cuando Joan lo conoció, Ramon no trabajaba. «Tenía una paga social. Y cuando se le acababa, su hermano lo ayudaba. Vivía en una pensión cerca del metro de Maria Cristina y desayunaba y lavaba la ropa en el centro de personas sin hogar Assís. Una parte de la película la rodamos allí». También le gustaba gastar, «comprar postales y hacer pequeñas inversiones de papel antiguo. Iba a salas de subasta para comprar. Después decía que eso lo vendía. Algo había vendido». Pero tenía mejor ojo para comprar que para vender.

Ramon Julibert estuvo casado con dos mujeres. Con la primera tuvo un hijo y con la segunda tres, dice Joan. En un momento de la película confiesa que fue bígamo. «Estaba casado con una mujer y se casó con la otra». No tenía contacto con su familia, solo con su hermano, que era más joven que él, y sus sobrinos. Joan lo recuerda como una persona «un poco excéntrica», pero no era ningún loco. «Tenía amigos, salía a pasear, iba al Park Güell y quedaba para jugar al ajedrez».

Murió tras una operación de cataratas
El cantante, conocido con el apodo de Quixot, por su imagen quijotesca, murió cuando aún la película no se había estrenado. Lo operaron de cataratas y tuvo un paro cardíaco. Ramon no tenía buena salud y tampoco se cuidaba. Joan dice que era diabético, pero no se inyectaba. «A veces venía a verme y me enseñaba los informes médicos y pruebas que le habían hecho… Le habían recomendado no cantar porque tenía problemas pulmonares. Pero él no hacía caso». «Era un hombre libre», opina el director.

Un ícono de la Barcelona popular
L’home del metro se estrenó en la Filmoteca. También se pudo ver en los Cines Méliès, Maldà y Texas, y por ahora es lo único que queda de Ramon Julibert, un ícono de la Barcelona popular, junto con los artículos que se han escrito sobre él, una página en Facebook -que alimenta el mismo cineasta-, un perfil en la Wikipedia y el recuerdo de generaciones de barceloneses que ya tienen unos cuantos años. Después de su muerte, se lanzaron varias propuestas para rendirle un homenaje en la estación de metro del paseo de Gràcia, pero una década después no se ha hecho nada. Joan llegó a escribir a la empresa Transports Metropolitans de Barcelona (TMB) y propuso hacer una proyección de la película en el metro. Una recogida de firmas, a través de Change.org, planteó poner una escultura en el andén. Y un conductor de metro jubilado que lo conoció se conformaba con una placa y lo pidió a través de las redes sociales -la solicitud fue compartida 2.800 veces-. En declaraciones en 2016 a El Periódico, el maquinista Agustín Liébana hablaba así de Ramon: «Me sentía identificado con él. Los conductores del metro pasamos muchas horas solos en la cabina, bajo tierra. Estamos ahí, pero nadie nos ve». Y añadía: «Cuando estaba a punto de llegar a la estación de paseo de Gràcia, deseaba encontrar el semáforo en rojo para poder parar un poco y charlar con él. A veces le daba caramelos de eucalipto, para la voz, y otras le bajaba agua. Sobre todo los últimos años, cuando se veía más apagado».
Fuentes de TMB aseguran al TOT que se hará «un pequeño homenaje» en recuerdo de Ramon, pero aún no se ha concretado qué.