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“De los Huertos al Parral, paraíso terrenal”: el pasado de Segovia con ojos del siglo XXI

¿Qué une a Barcelona y Segovia? Segovia no es solo su cochinillo y la imagen fotografiada del acueducto romano captada desde mil ángulos diferentes. Del mismo modo, Barcelona no son únicamente las incomparables obras que nos ha dejado Antoni Gaudí y la llegada de decenas de locales para hacer un brunch. La historia nos recuerda los hilos que nos conectan, aunque haya cientos de kilómetros de por medio. Porque Segovia y Barcelona permiten vivir y ver el pasado con una mirada en pleno siglo XXI. Poco más de 660 kilómetros separan ambas ciudades. Siete horas de trayecto en coche o poco más de tres horas si se hacen combinaciones con líneas de tren de alta velocidad. Su proximidad y las opciones de alojamiento permiten que los barceloneses puedan conocer este rincón de la Península, que entre sus callejones estrechos esconde secretos de un pasado común con la ciudad condal.

Barcino y Segóbriga eran los nombres que los romanos eligieron para Barcelona y Segovia. Ambas ciudades comparten un legado que hoy en día perdura. El corazón de la ciudad catalana aún muestra restos de la muralla romana o el templo de Augusto, entre muchos otros. Por su parte, Segovia acoge la imagen de un acueducto que data del siglo II dC y contiene 167 arcos que rodean una parte de la ciudad y que hasta el último tercio del siglo XX abastecían de agua a los segovianos. La historia ha continuado construyéndose y es palpable hasta desde el interior de un hotel. Se trata del Áurea Convento Capuchinos, un alojamiento del grupo hotelero Eurostars que ha convertido el turismo rural en una experiencia de lujo llena de historia.

Així és la part posterior del convent on es troba l'Áurea Convento Capuchinos | Eurostars
Així és la part posterior del convent on es troba l’Áurea Convento Capuchinos | Eurostars

Segovia, una ciudad rodeada por los ríos Eresma y Clamores

El TOT Barcelona ha podido conocer la historia de este espacio reconvertido en hotel de cinco estrellas, que data del siglo XVII. El año 1637 la orden de los Capuchinos Franciscanos inició la construcción del edificio, gracias a la aportación de Don Antonio Contreras y su esposa Doña Maria de Amesquite, patrones de la fundación que dispusieron el ala oeste para su residencia personal. De hecho, la fachada principal del hotel recoge la historia de esta familia con dos escudos nobiliarios hechos de mármol blanco a ambos lados de la figura de San Buenaventura, considerados como uno de los mejores de la ciudad, explica Paloma Pastor, guía oficial de la ciudad de Segovia.

L'aqüeducte de Segòvia amb la posta de sol a través dels seus arcs | A.R
L’aqüeducte de Segòvia amb la posta de sol a través dels seus arcs | A.R

Las líneas tan sencillas de la fachada y de la estructura del convento corresponden a la vida de pobreza y austeridad de los Capuchinos. Cuando se funda el convento, las cifras datan de 35 miembros, un número que fue variando durante los años que estuvieron allí. Este convento vivió dos momentos clave, por un lado, el año 1809 por la invasión francesa, donde se ordenó que se vaciaran todos los monasterios de la ciudad, provocando que gran parte de los Capuchinos se marcharan. Una vez los soldados abandonaron el convento, la vida en los monasterios se reactivó hasta la desamortización de Mendizábal en Segovia en el año 1835, momento en que se termina la etapa de los Franciscanos en este convento.

Durante un tiempo fue un espacio para la Academia de Artillería, que termina con la llegada de las monjas Oblatas hasta el año 1996, convirtiendo el espacio en un edificio de carácter conventual, dedicado a labores educativas y convertido en una residencia para niñas que llegaban del Tribunal de Justicia de Menores. Su espacio exterior, que da al valle del Eresma y en el cual se puede observar la inmensidad del hotel, permite sentir la paz que buscaban dentro de una ciudad llena de movimiento. Se puede encontrar una visión panorámica del Monasterio del Parral o el Monasterio de los Huertos. De hecho, hay un dicho en la ciudad que lo resume: “De los Huertos al Parral, paraíso terrenal”, explica la guía.

