Algunos comercios y negocios de ocio de Barcelona están cambiando de rumbo y a los locales históricos de la ciudad cada vez les cuesta más seguir vivos. Por eso, muchos de ellos tienen que bajar la persiana o reinventarse. Desde hace más de sesenta años, en la calle Escorial, entre Legalidad y Reig y Bonet, en el barrio de Gràcia, cada día abrían las puertas de un pequeño bar de toda la vida: el Dumbito. «Era un bar de barrio donde se creaba un sentimiento de familia», explican Pablo Valente y Maribel Montserrat, los dos últimos propietarios del antiguo Dumbito. Las consecuencias de la pandemia les dejaron tocados de muerte, y fue cosa de meses que ya no pudieran mantener el bar abierto. «La gente quiere que el barrio tenga la esencia de toda la vida, pero nadie nos ayuda -refiriéndose a las instituciones- para que podamos seguir con los espacios de siempre», sentencian los dos.
Ahora, pero, desde hace dos semanas, se ha abierto un nuevo local de Compà: un comercio de comida italiana que busca un nuevo tipo de cliente. Vittorio, fundador de Compà, abre un negocio de su marca al barrio de Gràcia para seguir dando a conocer la comida de su tierra: «Quiero que el negocio continúe creciendo, pero manteniendo la calidad», afirma. El nuevo local ha conseguido captar la atención de muchos turistas que bajan del Parc Güell, pero a la vez atrae también mucha clientela diversa del barrio: «Estamos muy contentos de cómo está funcionando», explica en Vittorio.
Una nueva realidad
La fuerte crisis económica que arrastramos desde la pandemia ha puesto muchos locales emblemáticos entre la espada y la pared. Tal como ya pasó hace poco más de una semana con el antiguo Caffe San Marco de Sarrià – ahora convertido en un Vivari -, pequeñas y grandes franquicias empiezan a abrirse paso en esta nueva realidad. «Hace mucho daño ver como las cosas están cambiando tanto y nadie quiera hacer nada para preservar lo que teníamos», lamenta Maribel.
