«¡No pasarán!», grita el público ante los bichos, que arremeten contra ellos, fuego en la boca, sin temor alguno. Es una imagen repetida en todos los ‘correfocs‘. La interacción del público con los diablos es el gran atractivo de la tradición. Una tradición que nace de la nada en medio de Barcelona. De hecho, ya pesar de que los ‘correfocs’ forman ya parte de muchos municipios, muchas teorías sitúan el inicio de los ‘correfocs’ en Barcelona. Una investigación de la Universidad Abierta de Cataluña (UOC) liderada por el investigador Joan Pujolar sitúa el inicio, concretamente, durante las fiestas de 1979. Previamente, en 1977, el barrio del Clot celebró el primer pasacalle con representaciones de diablos y pirotecnia. Eran épocas de cambio y ganas de salir a la calle, después de cuatro décadas dominadas por la dictadura y sin cultura popular. Fue un punto de inflexión para un encuentro posterior en 1979; allí, de forma completamente imprevista, nació el ‘correfoc’.
El estudio de la UOC complementa otros trabajos sobre la materia, como el libro Fuego, fuego, correfoc . Historia de los grupos de fuego de Barcelona, que también cuenta aquellos inicios. El Ayuntamiento quiso hacer «una acción renovada» y organizó el primer encuentro de Dracs de Catalunya. Se trataba de hacer un pasacalle y se logró reunir a una decena de dragones. Era una rúa típica, con el público bien separado de los protagonistas, pero ambos convergieron con una interacción «inesperada y sorprendente». La investigación universitaria recoge incluso el lugar exacto: el cruce de la Calle Ferran con las Ramblas. Los diablos toparon con un público que quería juerga y que, de repente, encendió una chispa e inició un baile bajo el fuego. Incluso la Guardia Urbana, explican, amenazó con intervenir, pero la organización pidió que se dejara fluir esa interacción mágica entre los grupos y el público.
Pal de pajar de la cultura popular en Barcelona
Cuarenta y cinco años más tarde, en vez de 11 diablos son cerca de trescientos, y el carisma del ‘correfoc’ es la interacción entre diablos y público, bajo las chispas y el fuego. El ‘correfoc’ ha ido cambiando. En los noventa, los grupos salían del mismo Ayuntamiento, generando una sinergia mágica y única de Barcelona. En los últimos años, la magia de las chispas, queridas unos y temidas por otros, se ha trasladado a Via Laietana, y hace dos años que se vive en el paseo de Gràcia. El correfoc se ha ampliado a otros municipios e incluso cuenta con modalidades infantiles. Por Mercè, todo el mundo puede jugar con el fuego.
El ‘correfoc’ complementa una oferta popular muy rica en Barcelona, liderada seguramente por la rua de gigantes. Una tradición que procede del Corpus. La primera aparición gigantesca en la ciudad está documentada en 1424, en un contexto puramente religioso. Hay que saltar al siglo XIX, con el primer ‘Concurso de gigantes chavales y monstruos tipichs’, organizado por el Ayuntamiento de Barcelona en 1902, cuando la ciudad redescubre la tradición.