Durante la Guerra Civil Española, en Barcelona se construyeron más de 1.300 refugios antiaéreos. La capital catalana fue la primera ciudad en ser bombardeada durante un conflicto bélico desde el aire y la población se convirtió en el foco de los ataques de la aviación fascista y nazi. Los refugios sirvieron para intentar proteger a la ciudadanía de aquella masacre. El Museo de Historia de Barcelona ha creado una página web en la cual explica el momento histórico y muestra la situación de los refugios en la ciudad. Unos pocos, todos de titularidad municipal, se pueden visitar. Son el Refugi 307 (situado en el Poble-sec), los de la plaza del Diamante y de la Revolución (en la Vila de Gràcia) y el del casal de barrio la Torre de la Sagrera, abierto este 2025 y que se encontró por casualidad durante unas obras de reforma una década antes. También se puede entrar al refugio que hay en el Palau de les Heures, con permiso de la Fundación Bosch i Gimpera, dentro del campus de Mundet de la UB y que durante la Guerra Civil fue la residencia del presidente de la Generalitat, Lluís Companys.

Muchos de los refugios no se han conservado y han desaparecido por las obras de transformación que se han ejecutado en Barcelona y algunos otros están en propiedades privadas y no están abiertos al público. Es el caso del Refugi 525, una joya escondida en el corazón del barrio de Sant Andreu de Palomar, al cual se accede desde una tapa encajada en el suelo de un garaje de la calle de Ramon Batlle. Al refugio se baja por una escalera metálica muy estrecha, como si se tratara del alcantarillado de la ciudad. Tiene más de 100 metros y cuatro giros de 90%, el primero de los cuales «era para detener la onda expansiva de las bombas», explica uno de los propietarios del inmueble, Xavier de la Cruz, fotógrafo de profesión y consejero de Junts per Barcelona en el distrito de Sant Andreu, que compró la finca con su hermano, César.

«Un tubo antimetralla en el patio de la finca»
Fue hacia 2014 cuando los hermanos De la Cruz adquirieron la casa, pero los vendedores, la familia Torné, no les mencionaron la existencia del refugio hasta el día de la firma de la compraventa. «Tenían miedo de que nos echáramos atrás», menciona Xavier de la Cruz. Cuando entraron encontraron un tubo antimetralla en el patio de la finca, ahora ya retirado. La supervivencia del refugio, sin embargo, viene de los años 60, cuando los Torné derribaron las dos casas de la familia para hacer dos pisos de alquiler y ellos se quedaron los bajos.

El abuelo Torné, vinculado al mundo de la construcción, preservó el refugio, modificó la salida de emergencia y la dejó a ras de suelo, por donde ahora se entra. Torné mantuvo durante años casi en secreto la existencia del refugio. «Poca gente lo sabía», dice De la Cruz. No fue hasta 2015, cuando la casa ya había cambiado de manos, que se hizo público. En conversación con el TOT Barcelona, el propietario pide no mencionar la numeración exacta de la calle de Ramon Batlle, ya que es una propiedad privada y no se puede visitar.
El refugio está bastante bien conservado. Una vez superada la escalera metálica, hay las escaleras de la antigua salida de emergencia que aún conservan la barandilla de hierro. Construido con ladrillos -planos hasta media altura-, con bóveda catalana de tres estructuras, De la Cruz piensa que es obra del ingeniero Ramón Perera. «Tiene su diseño puro». Nombrado secretario técnico de la sección de planes y obras de la Junta de Defensa Pasiva de Catalunya en 1938, Perera intervino directamente en la construcción de muchos refugios en todo el territorio catalán y especialmente en Barcelona. De la Cruz también cree que en la construcción participaron mineros, por la calidad de la galería.

Podría ser de enero de 1938
En una de las paredes del Refugi 525 se puede leer «1 / 1938», que es la fecha en la cual se pudo excavar, y unas pocas letras en mayúscula de las cuales se desconoce el significado. En el interior se conservan muchos utensilios de la época, como cableado eléctrico, lámparas de aceite -por si se quedaban sin suministro eléctrico-, y ladrillos que sostenían los tablones donde se sentaba la gente. El refugio no está terminado. En la parte final aún quedan picos y palas de la construcción de hace casi 87 años. En este punto, se ven las marcas que los picos dejaban durante la excavación y la construcción de la bóveda catalana con tres estructuras de ladrillos.

La gran mayoría de los refugios barceloneses fueron construidos por la ciudadanía. El de la calle de Ramon Batlle no fue una excepción. De hecho, el acceso principal era en la misma calle, ahora tapiado. Desde la galería del refugio se ve el cierre que, según De la Cruz, hizo el anterior propietario de la finca. En este refugio cabían sentadas unas 30 personas y unas cincuenta de pie.
Un refugio en la plaza del Mercadal cerrado por su mal estado
Otro de los refugios destacados de Sant Andreu de Palomar era el 439, que se localizó durante la construcción del nuevo mercado de Sant Andreu, en la plaza del Mercadal. En 2022, el TOT se hizo eco de aquel hallazgo. Aunque se intentó recuperar y abrirlo a la ciudadanía, su mal estado hizo que el Ayuntamiento lo acabara descartando. Según explicó entonces el historiador Pau Vinyes, miembro del Centro de Estudios de Ignasi Iglésias, la infraestructura quedó muy dañada durante unas obras en el mercado la década de los ochenta. Este refugio era uno de los más grandes de Sant Andreu, ya que tenía capacidad para unas 4.300 personas, abarcaba todo el perímetro de la plaza del Mercadal y algunas calles adyacentes. Tenía nueve accesos.

