El episodio de censura al catalán en Burriana del pasado mes de julio sacudió la opinión pública del país. El gobierno del municipio valenciano vetó la presencia de publicaciones en catalán, como las revistas infantiles Caballo Fort o Camacuc, en las bibliotecas y equipamientos públicos de la localidad. Una cesura que despertó diferentes gestos de solidaridad. Entre ellos, el del nuevo alcalde de Barcelona, Jaume Collboni, que suscribió Camacuc a todas las bibliotecas municipales para mostrar su «rechazo frontal a cualquier acto de censura». Hasta este momento, esta revista valenciana solo se podía encontrar en 6 de las 40 bibliotecas propiedad del Ayuntamiento de Barcelona. El resto de publicaciones censuradas en Burriana, según explicó el consistorio, ya se podían consultar antes en las bibliotecas.

Ahora bien, ¿qué hay más allá de este gesto solidario? La realidad es que el catalán sucumbe al dominio del castellano en las bibliotecas de Barcelona. Es más, el volumen de publicaciones catalanas ni siquiera llega a discutir la hegemonía de las que se hacen en lengua castellana: siete de cada diez publicaciones que hay en las bibliotecas de la ciudad son en castellano, según los datos facilitados por el Ayuntamiento al TOT Barcelona. Del total de 3.593 revistas y diarios que se reparten, 2.423 pertenecen a suscripciones en castellano, 914 son en catalán y el resto en otros idiomas. Por títulos únicos, Barcelona cuenta con 188 publicaciones en castellano y 77 en catalán. El Ayuntamiento dice que estos datos «son un reflejo de la oferta que hay actualmente al mercado», pero la Asociació de Publicacions Periòdiques en Català (APPEC) asegura que esto «no es cierto» y que las cifras demuestran que «en la capital no hay voluntad política para impulsar el catalán».

El APPEC celebra la decisión de Collboni de repartir la revista 'Camacuc' a las bibliotques | ACN
La APPEC celebra la decisión de Collboni de repartir las revistas censuradas en las bibliotecas | ACN

Las explicaciones no convencen a los editores

La situación del catalán a las bibliotecas no es ni mucho menos óptima, un hecho que lamenta enérgicamente el presidente del APPEC, Germà Capdevila. «Nosotros tenemos 200 publicaciones, que son la práctica totalidad de revistas en catalán. No nos sirve de excusa que digan que es un tema de oferta», apunta en conversación con el TOT. Capdevila, además, cree que Barcelona tiene «un modelo de referencia que no es el catalán» y que el catálogo de revistas expuestas muestra «una visión españcéntrica del mundo»: «Podrían comprar revistas de Argentina o Colombia, por ejemplo, pero no hay tantas. Compran sobre todo revistas españolas».

El presidente de los editores catalanes, por lo tanto, pide un cambio de mentalidad a la administración y le exige una «discriminación positiva» en favor del catalán que tiene que servir, dice, para cambiar las malas cifras que arrastra el catalán en Barcelona. Según datos del Ayuntamiento, expuestas en la última encuesta de servicios municipales, el catalán ha llegado a mínimos históricos este 2023, con cifras a la baja que no se habían logrado nunca en los 35 años que lleva haciéndose el estudio. Solo el 37% de los barceloneses declaran tenerlo como idioma habitual de comunicación.

El azulejo de revistas de la Biblioteca Joan Maragall | Ajuntament
A las bibliotecas barcelonesas se pueden encontrar 77 revistas y diarios diferentes en catalán | Ayuntamiento

La situación en Cataluña, no mucho mejor

El castellano también predomina en las bibliotecas del resto del país, si bien es cierto que la diferencia no es tan grande como en Barcelona. Según el APPEC, este 2023 están empezando a recoger parte de los frutos del trabajo hecho durante estos últimos años, en que la asociación ha presionado para equilibrar las cifras. En Cataluña, el 56,7% de la oferta de las bibliotecas es en castellano y el 43,3%, en catalán. Una diferencia todavía favorable al castellano, pero que ha conseguido frenar la tendencia de los últimos años. El año 2020 y 2021, la oferta de castellano suponía el 60% de publicaciones presentes en las bibliotecas catalanas, y el 2022, el 63%.

Germà Capdevila, que celebra tímidamente el cambio de tendencia, asegura que en los próximos años la administración tiene que dar el paso para revertir las cifras. «El problema es que cada biblioteca puede decidir, con su presupuesto, comprar las publicaciones que quiera», dice el presidente del APPEC, que lamenta que el eje comercial supere el eje lingüístico en muchas de ellas. «Hay bibliotecas que están en zonas castellanohablantes y apuestan masivamente por el castellano para atraer nuevos usuarios», detalla el periodista. ¿Y ante este panorama, qué se puede hacer? En este sentido, Capdevila pide valentía en la Generalitat, que hoy por hoy «se resiste a intervenir políticamente».

Un hombre consulta la prensa en una biblioteca barcelonesa | Ayuntamiento
Un hombre consulta la prensa en una biblioteca barcelonesa | Ayuntamiento

Las bibliotecas son «fundamentales» para el catalán

A pesar de que políticamente no se intervenga en esta cuestión, Capdevila asegura que cada vez son más los bibliotecarios que se muestran abiertos a colaborar con ellos en este objetivo. «Tenemos buenas relaciones con el colegio de bibliotecarios y, en general, creo que tienen una sensibilidad positiva con el catalán«. Según el directivo del APPEC, se trata de un paso necesario, viendo como funciona el sistema, para establecer «un nuevo marco» que sitúe el catalán como lengua preferente. «Cuando un niño recién llegado va a la biblioteca, si la oferta es en catalán y castellano, cogerá la revista en castellano. Seguramente, pues, cerrará la puerta a la cultura catalana. Pero si la biblioteca hace una apuesta por las publicaciones en catalán, lo cogerá y la descubrirá», concluye Capdevila.

Los defensores de esta estrategia se cogen a experiencias del pasado que ya demostraron que funcionan. «¿Recuerdas la serie Dragon Baile? Todos los niños del área metropolitana la miraban en catalán porque no había oferta en castellano. Si esta hubiera existido, habrían optado para verla en castellano», recuerda Capdevila, que mantiene que hay que hacer lo mismo con el consumo cultural. Como mínimo, dice, en las bibliotecas catalanas. Pero para conseguir este objetivo es necesario tomar unas decisiones que, según la APPEC, aun «las administraciones se resisten a tomar».

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