La pérdida de la Copa América, que no volverá a Barcelona, y la victoria de los vecinos de la Casa Orsola son dos hitos ya consolidados en la cronología de este mandato. Soplan vientos de cambio en el tejido vecinal, que se ha diversificado con plataformas sectoriales como No a la Copa América o el Sindicat de Llogateres, que han liderado –al menos, mediáticamente– estas dos luchas. El presidente de la Federación de Asociaciones de Vecinos de Barcelona (FAVB), Miquel Borràs, quien lleva apenas medio año en el cargo, admite que las entidades vecinales clásicas han perdido el “monopolio” de la calle, pero invita a todos a la lucha vecinal. “Mientras haya movilización social, nosotros contentos”, dice el activista. Borràs repasa en esta entrevista los primeros dos años de Jaume Collboni en la alcaldía y reprocha a su gobierno que haya «priorizado» a los gremios empresariales sobre las asociaciones vecinales.
Tiene un reto muy complicado de ahora en adelante, que es modernizar las asociaciones de vecinos.
Hay una cuestión generacional detrás, pero no solo generacional. Quien quiere estar en el día a día, quien consigue aguantar el ritmo de desgaste, no solo de la FAVB sino del conjunto de las asociaciones de vecinos, suele ser quien tiene más tiempo y eso genera una especie de “San Benito”: se entiende que las asociaciones de vecinos son como una unión de jubilados. Queremos empezar a cambiar esta idea, comenzando por la junta de la FAVB.
¿Las asociaciones de vecinos de cada barrio también deben hacer este proceso?
Debemos trabajar teniendo en cuenta que la gente voluntaria debe poder actuar con el tiempo que tiene. Internamente ya se han producido cambios y ahora hay que centrarse en nuestras asociaciones: apoyar a las que funcionan bien y ayudar a las que están en declive. Mucha gente dice “no encontramos a nadie que quiera ser presidente y no sabemos cómo relevar la junta”. Hay que darles herramientas y apoyo para que pueda haber un relevo.
¿Ha entrado en crisis el modelo clásico de asociación vecinal?
No creo que estén en crisis en el sentido de que ya no sean útiles, porque estamos aquí y es una buena fórmula.
Pero hay que sacudirlas.
El movimiento vecinal es muy transversal. Temáticamente, es diverso y no siempre encuentras gente a la que le interese o que tenga ganas de involucrarse en ciertos temas. En una asociación puedes encontrar de todo; cuestiones de educación, sanidad, movilidad, seguridad, urbanismo, vivienda, patrimonio… También temas que cuestan más arreglar porque no dependen de los vecinos, como la precariedad laboral o los conflictos sociales. Y eso, en un momento en que la extrema derecha se aprovecha de estas cosas, es un problema grave y hace necesaria nuestra labor.

En los últimos años han aparecido movimientos sectoriales muy fuertes: el Sindicat de Llogateres, la Plataforma No a la Copa América… ¿Las asociaciones clásicas han perdido el monopolio del activismo?
Sí. Antes la asociación de vecinos era casi el único espacio de activismo, ahora hay muchos movimientos especializados. La gente joven focaliza mucho más su acción en aspectos concretos y las asociaciones de vecinos somos más transversales. Creemos que las asociaciones clásicas son una buena organización, cuando alguien no sabe qué hacer con un tema, nos viene a preguntar. Pero, de todas formas, mientras haya movilización social, nosotros contentos.
¿Qué relación debe tener la FAVB con estos movimientos más sectoriales?
Es uno de los esfuerzos que hacemos. Las reticencias no son solo de los activistas clásicos hacia los movimientos jóvenes y especializados, también lo son a la inversa. Nosotros queremos que la gente sea activa donde se sienta más a gusto. No vemos ninguna barrera entre estar en una plataforma especializada y a la vez en una asociación de vecinos. De hecho, mucha gente está en ambas partes.
