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Basha Changue (CUP): «Identifico en Colau miedo a que la institución se te coma»

Basharat es el nombre de la primera mezquita que se abrió en la península después de la reconquista en el siglo XV. Este templo -inaugurado en los ochenta y ubicado en el pueblo cordobés de Pedro Abad- da nombre a la candidata de la CUP a las elecciones municipales del 28M, Basha Changue. De madre cordobesa y padre guineano, este simbolismo con los orígenes familiares es una buena carta de presentación para una activista de calle forjada entre el Prat de Llobregat, Barcelona y Moià que procura mantenerse siempre con los pies en la tierra y que tiene muy presentes sus inicios en la lucha antirracista y afrofeminista. Changue tiene la difícil papeleta de recuperar la representación perdida de los anticapitalistas, que hace cuatro años que no pisan el consistorio de la capital catalana.

De tres a ningún regidor. ¿Qué le faltó a la CUP en las elecciones del 2019?

Hay una parte propia y una de contexto. Nosotros siempre tenemos un pie en la calle y el otro en la institución y a veces encontrar este equilibrio es complicado. Durante estos cuatro años hemos hecho mucha autocrítica y hemos trabajado para fortalecer los núcleos y los lazos con los movimientos sociales. El año 2019 se presentaban varias fuerzas como Primàries, que sacaron muchísimos votos a otras fuerzas independentistas, y esto también forma parte de la casuística de aquellos años.

¿El escenario es más propicio ahora que hace cuatro años?

Sí, durante estos cuatro años hemos podido ver qué ha pasado cuando la CUP no está. Este mandato hemos visto como todo el Pleno ha dado un giro hacia la derecha, aprobando políticas centradas sobre todo en el turismo y en la promoción de esta marca. Nosotros ponemos en el centro los intereses de las vecinas, que están totalmente en el otro extremo de los del capital. Por desgracia, el escenario es más propicio porque ahora más que nunca es evidente que tenemos que estar.

¿Qué habría podido frenar la CUP si hubiera tenido presencia en el consistorio?

Cosas como el pacto con el PSC. Considerar a los socialistas como una fuerza progresista con los discursos y políticas que defienden es contradictorio y esto no ha impedido esta alianza con los Comuns. La nueva bocana del Port, la Copa América, el Mobile… el viraje hacia la derecha es evidente.

El Mobile, la Copa América o el ISE son eventos impulsados bajo el mandato de Ada Colau. ¿Los Comuns están apuntalando esta marca Barcelona?

No solo lo apuntalan, es que la defienden con orgullo. Empezaron declarándose herederos del Maragallisme con esta proyección de la ciudad como elemento de consumo y como un escaparate para que los turistas vengan y se hagan muchas fotos. Todo esto mientras las vecinas cada vez pueden vivir menos en la ciudad porque los precios se disparan y los negocios de toda la vida desaparecen porque no pueden hacer frente a los gastos de los locales. La política se ha enfocado hacia fuera, hacia el titular y más desde una vertiente comercial que no de impacto real en la calidad de vida de las vecinas.

¿Consideran que este gobierno ha hecho políticas de derechas?

Hay un momento en el cual la situación de crisis es tan grave que no valen medias tintas. Nosotros creemos que ir a mínimos es una manera deshonesta de gobernar. Es totalmente incompatible hacer políticas de izquierdas y defender acontecimientos como la Copa América, que tienen este impacto ecológico y sobre la subida de precios. Por eso decimos que son de derechas, porque están pensadas para defender los intereses de los lobbies de la ciudad: el Consorcio de Turismo, Barcelona Global y el Gremio de Restauración. Ellos son los que marcan las políticas de la ciudad, independientemente del color que gobierne.

¿Y medidas como las supermanzanas?

Todo lo que implique sacarle espacio al vehículo privado para ganarlo para las vecinas es positivo. Las supermanzanas son una buena idea, pero se han desarrollado solo de una forma estética. No ha habido un control de los precios para evitar la gentrificación, no se ha planificado la movilidad para evitar aumentar el tráfico en las calles adyacentes y, sobre todo, no se ha hecho pensando en los barrios que más lo necesitan. Las medidas para pacificar se tienen que pensar para toda la ciudad y no solo para zonas específicas.