El claustre del convent s'ha convertit en un espai obert a l'Áurea Convento Capuchinos | Eurostars
El claustre del convent s’ha convertit en un espai obert a l’Áurea Convento Capuchinos | Eurostars

La transformación del hotel

El Áurea Convento Capuchinos se encuentra en la zona noble de la ciudad, el barrio de San Lorenzo. Entre sus calles estrechas, desiguales y rocosas, se encuentran memorias del pasado: palacios, iglesias románicas y conventos religiosos como el de Santa Cruz, que hoy en día es el Instituto de Empresa, o el Alcázar, una joya medieval llena de historia. El Áurea Convento Capuchinos abrió en agosto del año 2014 como Eurostars, pero después pasaría a estar bajo la marca Áurea, una rama de la compañía que habilita edificios históricos para convertirlos en espacios de lujo respetando su legado.

En este caso, el Áurea Convento Capuchinos mantiene la fachada original con un interior totalmente renovado. El edificio original constaba de iglesia, convento y residencia de los fundadores. El espacio de la iglesia actualmente lo ocupa el restaurante gastronómico Villena, para degustar la gastronomía local con una mirada vanguardista. El hotel contiene 62 habitaciones, cada una diferente de la otra, explica Leticia Sanz, directora del espacio. “No hay ninguna habitación que sea igual”. Parte del encanto del recinto reside en esta máxima, encontrar el confort y el lujo con la máxima calidad, pero con un toque especial para cada visitante.

 L'interior de l'Áurea Convento Capuchinos respecta les parets de l'interior original | Eurostars
L’interior de l’Áurea Convento Capuchinos respecta les parets de l’interior original | Eurostars

Segovia a pie de calle y desde el cielo

Este diario también ha podido obtener una visión de la ciudad de Segovia desde el cielo. Una de las actividades que permiten conocer la ciudad la organiza el grupo Voyager Balloons, un viaje en globo aerostático para observar Segovia a vista de pájaro. Los grandes edificios históricos se convierten en pequeñas piezas de juguete que se observan a cientos de metros de tierra. Una experiencia en la que hay que madrugar para disfrutar de los primeros rayos de sol al tiempo que se vuela a través de la gran arquitectura de la ciudad. La paz que se respira desde el aire es inmensurable, sin ningún tipo de ruido más allá del quemador que ayuda a controlar el movimiento del globo. Una oportunidad para disfrutar desde la distancia y observar cómo la vida sigue su curso cuando no tocamos con los pies en la tierra. Una vez termina la actividad, la empresa organiza un pequeño aperitivo acompañado de cava catalán, un guiño del técnico de vuelo, nacido en un pueblo cerca de Sant Sadurní d’Anoia, gran tierra vinícola.

La ciutat de Segòvia en el moment en què s'enlaira el globus aerostàtic | A.R
La ciutat de Segòvia en el moment en què s’enlaira el globus aerostàtic | A.R

Técnica y tradición, dos maneras de degustar la gastronomía local

La gastronomía catalana apuesta por productos de proximidad, aquellos que nos da el campo y el mar, con platos que han pasado de generación en generación. Segovia destaca por un plato muy reconocido, el cochinillo al horno. En una era en la que la evolución gastronómica no se detiene, la ciudad ofrece maneras de degustar su producto local de formas diferentes. Por un lado, el restaurante Villena, situado dentro del mismo convento del hotel, apuesta por un plato de cochinillo más técnico, deshuesando la pieza una vez cocida y enrollándola formando un pequeño rollo que permite degustar todas las partes que componen este plato. Acompañado de manzanas ácidas y patatas, es una forma más técnica de degustar la tradición.

Por otro lado, para aquellos que quieran una opción más clásica, el restaurante José María mantiene la tradición de su cochinillo hecho al horno y servido con la ayuda de un plato. Dice la tradición que para saber si el producto está cocido perfectamente, se debe poder cortar usando solo un plato. En este local, el mismo José María se encarga de partir y servir el producto que mantiene el sabor tradicional de este plato tan identitario de la gastronomía segoviana.

Después de una buena comida y una ruta a través de los edificios históricos de la ciudad, el Áurea Convento Capuchinos incorpora un spa de lujo con un circuito termal exclusivo, una piscina dinámica con diferentes cascadas de agua y zonas con sauna y baño turco, para disfrutar de la experiencia total después de un día de turismo. Todo ello, una propuesta que une historia y lujo para vivir una experiencia única para los clientes que deseen alojarse allí.

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