«Somos los últimos del Gòtic. Hasta este año también estaba la Llibreria Sant Jordi, pero ahora solo quedamos nosotros y la Pompeya». Estas palabras son de David Rodés, la segunda generación de la familia al frente de la histórica Librería Rodés (calle dels Banys Nous, 8). Como han hecho prácticamente desde que el negocio abrió hace más de un siglo, los últimos miembros de la saga librera han montado este Sant Jordi su puesto en la Rambla, a la altura de la calle del Pintor Fortuny. Por segundo año consecutivo, han podido hacerlo con una Rambla a priori sin unas restricciones que se arrastraban desde el estallido de la pandemia del coronavirus. Ahora bien, este año les ha jugado una mala pasada las obras que se están llevando a cabo en esta arteria barcelonesa. «Quedamos un poco perjudicados. Estamos en un lugar un poco complicado, no tenemos a nadie enfrente mientras que hay bastantes huecos vacíos más arriba», apunta en declaraciones al TOT Barcelona.

Rodés es todo un superviviente. Su librería de viejo es de las pocas que mantiene la actividad en el corazón de la ciudad, que solo en el último año ya ha visto bajar la persiana de dos clásicos como la Llibreria Farré (calle de la Canuda, 24) o Stock Llibres (calle Comtal, 29). Ambos han tenido presencia este año en la supermanzana literaria de la mano del Gremi de Llibreters de Vell de Catalunya, que les ha permitido colocar un puesto en el espacio reservado al colectivo. Eso sí, lo han hecho lejos del barrio donde durante décadas habían desarrollado su actividad. La Rodés también podría haber colocado su stand alrededor del paseo de Gràcia, pero no ha querido renunciar a su tradicional ubicación. «Nosotros somos del Gòtic y preferimos tenerla aquí», afirma Rodés mientras ordena con destreza una colección de obras clásicas griegas. El gran reclamo del puestecito de esta diada: una serie de Ediciones Destino con la obra completa de Josep Pla.

Un modelo cooperativo de éxito y un retorno deseado
Solo unos metros más arriba de la librería de viejo encontramos el stand de La Carbonera (calle de Blai, 40). Este negocio nacido hace menos de una década en el Poble-sec ocupa este Sant Jordi uno de los espacios de la Rambla con un puesto que durante toda la mañana y el mediodía no ha dejado de atraer la atención de los transeúntes que han cruzado esta arteria de la ciudad. Su librería es el ejemplo del éxito de un proyecto cooperativo independiente, una luz de esperanza en un sector absolutamente dominado por las grandes cadenas, una circunstancia que queda especialmente de manifiesto con cada diada. Hoy, tras el mostrador se estrenaba en un Sant Jordi Carlos Sendra. «No sé cómo ha sido otros años, pero de momento ha sido una jornada tranquila. Veremos por la tarde… Es verdad que somos muchos y así es más fácil», explica. Sendra también se ha iniciado en el arte de la seducción para la venta de libros en un día de sobreexposición literaria como este. «Hay clientes que están más decididos y otros. La clave es acompañarlos», subraya tras haber cerrado una venta en un tira y afloja que se ha prolongado unos buenos cinco minutos.

A solo unos metros de este puesto, en la calle de Ferran, esta diada era un poco menos diada que otros años. Los magníficos escaparates de la Llibreria Sant Jordi lucían con la persiana bajada después de que el negocio cerrara definitivamente el pasado 28 de febrero tras la muerte de su librero, Josep Morales, a los 58 años. Esta misma semana se podría cerrar el acuerdo para un traspaso que dé continuidad a la actividad iniciada hace cuatro décadas por el padre de Morales. Aun así, Rodés tiene claro cuál es el secreto de la supervivencia fuera de las grandes cadenas. «¿La receta de la eternidad? Ser propietario de tu local. Nosotros llegamos a un acuerdo con el alquiler, pero no irá más allá. ¿Por qué queremos un relevo generacional? Con los alquileres que se pagan en el Gòtic…», concluye.