Basha Changue, candidata de la CUP a la alcaldía de Barcelona. foto: Jordi Play
Basha Changue: «La cosa no es Colau sí, Colau no. Es las vecinas o el capital» / Jordi Play

Esta campaña electoral parece especialmente polarizada en lo Colau sí, Colau no. Desde la CUP habéis rehusado hasta ahora entrar en esta guerra. ¿Por qué?

Creemos que desde una postura feminista es muy peligroso focalizar en una persona todos los males de la ciudad. Esto genera toda una serie de violencias que nosotros no podemos compartir, no podemos colaborar a generar violencia misógina gratuitamente. Además, la cosa no es Colau sí, Colau no. Es las vecinas o el capital. Las vecinas o los lobbies. La gente que vive en Barcelona o los que vienen a consumir en la ciudad. Estamos hablando de modelo y no de nombres ni de sillas. Para nosotros la dicotomía es con las vecinas o en contra, no hay punto medio.

Colau y usted comparten -salvando las distancias evidentes- unos inicios en el activismo de calle. ¿Cree que estos ocho años han hecho perder a la alcaldesa esta esencia de lucha social?

Sí. Mi experiencia dentro las instituciones es que, si no tienes una ancla muy fuerte y te mantienes en tus espacios de militancia, la dinámica de la institución te atropella. Tienes que tener muy claro donde están tus lealtades y tus orígenes y no traicionarlos nunca, porque la institución está hecha precisamente para proteger las estructuras del Estado y del statu quo. En mi caso, no he dejado de militar nunca en las organizaciones a las cuales pertenezco. La gente que pisa calle es la que te mantiene los pies en la tierra.

¿Colau ha traicionado los principios que la llevaron a la alcaldía?

No sé cuáles eran sus principios, no me atrevería a decir tanto. Pero, como militante, sí que puedo decir que identifico en el caso de la alcaldesa este miedo a que la institución se te coma.

Regidora de Moià, diputada del Parlament y ahora cabeza de lista en Barcelona. ¿Cómo afronta este nuevo reto?

Es un reto mayúsculo. Todos los casos en los cuales he sido escogida, mi voluntad personal o individual ha quedado un poco relegada a este compromiso colectivo, tanto como miembro de la comunidad afrodescendiente como con mi organización. Son compromisos que yo he adquirido con mis compañeras, porque hemos creído entre todas que mi bagaje y mi experiencia podían ser útiles para el proyecto colectivo.

Las encuestas sitúan a la CUP al límite de entrar al consistorio, pero si lo hace podría tener un papel decisivo para decantar la alcaldía. ¿Asumen este rol?

Sí, nos gusta pensar que tendremos esta capacidad de decisión porque esto querrá decir que hemos entrado. Todo depende siempre del contexto. En la CUP vamos paso a paso e intentamos no hacer especulaciones de escenarios, pero tenemos ganas de poder tomar decisiones.

No quieren hacer especulaciones, pero todo hace prever que no habrá mayorías absolutas y que habrá que pactar. ¿La CUP se ve capaz de entrar en un pacto de gobierno?

Depende. Siempre decimos que no es quien, sino el qué. Todo aquello que comulgue con nuestro modelo de ciudad y proyecto político será un buen punto de partida para tener estas conversaciones. El resto de grupos están más preocupados por este tipo de pactos que por el modelo de ciudad: Xavier Trias con un programa donde parece que solo quiera echar a la alcaldesa; Jaume Collboni haciendo ver que no ha estado en el gobierno; Ernest Maragall más preocupado por apuntalar el gobierno del Estado utilizando Barcelona como moneda de cambio para calmar el conflicto nacional; y unos Comuns que se han ido alejando cada vez más de los vecinos.

Basha Changue en uno de los actos de esta campaña electoral / CUP
Basha Changue: «Quedarnos fuera del Ayuntamiento es nuestro plan Z» / CUP

Con este contexto parece inviable un tripartito de fuerzas independentistas en el Ayuntamiento.

Es difícil. Trias no nos lo está poniendo nada fácil y su candidatura ha desestimado completamente el vertiente independentista. Con el discurso que están haciendo, no serían precisamente un ejemplo de fuerza independentista.

No quieren hablar de pactos, pero, ¿tienen líneas rojas?

