Tot Barcelona | Notícies i Informació d'actualitat a Barcelona
‘Diari de Barcelona’, el papel que explicó dos siglos

La mañana de Sant Jordi de 1993 de ahora hace 30 años, los barceloneses y barcelonesas certificaban la desaparición definitiva y abrupta de un símbolo de la ciudad que había explicado la Historia en mayúsculas a través de su papel durante nada más y nada menos que dos siglos. Diez días después de la proclamación de la primera República Francesa, el 1 de octubre de 1792 aparecía, de la mano del impresor italiano establecido en Cataluña Pere Pau Husson de Lapazaran, el primer Diario de Barcelona, editado en castellano, con cuatro páginas, en formato de avisos oficiales y con las armas españolas en la cabecera. El empresario había solicitado al rey Carlos IV imprimir un diario en Barcelona, y el monarca le había otorgado el privilegio de forma inmediata. Aquel primer diario informaba del santoral, los bandos de las autoridades, las entradas y salidas de barcos, horarios de los carruajes, meteorología, objetos perdidos o funciones de teatro.

Primera página de Diario de Barcelona del 1 de octubre de 1792 ARCA-ARCHIVO DE REVISTAS DE BARCELONA
Primera página de Diario de Barcelona del 1 de octubre de 1792 ARCA-ARCHIVO DE REVISTAS DE BARCELONA

Napoleón y Estat Català catalanizan el diario

Desde aquel 1 de octubre y hasta el último ejemplar del 22 de abril 1993 -con una prórroga de un año bajo el nombre de Nou Diari-, el rotativo sobrevivió a todo tipo de cambios de propiedad, vicisitudes históricas, crisis económicas y laborales. El primero de ellos, con la invasión napoleónica y el estallido de la guerra entre 1808 y 1814, cuando el diario se editó en catalán y francés -o en castellano y francés según el momento- y las armas españolas fueron sustituidas por el águila de Napoleón Bonaparte. Con la retirada de los franceses, el empresario Antoni Brusi consiguió la propiedad en compensación por los servicios prestados al reino de España durante el conflicto. Desde entonces, el Diari de Barcelona (Diario de Barcelona oficialmente) fue conocido popularmente como El Brusi. Antoni Brusi modernizó el diario invirtiendo en telégrafos para conseguir mayor rapidez en las informaciones, y también convirtió la cabecera en el órgano de la burguesía conservadora, monárquica y católica de Barcelona.

Otro momento en que el diario se edita en catalán es durante la Guerra Civil (1936-1939), cuando fue confiscado por el partido Estat Català. Y para volver a ver el catalán en las páginas de este diario habrá que esperar hasta los últimos años de vida del diario, cuando se catalaniza la cabecera entre 1987 y 1993, y con el breve periodo de Nou Diari (1993-1994). Finalizada la guerra, Miguel Mateu Pla, alcalde de Barcelona, recuperó el rotativo e hizo que el conde de Godó, propietario del rival La Vanguardia, entrara en el accionariado. La cabecera fue haciéndose un espacio, pero al final de la dictadura entró en crisis. En 1980 hizo suspensión de pagos y los trabajadores se quedaron la cabecera, gestionándola como una cooperativa. Entonces pasó a ser bilingüe. Hasta que en 1984 acabó cerrando durante tres años. En 1987, el alcalde Pasqual Maragall -que quería hacer un tipo de AVUI de izquierdos-, le dio un impulso y reapareció solo en catalán y en manos del grupo Zeta y de la ONCE. Finalmente, en 1992 acabaría en manos de los hermanos Dalmau, momento en el que empieza la etapa final del diario y su declive, incluido un conflicto laboral que no se cerró definitivamente hasta el año 2007, trece años después del cierre del Nou Diari el 1994.

Una portada de Diari de Barcelona y una de la nueva y breve etapa de Nou Diari TOT BARCELONA

Crónica de una muerte anunciada

«Cuando el 22 de abril de 1993 salió el último número del Diari de Barcelona, hacía tiempo que en el sector periodístico y en la redacción del diario se hablaba de la crónica de una muerte anunciada. Los últimos meses se vivieron bastantes turbulencias financieras que afectaron al estado de ánimo del personal del Diari. De hecho, la entrada en el accionariado de la ‘ONCE’ ya había supuesto el primer estropicio en el modelo de diario, porque el grupo empresarial no tenía una línea clara, cosa que se reflejaba en otros medios de comunicación que formaban parte del grupo. Solo se sabía que querían modificar la línea editorial, sin que tuvieran claro qué quería decir esto exactamente», rememora en conversación con el TOT Barcelona Pasqual Llongueras, último director de la cabecera.

