La fotografía que ilustra este texto es quizás la más conocida de Joan Miró y Henri Matisse. Estos dos artistas de renombre de diferentes generaciones mantuvieron una relación de admiración e inspiración mutua que con el tiempo se convirtió en una amistad que unió indisolublemente las familias de ambos pintores. Ambos genios coincidieron en el tiempo en París, en el mismo ecosistema artístico efervescente de principios del siglo XX, pero la diferencia de edad -se llevaban veintitrés años- y de estilos hacía del todo improbable que se acabara tejiendo este vínculo más allá del ámbito profesional o de la esfera pública. Sin embargo, hubo una figura clave que actuó como puente entre estos dos gigantes contemporáneos del arte. Lo hizo manteniendo un perfil más bajo, a la sombra de los dos torrentes de talento que tenía a cada lado, como demuestra el hecho de que justamente es el autor de esta instantánea célebre. Hablamos de Pierre Matisse.
Como bien indica su apellido, este marchante de arte era uno de los hijos del pintor francés, de quien heredó un profundo respeto por el arte y los artistas. El benjamín de Matisse tuvo una importancia crucial en la difusión de la obra de Miró en Estados Unidos, ya que a partir de 1934 se convirtió en su agente al otro lado del océano atlántico, especialmente en Nueva York. Gracias a su influencia y apoyo, el genio catalán pudo exponer su obra en importantes galerías y museos norteamericanos, consolidando de esta manera una reputación internacional que a principios del siglo XX aún era bastante incipiente. Esta colaboración cercana entre marchante y artista fue el inicio de una relación entre las dos familias que culminaría en un primer encuentro entre los dos pintores, que tuvo lugar en París ese mismo año 1934. Sería la primera de una serie de reuniones que se repetirían durante los años siguientes, como en el caso de la fotografía mencionada, que fue tomada en el café Les Deux Magots de la capital francesa en 1936, y que después mantendrían también por correspondencia.
«La confianza que Miró depositó en Pierre Matisse como su representante no solo reflejaba su admiración por el padre, sino también su reconocimiento de la integridad y la visión del hijo como promotor de su arte», señalan los impulsores de la exposición MiróMatisse. Más allá de las imágenes, una muestra que se puede visitar hasta el próximo 9 de febrero en la Fundación Miró y que repasa la trayectoria de los artistas haciendo hincapié en el cruce de miradas y la conexión que establecieron el uno con el otro en diferentes momentos vitales, muchas veces casi de manera inconsciente. El recorrido repite así una fórmula de éxito que el museo ya exploró entre los meses de octubre del 2023 y marzo del 2024 a través de las figuras de Picasso y Miró, en una colaboración con el Museo Picasso de Barcelona.

Un diálogo inédito más allá del arte
La exposición -que cuenta con el apoyo del Museo Matisse de Niza- profundiza principalmente en las incursiones que tanto Miró como Matisse hicieron en los estilos pictóricos del otro. De esta manera, se muestran una serie de obras del pintor catalán realizadas entre la década de 1910 y la de 1940, donde se aproxima al fauvismo que impulsó su homólogo francés. Se trata de una corriente que destacaba por el uso explosivo del color y por una simplificación radical de las formas que lo aleja de una representación fiel de la realidad. Al mismo tiempo, también se indaga en la inspiración que supusieron para Matisse las creaciones surrealistas de Miró desde su primer encuentro en París. Sobre todo en lo que respecta a su utilización del color y a su concepción rompedor del arte y de la necesidad de asesinar -en sus palabras- la pintura tradicional, dejando paso a un universo propio marcado por los símbolos y los signos que se convertiría en la gran seña de identidad del artista catalán (pueden ver una parte del montaje de la exposición en el siguiente vídeo).
💪 Son muchos los días, semanas y años que estamos trabajando en esta exposición. Un proyecto que ha unido por primera vez a dos grandes artistas, y también a dos grandes instituciones.
— Fundació Joan Miró, Barcelona (@fundaciomiro) October 21, 2024
🖼️✅ Lo tenemos todo listo para abrir las puertas de #MiróMatisse. Más allá de las imágenes esta… pic.twitter.com/UmjK6yRtAq
Algunas de las piezas más fascinantes que podemos encontrar en esta muestra -que demuestran el diálogo hasta ahora inédito que habían mantenido ambos- son las cartas que se enviaban los pintores, felicitándose por una exposición o por la presentación de un trabajo en una revista, entre otros. También destacan las fotografías donde aparecen miembros de las dos familias de veraneo en Francia o un fragmento del cuaderno de bocetos que Miró comenzó a escribir en 1934 en Barcelona y que retomó en 1941 después de haber tenido que dejarlo tras el estallido de la Guerra Civil. En este bloc, el genio catalán hace referencia a Matisse como inspiración para alguna de sus nuevas obras. «Que estas telas tengan un espíritu, fauve, pero dentro de la poesía, que recuerden en cierta manera las buenas telas de Matisse, pero superándolas y más furiosamente fauves», se puede leer en unas notas a lápiz al lado de una de las características figuras de Miró.

Otra de las curiosidades que revela la muestra es la relación entre Miró, los Matisse y la familia Gomis, que ha sido protagonista de la primera línea informativa en las últimas semanas por la compra por parte del Estado de la Casa Gomis, la joya racionalista de la Ricarda. Este vínculo se establece a través de la figura de Joaquim Gomis, un empresario, promotor artístico, coleccionista y fotógrafo que tejió una gran amistad con el artista catalán, a quien retrató en múltiples ocasiones antes de convertirse en el presidente de la Fundación Miró, un cargo que ejerció entre los años 1972 y 1975. Gomis es considerado uno de los pioneros entre los fotógrafos catalanes por la utilización de un lenguaje moderno en sus instantáneas y también fue una de las primeras personalidades que se interesó por la arquitectura de Antoni Gaudí cuando el arquitecto aún no gozaba del reconocimiento mundial que tiene actualmente.
Su fondo fotográfico -del cual la Fundación Miró gestiona los derechos- es un «valioso testimonio sobre la vida, la obra, los paisajes y el proceso creativo de Miró», según apuntan desde la entidad. Entre los escenarios que retrató, encontramos precisamente la Casa Gomis, el magnífico edificio que encargó construir su hermano Ricardo Gomis junto con su esposa, Inés Bertrand, descendiente de la conocida familia de empresarios textiles Bertrand. No solo fotografió el proceso de construcción, sino también las veladas que se celebraron allí durante el franquismo, cuando se convirtió en un verdadero refugio cultural. Las instantáneas de la joya de la Ricarda no forman parte de la exposición de Miró y Matisse, pero sí se muestran una serie de imágenes capturadas en 1946 en la azotea de la Casa Batlló donde aparece Joaquim Gomis acompañado por el artista catalán, el promotor Joan Prats y la entonces todavía esposa de Pierre Matisse, la estadounidense Alexina Sattler, que fue agente de Miró durante un tiempo y que después se casaría con otro pintor ilustre como Marcel Duchamp. La fotografía lleva el sello de la esposa de Gomis, Odette Cherbonnier, y ilustra a la perfección el círculo en el cual se movía tanto el genio catalán como los Matisse a mediados del siglo XX.