Hay voces de estos nuevos movimientos que critican que las asociaciones se han acercado demasiado a los partidos políticos. ¿Lo comparte?
El movimiento vecinal lleva más de 50 años y ha habido de todo. Ha habido partidos que han entrado en masa en las asociaciones, y al contrario, también hay quienes han captado a nuestra gente para colocarla en cargos. Relaciones con los partidos siempre hay, porque nos interesa convencerlos de que tenemos razón. Siempre hacemos reuniones, no solo con quien gobierna, sino con quien puede tener incidencia.
¿Cómo es la relación con el alcalde Jaume Collboni?
Ha sido difícil tener relación con el alcalde Collboni. La primera reunión con él como alcalde fue el pasado julio, cuando ya llevaba más de un año de mandato. Yo fui al acto de medio mandato, cuando exponía lo que había hecho, y todavía no había podido reunirme con él. Ahora parece que empieza a abrirnos las puertas, pero falta que los encuentros tengan más contenido. Durante el primer año y medio se ha reunido con todos los gremios y asociaciones empresariales, pero con nosotros no.
¿Por qué cree que ha priorizado el mundo empresarial?
No lo sé, porque históricamente era una tradición: entraba el alcalde y en uno o dos meses nos reuníamos. Esta vez no lo han querido hacer. Quizás, después de la época de Colau, el PSC ha querido acercar el Ayuntamiento a los gremios y sectores más empresariales. Es posible que sea una decisión política y que quieran escuchar más al sector empresarial que al vecinal. Desde fuera, la conclusión es esta, que ha priorizado los gremios empresariales sobre la FAVB. Ellos saben lo que hacen y qué deciden.

La FAVB ha sido muy crítica con la política de grandes eventos de Collboni.
No estamos en contra de los eventos en sí, pero sí de que se ponga la ciudad al servicio de intereses económicos particulares. Por ejemplo, el Parc Güell se ha cerrado para desfiles de moda cuando hace años que el vecindario pide mejoras de accesibilidad. O la Fórmula 1 en el Passeig de Gràcia: el Ayuntamiento dice que quiere reducir contaminación y luego organiza esto…
El ejecutivo defiende que la exhibición acercaba la Fórmula 1, que tiene precios elevadísimos, a la clase trabajadora.
Es un argumento cogido con pinzas. Si la Fórmula 1 quiere ser un deporte elitista, allá ellos. La administración pública no debe facilitar que amplíen su negocio, más si ellos no hacen ninguna estrategia para acercarse a las clases populares.
La FAVB también ha sido muy insistente con la regulación de las terrazas. ¿Quieren ustedes más inspecciones y que se reduzca el horario? ¿Son optimistas?
Optimistas no, pero hacemos el trabajo: recogemos firmas, hacemos alegaciones… El Ayuntamiento, sin embargo, ha permitido movimientos extraños, que una entidad privada [el Gremi de Restauració] presente una recogida de firmas en contra de nuestra campaña. Si hay un sistema de iniciativas ciudadanas, ¿por qué permite estos enfrentamientos? Ahora hay dos propuestas, la nuestra, más restrictiva, y la del Gremi, que quiere libertad total. El Ayuntamiento debe decidir ya, llevar una propuesta al Pleno y votarla.
La relación con el Gremi de Restauració no parece muy buena.
No, no lo es. El presidente del Gremi se dedica permanentemente a insultar y a denunciarnos, no argumenta. Se dedica a ponernos palos en las ruedas. En otros gremios hay gente más receptiva, aunque no siempre coincidimos, y hemos llegado a acuerdos. Tenemos reuniones periódicas con el gremio del ocio nocturno, de los espectáculos… A veces no estamos de acuerdo, pero al menos hay diálogo y negociación.
Otro gremio con intereses opuestos es el de los hoteles, que ha criticado la tasa turística. Collboni la ha incrementado y también ha anunciado que cerrará los pisos turísticos en 2028. Hay quien lo celebra y quien cree que se debe ser más ambicioso. ¿En qué lado está la FAVB?
