“Yo también quiero dirigirme a los electores moderados que quieren que la ciudad funcione, con políticas de sentido común y sensatez, que es lo que no puede representar alguien que oculta las siglas de Junts”. Las declaraciones de Jaume Collboni en mayo de 2023 en la entrevista electoral del Tot Barcelona fueron un adelanto de cómo enfocaría aquella campaña el futuro alcalde: el candidato del PSC había salido del gobierno para confrontar directamente con Colau y atraer a los votantes críticos con la alcaldesa. Su lista también era un mensaje, con el ascenso de figuras como Albert Batlle, exdirector de los Mossos que Collboni situaba como garante de la seguridad en Ciutat Vella. Dos años más tarde, el ahora alcalde ha pasado de priorizar políticamente el Pla Endreça y la promoción de la Copa América a centrarse en la gestión turística y la creación de vivienda. Y entre partidos, de reunirse con Trias por Barcelona para dibujar una posible coalición –y posteriormente también con ERC– a reducir los pactos más importantes a Comuns y republicanos.
El medio millar de alegaciones que Junts ha presentado a los presupuestos muestran la distancia actual entre la formación liderada por Jordi Martí Galbis y el gobierno del PSC, que aún los busca para reconfigurar el 30% de la reserva de vivienda, dotar a la Guardia Urbana de pistolas Taser o endurecer la ordenanza de civismo. Pero con las políticas troncales –el conjunto de impuestos y los presupuestos– solo mira a las fuerzas del antiguo tripartito. “Al inicio del mandato, Collboni tenía que marcar perfil y entonces era crítico con Colau. Su discurso intentaba contentar a aquel votante moderado que había sido capaz de captar el 23M. Pero ahora, dos años después, con los Comuns sin liderazgo y ERC en retroceso, apelar a esta idea del tripartito le permite atraer el voto útil a la izquierda; es decir, recuperar votantes que en anteriores elecciones habían apostado por Colau”, observa en conversación con este diario el profesor lector de ciencia política en la Universidad de Barcelona Pau Vall.
El catedrático de ciencia política de la Universidad Autónoma de Barcelona Joan Botella también ve una primera etapa de mandato en la que Collboni intenta que el sector moderado –que también describe como “sector progresista-catalanista no revolucionario”– no se asuste y eche de menos a Xavier Trias. El profesor recuerda que el PSC desplaza a la fuerza más votada para llegar a la alcaldía y, por tanto, con los primeros meses “ha intentado demostrar que aquella operación no era oportunismo”. “Debía hacer ver al votante de Trias que no seguiría las políticas que no les gustan”, sentencia. Con Collboni se recupera la idea de los interiores de manzana por encima de las supermanzanas –el caso más mediático, el fin del urbanismo táctico de Pelai–, también se desmonta la obligatoriedad de ir a 30 km/h en entornos escolares fuera del horario lectivo y se acelera la reforma de la Rambla.

Ahora bien, atravesado el ecuador y con un contexto político nuevo, sin liderazgos fuertes en la oposición y la calle en otras historias, el alcalde aprovecha –en palabras de Botella– la “tranquilidad de medio mandato” para consolidarse también en la izquierda. “Los períodos postelectorales tienen mucha táctica, más que políticas pragmáticas. Después de las elecciones, ERC tenía un papel más visible y el objetivo era retener la Generalitat. Los Comuns, en cambio, que venían de gobernar Barcelona, debían manifestarse con más energía. Pero a medio mandato todo se tranquiliza y, viendo la línea de pactos que se ha seguido en otras administraciones, a Collboni casi no le queda más remedio que mirar a ERC y BComú”, resume el experto.
Pau Vall no ve un cambio de discurso deliberado de Collboni, sino un intento de adaptarse gradualmente a sus necesidades políticas. Superado el primer trámite, ya no es tan importante marcar perfil propio sino ejecutar, más cerca de nuevas elecciones, medidas nuevas. Es en este momento, apunta el experto, que los socialistas “han topado con la realidad”. “Para aprobar determinadas medidas, necesitas la única mayoría realista que hay, que es la mayoría de izquierdas. Por tanto, Collboni ha tenido que ir moderando los planteamientos iniciales, quizás un poco más maximalistas para marcar perfil”, concluye Vall.
