El barrio de Sant Pere, Santa Caterina i la Ribera está de enhorabuena esta semana. Después de cuatro años cerrado, el centenario Mundial Bar ha reabierto de la mano del Grup Confiteria, una compañía con 27 establecimientos en toda la capital catalana que se ha especializado en reflotar locales históricos para evitar su desaparición. El negocio ubicado en el número 1 de la plaza de Sant Agustí Vell ha levantado la persiana con la intención de mantener la esencia de marisquería de barrio que lo convirtió en un emblemático y en una verdadera institución en esta zona de la capital catalana.

La trayectoria del bar se remonta a 1925, cuando abre de la mano de Miquel Tort Robiralta, el primer integrante de esta saga al frente del local. Desde los años treinta hasta bien entrados los sesenta, el negocio era el punto de encuentro de una peña de boxeo y uno de los espacios que frecuentaban personalidades del calibre de Gabriel García Márquez o grandes nombres de la política de izquierdas del momento como Antoni Gutiérrez Díaz o Santiago Carrillo.

Aquella primera etapa fueron los años dorados del establecimiento y los que forjaron la fama y el mito que durante décadas acompañó al Mundial. Se servían parrilladas de pescado y el trajín tanto en la barra como en las mesas de mármol y hierro era constante. Tal era la fascinación que generaba este local que el velatorio del abuelo Miquel, que se celebró en el bar, fue todo un acto multitudinario que reunió a tanta gente que no cabía por la puerta principal, según explican los testimonios que vivieron el momento.

El boxeo se quedó como un elemento distintivo del local, marcando la decoración del interior y como un vínculo con aquellos primeros años de trayectoria. Con el paso del tiempo, el negocio perdió parte de aquel magnetismo, pero aún a finales del siglo XX continuaba siendo un lugar conocido por su jaleo y los postres en bandeja que se servían. El bar seguiría todavía vinculado a los descendientes de la familia Tort durante unos cuantos años más, eso sí, cada vez más alejado de aquella esencia de marisquería de barrio de sus inicios. La trayectoria del Mundial terminó con su traspaso por parte de los nietos de aquella primera generación de la saga, una operación que no tuvo el éxito esperado y que precipitó el cierre del establecimiento en el año 2021, coincidiendo con la pandemia del coronavirus.

Una suerte de nuevos propietarios
El recuerdo de este establecimiento emblemático podría haber quedado reducido a cenizas. Como el local no está catalogado como parte del patrimonio protegido por el Ayuntamiento de Barcelona, los nuevos propietarios no estaban obligados legalmente a mantener la esencia del negocio. Sin embargo, el Mundial se topó con un grupo empresarial atípico. Los responsables no solo han optado por conservar el espíritu del bar, sino que lo han hecho con una atención al detalle extraordinaria y reconociendo el papel de los responsables históricos, que tienen una placa dedicada presidiendo el pasillo central del establecimiento.
