El 27 de enero del año 2017 se publicaba una canción dispuesta a romper tópicos. El grupo británico The Beach estrenaba entonces su último trabajo bajo el nombre de Bite My Tongue, un tema con un aire estival que fusionaba el sonido acústico con toques electrónicos suaves y que relata la despedida amarga entre dos enamorados. Hasta aquí no hay nada que escape de la tónica habitual en muchos de los sencillos en inglés que se estrenan prácticamente a diario. Sin embargo, el toque diferencial que hizo destacar a esta canción por encima de la media fue el videoclip que la acompañaba.
Para entender el impacto que tuvo el tema hay que recordar que solo unas semanas antes de su publicación, el popular cantautor británico Ed Sheeran había dejado estupefactos buena parte de sus fans barceloneses con su sencillo dedicado a la capital catalana. El artista hacía alusiones a tópicos como la sangría y los sombreros mexicanos y utilizaba palabras como mamacitas para describir el ambiente de la ciudad en un desafortunado retrato que no hacía nada más que dar alas a la visión de la Barcelona más guiri que lamentablemente parecen llevarse muchos de los turistas británicos que la visitan, sobre todo durante la temporada estival.
Trabucaires, castellers y correfocs
En este contexto, el estreno de Bite My Tongue fue un soplo de aire fresco y un recordatorio de que no toda esperanza está perdida. El videoclip de la canción del grupo liderado por George Morgan arranca con el artista viajando en un vagón de Rodalies por la costa del Garraf y narra su llegada a una ciudad inmersa en el ambiente festivo que caracteriza las fiestas de la Mercè. Las siguientes escenas muestran una serie de imágenes donde se ven trabucaires, castellers en la plaza de Sant Jaume o correfocs recorriendo el centro de la capital catalana, en una pequeña muestra de cultura tradicional poco frecuente en el imaginario británico más tópico que se completa con una serie de referencias al Born, la plaza del Rei o Montjuic.
En uno de los momentos del videoclip, Morgan incluso se atreve a situarse bajo el fuego, bailando al compás de la comitiva que acompaña al correfoc. A pesar de ciertas incongruencias propias del montaje de la pieza, el tema consigue erigirse en un bonito homenaje a la ciudad desde la perspectiva de un artista británico que no ha querido caer en los estereotipos.