Fernando Botero (Medellín, 1932 – Montecarlo, 2023) tenía solo 19 años cuando organizó su primera exposición. Fue en la galería Leo Matiz de Bogotá (Colombia), donde hacía poco se había instalado desde su Medellín natal. Esta fue su carta de presentación en el panorama artístico latinoamericano, una buena declaración de intenciones a pesar de su corta trayectoria iniciada pintando acuarelas junto a la plaza de toros de la Macarena. Después de esta primera incursión en el sector, se traslada a la localidad costera de Tolú, donde pintará un cuadro que marcará un punto y aparte en su carrera: Frente al mar.
Esta obra le valdría el segundo premio en el IX Salón Anual de Artistas Colombianos. El dinero del galardón lo invertirá en un pasaje para viajar por primera vez a Europa en barco y conocer de primera mano los grandes nombres de la historia del arte universal. Desembarcará en el Viejo Continente el año 1952 a través del Puerto de Barcelona, la misma ciudad donde se expondría décadas más tarde una de sus obras más emblemáticas –Gato (1989), aún hoy colocada en la rambla del Raval. La capital catalana fue ese punto de partida previo a su recorrido de tres años por Madrid, donde se matricula en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y trabaja como copista de los maestros del Museo del Prado como Velázquez y Goya, y Florencia, atraído por Piero della Francesca y las figuras clave del Renacimiento italiano.

Siete décadas después de aquel primer desembarco y con el segundo aniversario de la muerte del artista aún reciente, Botero ha vuelto a Barcelona de la mano de la exposición Fernando Botero: Un Maestro universal. La muestra se puede ver desde febrero y hasta el próximo julio en el Palau Martorell, un edificio de estilo neoclásico proyectado entre 1886 y 1900 por el arquitecto Joan Martorell i Montells y que acogió las sedes de la Antigua Sociedad del Crédito Mercantil y de la Cámara de Comercio, Industria y Navegación de Barcelona. Esta retrospectiva -la más amplia de la obra del genio colombiano realizada nunca en el Estado y la primera llevada a cabo después de su fallecimiento- ha atraído desde su estreno a más de 50.000 visitantes, que han recorrido las diez secciones en las que se divide el itinerario museístico. La iniciativa ha sido impulsada por Lina Botero, hija del artista, en colaboración con la Fundación Fernando Botero y la compañía Arthemisia.

Dos obras inéditas: de ‘las Meninas’ a Mantegna
La exposición presenta un conjunto de más de 110 piezas procedentes de diferentes colecciones privadas, entre las que hay esculturas, pinturas al óleo, acuarelas, tiza roja, carboncillos y dibujos a lápiz. Los grandes atractivos de la muestra, sin embargo, son dos obras hasta ahora inéditas. La primera es La Menina, según Velázquez, una pieza fundamental para entender la evolución de la trayectoria del artista que nunca había sido expuesta y que durante más de cuatro décadas estuvo colgada en el estudio que él tenía en París. La segunda es Homenaje a Mantegna (1958), una revisión de los frescos del artista Andrea Mantegna con la que Botero fue galardonado en el Salón Anual de Colombia de ese mismo año. La pieza había estado en paradero desconocido durante décadas hasta que la hija del genio colombiano la localizó a través de la casa de subastas Christie’s en una colección privada de los Estados Unidos que la ha cedido expresamente para la ocasión.