Se debe ser ambicioso. El turismo no es el problema, todos somos turistas, el problema es la masificación. Nos parece bien que Collboni cierre los pisos turísticos, y pedimos que mantenga la palabra si sigue siendo el alcalde, porque está prometiendo cosas que escapan de este mandato. El otro aspecto es la vigilancia de los pisos ilegales. El vecindario debe poder denunciar cuando detecte uno. Y luego hay que mirar los alquileres de temporada: por ahí se han colado las inmobiliarias, que colocan a turistas. Y en clave estrictamente municipal, hay que repensar el modelo de promoción turística, que se está haciendo con dinero de la tasa.
El gobierno Collboni saca pecho de que ha climatizado las escuelas con dinero de la tasa turística.
Nos alegramos de que se mejoren las escuelas, pero este gasto debería salir del presupuesto ordinario del Ayuntamiento y de la Generalitat. No estamos en contra, solo faltaría, pero la tasa turística debe servir para compensar las molestias que provoca el turismo. Hay líneas de metro y de bus colapsadas, por ejemplo.

El turismo sigue siendo la tercera preocupación de los ciudadanos, según el barómetro; la vivienda es ahora la primera. ¿Le ha sorprendido la contundencia con la que el PSC ha defendido una flexibilización del 30%?
No estamos en contra de revisarlo, pero sí de la revisión que proponía el PSC. La propuesta que le ha hecho a Junts bloquea el potencial del 30% para frenar la especulación. Era una flexibilización para que la industria hiciera lo que ya hace. Si el PSC considera que hay que modificar la medida para frenar la especulación, encantados de hablarlo, pero lo que planteaba no iba por ahí. Una de las opciones es que el Ayuntamiento cobre una tasa compensatoria, pero debería buscarse la vida para construir, porque no hay espacio. De la otra forma, una parte de todas las operaciones privadas —también reformas grandes— va directamente a vivienda pública.
Collboni defiende que el 30% ha detenido las construcciones privadas y que hay que implicar al sector privado en la solución.
Si él encuentra la manera de que el sector privado participe, adelante, pero el sector privado no considera la vivienda un derecho básico. Sin regulaciones, solo pensarán en su beneficio. Y se necesita un parque público de vivienda potente, como pasa con la sanidad o la educación.
¿Qué cree que ha hecho bien Collboni en estos dos primeros años?
La campaña para frenar los pisos turísticos ilegales no sé qué resultados tendrá, pero adelante con ella, ayudaremos en todo lo que haga falta. También hay cambios de movilidad y en el transporte público que se han hecho bien. No estamos en contra de todo, pero en algunas cosas tienen prioridades diferentes. El Pla de Barris es muy interesante, pero no hay una conversación clara explicando qué quieren hacer con estas inversiones.
¿El gobierno no ha trabajado el Pla de Barris con las asociaciones vecinales?
Estamos de acuerdo en que falta inversión y nos alegramos de que haya un presupuesto importante, pero trabajémoslo juntos. El problema es que no han querido trabajarlo juntos. Las asociaciones deben poder decir la suya, aunque después el Ayuntamiento decida otra cosa. Pero escucha lo que dice la gente.
¿El presidente de la FAVB ha visto la película del 47?
[Ríe] ¡Sí!
¿Se ha sobredimensionado el efecto de la película o realmente ha servido para animar la lucha vecinal?
La película ha beneficiado al movimiento vecinal. Es un ejemplo de cómo se luchaba y es importante que llegue ese espíritu, que la gente no se limite a ir del trabajo a casa y de casa al trabajo. Además, ha llegado en un momento en que muchas asociaciones celebran aniversarios y memoria de todo lo que hicieron. Es impresionante ver cómo el vecindario ha intervenido y modificado la Barcelona actual.