Desempatar a la izquierda
A la espera de tener todos los candidatos del 2027 sobre la mesa –lo que podría cambiar la carrera electoral– los sondeos actuales hacen pensar en una victoria del PSC, que aspira a ganar las elecciones veinte años después. Más allá de la ansiada victoria, las próximas municipales también deben servir para desempatar a la izquierda. La distancia entre Collboni y Colau fue de solo 342 votos en 2023, nada comparado con los 125,000 votos que separaron a Jordi Hereu de ICV en la última victoria socialista en Barcelona.
La carrera electoral ya está en marcha, tal como se vislumbra en la última intervención de Collboni en un congreso del PSC Barcelona. Dirigiéndose a la militancia, Collboni avisaba que la negociación de los presupuestos sería “más difícil” que la de las ordenanzas fiscales, aprobadas con los votos de BComú y ERC. No lo ha conseguido y ha activado de nuevo la cuestión de confianza. Un aspecto, en todo caso, que no altera el camino electoral del PSC. “Lo consigamos o no, estamos en el camino de articular la mayoría progresista que existe en la ciudad de Barcelona”, expresó Collboni en el congreso. “Debemos coordinar una mayoría que ya existe; que aquello que es una realidad entre las entidades vecinales, sindicales y deportivas tenga su reflejo en el Ayuntamiento”, concluía la reflexión.

Pau Vall ve en estas apelaciones al votante progresista un interés por aglutinar el máximo de voto de la izquierda en el PSC. Por dos razones, la primera, más histórica: “Ser la fuerza más votada en un partido de izquierdas te garantiza prácticamente la alcaldía en Barcelona”, mantiene el experto de entrada. Pero, en segundo lugar, erigirse en el partido principal del sector conocido como progresista permitiría al PSC “romper el empate” que hay actualmente con los Comuns. “Aunque no ganara, es importante tener un margen de votos más grande que el de ahora. Si has de tener un gobierno en minoría con apoyos externos –como ahora– y quieres que sea estable, cuanto más distancia tengas con los demás, más capacidad de influencia. Es la manera de no depender tanto de un bloque importante de votos articulados en otros partidos”, apunta el analista.
En otras palabras, una victoria clara a la izquierda permitiría al PSC evitarse la confrontación constante con los Comuns. “BComú tiene capacidad para influir más sobre el gobierno que ERC, por número de concejales, y todavía aspira, en cierta manera, a intentar luchar con el PSC para ser la primera fuerza dentro del bloque progresista. Se les ha complicado un poco sin el rol de Ada Colau ni un liderazgo claro, pero, aun así, todavía juegan una estrategia más de confrontación, que demanda un poco más al PSC y a Collboni”, pone de ejemplo Vall.
Joan Botella se expresa con matices, en este aspecto. Ve la oposición de los Comuns “menos autoritaria” que la de ERC y avisa que los republicanos “están pasando por delante tácticamente”. Quién gana esta particular partida también es importante, en clave socialista. Sin grandes mayorías, que son ya cosa del pasado, el orden en que se articula la izquierda y sobre todo la distancia entre partidos se vislumbra clave en la gobernabilidad.
En todo caso, Botella cree que aún es pronto para saber si Collboni da por amortizada la lucha por el voto moderado, y estipula, en este sentido, diferentes aspectos electorales “que no dependen del PSC”. La hipotética irrupción de Aliança Catalana en Barcelona, la manera en que lo afronta Junts, o un gobierno del Estado en manos de Feijóo y la extrema derecha facilitarían, según el catedrático, un discurso más progresista del PSC. Una figura potente a su izquierda, en cambio, o incluso el resurgir mediático de Colau, llevaría a Collboni a los equilibrios discursivos una vez más.
