La fiesta de la Mercè comienza con menos novedades que otros años. Esta vez, la designación de la pregonera no ha sido polémica y el engranaje respecto a la seguridad parece estar engordado. El ejecutivo da continuidad al escenario de Menéndez Pelayo, que el año pasado tomó el relevo de la avenida Maria Cristina, más protagonista por las polémicas que por los conciertos. En cambio, cae el ‘Moll de la Fusta’, inoperativo por la Copa América. Tampoco existen muchas novedades en el terreno cultural. En un intento de «descentralizar» la fiesta, el Ayuntamiento presenta un programa que consolida los espectáculos periféricos, y también incorpora nuevas compañías en la calle.

Por supuesto, será la Merced del año pasado. La fiesta ha consolidado el millón de espectadores, según datos del ICUB. Es el referente cultural de la ciudad; mucho más que la cabalgata de Reyes, que reúne a unos 600.000 asistentes, o el espectáculo de luces de Poblenou, que con 200.000 personas y pico es el tercer evento cultural más visto en Barcelona. Sea como fuere, los datos dicen poco. El área de Cultura municipal las ignora y la comunidad folclorista de la ciudad las mira con despecho. Es más, son cifras que podrían servir para alimentar a su principal crítica: la fiesta mayor de Barcelona se ha convertido «en un festival».

El escritor y folklorista Amadeu Carbó, uno de los referentes en la materia, lamenta que la Mercè lleva años tratando a los vecinos de Barcelona «como consumidores» en vez de verlos como «activos de la fiesta». El escritor, que años atrás organizaba la cabalgata de gigantes de Barcelona, ​​reivindica el término «folklorista» y defiende la cultura popular como palo de pajar de la Mercè. «La ICUB produce de la misma manera un festival Grec que Mercè, piensa en clave de programación y muy poco en la cultura y los procesos comunitarios. Sería mejor poner en el centro a la comunidad y no tanto qué se va a consumir más o menos», argumenta Carbó en el TOT Barcelona.

La fiesta mayor de los barrios, el modelo a seguir

La comunidad folklorista ve muchas diferencias entre la Mercè y otras fiestas populares. Carbó reconoce que la «dimensión de la ciudad» obliga a pensar en un tipo de fiesta diferente, pero defiende la «tradición» y pide «valentía» en el Ayuntamiento. Tampoco es necesario irse lejos para encontrar ejemplos de éxito. «Barcelona no debe aprender de otros pueblos, solo tiene que aprender de sus barrios», apunta Carbó. Un ejemplo es Sant Andreu de Palomar, dice Carbó, con un modelo «muy pensado para la gente de allí». Otros ejemplos podrían ser Hostafrancs o el Clot, barrios «que han creado una fiesta que funciona y se aleja de este modelo festival», comenta.

Una de las apuestas de esta Mercè es la presencia de artistas en la calle. El programa agrupa a más de setenta compañías que harán teatro, circo o magia en diferentes puntos de la ciudad. Carbó incorpora estos actos «en el saco festivalero» y pide «más interés» por las tradiciones. Es el caso de la cabalgata de ‘gegants’ o el correfoc, dos actos «muy de aquí» que podrían tener más protagonismo. En el caso de los correfocs, por ejemplo, Barcelona, ​​y más concretamente el barrio del Clot, tiene un peso histórico muy importante: era una tradición bastante desconocida hasta el año 1977, cuando este barrio celebró su primer pasacalle con diablos y pirotecnia. «No me sería malo, siempre que los grupos lo quieran, que las cabalgatas o los correfocs también se hicieran de forma descentralizada», dice Carbó. Ciertamente, el Ayuntamiento hace años que se esfuerza por descentralizar la fiesta, pero el asociacionismo insiste en que todavía hay mucho trabajo por hacer para que «todos los barrios respiren fiesta».

El Ayuntamiento defiende el modelo

En el otro extremo se sitúa el Ayuntamiento, que defiende el modelo frente a las voces que acusan a Mercè de ser una fiesta mayor descafeinada. El concejal de Cultura, Xavier Marcé, apunta al TOT Barcelona que Mercè tiene «tres palos de pajar»: la cultura popular, los espectáculos en la calle y los conciertos. El concejal insiste en que son tres aspectos «compatibles» y que la cultura popular tiene una «densidad enorme» en el conjunto de la fiesta, sea desde el punto de vista de actos como también expositivo. El concejal cree que la nueva ubicación del correfoc –este año repite en el paseo de Gràcia– le otorga «todavía más dimensión de ciudad», y menciona exposiciones populares importantes como la que habrá en el Pati Manning de la Casa de Caridad.

Con todo, reconoce que Mercè es una fiesta «menos participada» que otras. «No somos como Valencia, que hay muchas peñas protagonistas, o los San Fermines, que la gente vive por las cofradías. Tenemos otra característica. En cambio, tenemos fiestas de barrio muy vecinales. Esto nos da una realidad muy valiosa, podemos combinar realidades sin que una se coma la otra», se explica Marcé.

Es más, el concejal ve difícil que una ciudad como Barcelona tenga algún día una fiesta puramente vecinal. «No podemos hacer todas las batucadas de la ciudad porque estaríamos haciendo tres días», dice Marcé de ejemplo. El concejal, que sitúa a la Mercè como un «reflejo» de la ciudad, también argumenta que el Ayuntamiento a veces ha tenido que mediar en las «pulsiones» que hay dentro del mundo popular. Bien conocida es, por ejemplo, la rivalidad que existe entre los Castellers de Sarrià y los de Barcelona. O los conflictos recientes entre los grupos de Gràcia que han aguado la Fiesta Mayor en la Villa. Situaciones que el concejal también utiliza para defender el modelo «institucional» de la Mercè.

La Mercè se descentraliza

Más consenso genera la «descentralización»de la fiesta que promulga el Ayuntamiento. En este sentido, Barcelona tiene dos opciones sobre la mesa: apostar por actividades pequeñas en todos los barrios, idea que no gusta al ejecutivo, o pensar grandes actos en distintos puntos de la ciudad. «Lo que queremos es consolidar los espacios en los distritos que tienen personalidad y son capaces de establecer ese elemento arrastrador», explica Xavier Marcé. La idea, pues, es descentralizar, pero pensando en que un vecino de Sants vaya a Nou Barris y viceversa.

En la práctica, esto se traduce en decenas de escenarios en distintos barrios, algunos de ellos habitualmente poco concurridos. En una tesitura en la que el turismo cada vez deja menos margen de maniobra, el ICUB este año apuesta por reforzar los espectáculos en Montjuïc, el circo de autor junto a la Meridiana la música clásica en Nou Barris. También se recuperan los talleres familiares en el parque de la Trinitat Vella y el teatro en la playa de la Nova Icària. La tradición, por el momento, se mantiene cerca de los turistas.

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