En cuanto a los números del Diari, Llongueras cree que era un pez que se mordía la cola: «Reducir drásticamente la deuda suponía la muerte del Diari, y renegociar la deuda suponía adquirir compromisos que el mismo grupo no sabía si quería lograr». En estas circunstancias, considera que «la ONCE no tenía ningún plan estratégico para el Diari, y en lugar de ir reduciendo la deuda e invertir en un modelo catalán, independiente, progresista y barcelonés, dejó que las ventoleras fueran alejando al Diari de sus objetivos». Pero la compra del diario por parte de los hermanos Dalmau en 1992 no resolvió nada, más bien, el conflicto se agravió y se precipitó el final.

Los periodistas resistieron hasta el final

Justamente, la redacción se convirtió en un fortín de resistencia profesional que iba más allá de cobrar los atrasos de las nóminas. Los hermanos Dalmau decidieron dejar de editar el Diari de Barcelona el 22 de abril de 1993 e impulsaron el proyecto de Nou Diari, con ediciones en Barcelona, Girona, Reus y Tarragona. La aventura duró pocos meses y en octubre de 1993 llegaron los impagos y las voces que anunciaban el cierre de la breve aventura del Nou Diari. Y el 27 de enero de 1994, coincidiendo con una huelga general en todo el Estado, la empresa se llevó de la redacción de Barcelona maquinaria diversa hacia Tarragona, impidiendo la impresión del diario. Ya había cerrado la edición de Girona, y Reus y Tarragona también agonizaban. A pesar de ello,, los periodistas organizaron «turnos de 8 h para tener la redacción cubierta 24 h, movilizarnos y poder cobrar lo que se nos debía. Conseguimos ayudas solidarias para pagar la luz del local e hicimos algunas ediciones para explicar qué pasaba. Y conseguimos que del crédito del ICF de 200 millones de euros que tenía la familia Dalmau, 62 millones fueran para los trabajadores», explica al TOT el entonces presidente del comité de trabajadores, Quico Ràfols.

Portada del suplemento dominical de Nou Diari TOT BARCELONA. Cada sábado se distribuían las aventuras de Tintín dobladas al catalán por primera vez.

Un fracaso que acabó siendo un referente

El periodista Salvador Cot era entonces el jefe de redacción. Hace valer una cabecera que “atravesó la historia de Cataluña durante dos siglos” y que contó con profesionales sin los cuales no se entiende la historia del periodismo catalán. Vivió desde la redacción los últimos días del Diari de Barcelona y el nacimiento del Nou Diari, un proyecto que entonces no cuajó, pero que «impresionó» a este periodista que ahora es editor del Grupo El Món: “En el ámbito personal me impresionó mucho aquel modelo de varias ediciones locales, con un cuerpo central que compartíamos las cuatro ediciones y cada cual con sus temas. Aquella idea que entonces fracasó, me marcó, y el grupo El Món es en realidad heredero de aquella experiencia. Varias cabeceras territoriales muy permeables, con costes repartidos y una visibilidad más grande para todos los contenidos”.  

Intereses políticos?

Fuera como fuera, Barcelona y la comunicación habían perdido un referente histórico que difícilmente volverá a existir. Quico Ràfols lamenta que en aquella redacción hubiera grandes profesionales que fueran tragados por «unos cuantos que querían hacer del diario su proyecto político y obviaron que era un referente periodístico con dos siglos de vida». «El PSC y Pasqual Maragall habían prometido a la ONCE, que, por cierto, tenía una empresa que vigilaba las obras de los Juegos Olímpicos, que si entraba en el accionariado podría llenar la ciudad de cabinas azules de venta de cupones y le darían licencias de tele privada, pero cuando la empresa ve que no tiene las licencias, abandona el diario a su suerte», recuerda. También Pasqual Llongueras lamenta las maneras como se mató el proyecto: «Nou Diari de Barcelona fue la continuidad de un mal principio empresarial, a pesar de que periodísticamente parecía adquirir un formato mucho más próximo al lector barcelonés. El Diari no merecía un final como este, pero hemos visto muchas aventuras periodísticas que han acabado así por ambiciones personales o económicas».

Nou comentari

Comparteix

Icona de pantalla completa