El restaurante Tramonti 1980, uno de los locales italianos más emblemáticos de Barcelona y considerado el primer establecimiento de cocina italiana que abrió en la ciudad, cerrará definitivamente después de más de cuatro décadas de servicio. El anuncio llega en un momento especialmente duro: la reciente muerte de su fundador, Giuliano Lombardo, de 75 años, a la que se suma la pérdida, hace tan solo unos meses, de su hermano y cocinero principal. Con ellos desaparece también el alma de un proyecto familiar que introdujo una manera muy particular de entender la gastronomía italiana en la ciudad.
Según se puede leer en su web, abrir el Tramonti durante los años ochenta fue para la familia un acto de convicción y de aventura. En una Barcelona que comenzaba a abrirse al mundo, el restaurante aportó un estilo mediterráneo fresco, cercano, y una cocina que huía de los tópicos para apostar por recetas tradicionales con producto cuidado. Aquel espíritu auténtico convirtió el local en una segunda casa para vecinos, artistas, periodistas y amantes de una Italia sin artificios.
El fundador, figura clave del negocio y de su manera de hacer, era conocido por su presencia constante en sala: cordial, meticuloso, atento a las conversaciones y a los detalles. Su hermano, desde la cocina, completaba el tándem con platos que se habían hecho casi de culto: las pastas caseras, los arroces al estilo italiano, los guisos lentos y unos postres que muchos clientes aún recuerdan como un final imprescindible. La muerte del cocinero dejó un vacío difícil de llenar, pero la familia resistió, manteniendo la misma carta, el mismo ritmo y la misma vocación de servicio.
En las redes sociales, la familia ha explicado que el Tramonti sin su fundador “no sería el Tramonti”, porque su personalidad impregnaba «cada decisión, cada horario, cada relación con los clientes de toda la vida».