Evidentemente, todo el banquillo derecho. Con la extrema derecha, las discrepancias son demasiado profundas para plantearnos nada más que no sea confrontarlos y defender los derechos de la población.

Algunas encuestas apuntan a la entrada de Vox.

Tenemos otras experiencias previas de como confrontar la extrema derecha desde las instituciones. No hay fórmulas mágicas. A veces confrontar significa darles una visibilidad que no tienen y algunas veces conviene desmontar discursos falsos o demagogos, que criminalizan ciertos perfiles de la población. Nosotros vemos muy claramente la relación que hay entre la divulgación del discurso de odio y el aumento de las violencias racistas, LGTBIfòbicas y misóginas. Por lo tanto, es muy importante que desde las instituciones haya este consenso para vetar este tipo de discursos. Aquí estamos hablando de Vox, Valents, Ciutadans… Atacamos los discursos más que a los grupos políticos que los promulgan.

Uno de los caballos de batalla de la derecha es la seguridad. En una intervención el pasado abril, Colau denunció que los «discursos catastrofistas» estaban enmascarando los datos reales. ¿Está de acuerdo?

La percepción de inseguridad en la ciudad es un discurso interesado y fabricado que lo que hace es poner una alfombra roja a la militarización de las calles. Nuestra apuesta por la seguridad es garantizar los mínimos de vida digna para que nadie se tenga que encontrar en la situación de tener que delinquir para poder subsistir. Cuando nosotros estamos defendiendo más policía en las calles, lo que estamos diciendo es que pasamos totalmente de cuidarnos entre todos de forma colectiva y comunitaria y esta no es la solución.

Uno de los grandes quebraderos de cabeza del mandato ha sido la limpieza. Ustedes apuestan por la municipalización del servicio. ¿Es viable a corto plazo o es una utopía?

La cuestión con la municipalización del servicio de limpieza no es tanto municipalizarlo mañana, sino hacer pasos para avanzar hacia este modelo. Gestionando el servicio directamente siempre tendrás más herramientas para velar por unas condiciones laborales dignas para las trabajadoras. También se tiene que hablar del papel de las vecinas en esta sensación de suciedad de la ciudad. No se trata de tener más papeleras ni más personas limpiando el suelo más a menudo, sino de que todas entendamos que el espacio público es de todos. Si un espacio público te lo sientes tuyo, como si fuera tu casa, lo cuidas del mismo modo.

Usted ha explicado que tuvo que marcharse de Barcelona porque no podía asumir el alquiler que le pedían. Hace dos años que volvió. ¿La ciudad va en el camino correcto en materia de vivienda?

Las medidas van en buen camino, pero tímidas. El consistorio ha aumentado el parque público, pero es una medida de mínimos. En términos de vivienda, no hemos llegado al límite del marco normativo. Las multas que se han puesto y las querellas que ha recibido el Ayuntamiento son una buena vía que se tiene que explorar más y donde se tienen que usar todas las herramientas que tengamos al alcance. No se trata solo de generar más pisos o aumentar la ocupación, sino de que la gente que ya tiene un techo lo pueda mantener, que los pisos que se hagan lleguen a las personas que más lo necesitan y que los recursos estén bien orientados a paliar las necesidades de los vecinos.

Un caso reciente es el de los pisos turísticos de la calle de Tarragona. ¿El Ayuntamiento tiene todas las herramientas para poder parar situaciones como estas?

Evidentemente que hay limitaciones institucionales, pero no podemos olvidar que la coalición que gobierna en Barcelona es la misma que lo hace en el Estado. En el caso de la calle de Tarragona se aprovecharon de un vacío legal, pero hay una ordenanza incluida en el Plan Especial Urbanístico para Alojamientos Turísticos (PEUAT) que podría frenar esto y que no está desarrollada. Aquí no se salva nadie porque la Generalitat tampoco ha hecho los deberes. Por eso echar pelotas fuera no tiene mucho sentido.

Después de cuatro años fuera, ¿qué supondría volver a quedarse sin representación en el Ayuntamiento?

Es verdad que es una opción que existe, pero estamos trabajando muchísimo para que sea nuestro plan Z. Quedarnos fuera en 2019 fue un descalabro para la organización. Esto es así. En este caso, evidentemente, lo volvería a ser. Pero, estamos trabajando con fuerza para que no sea un escenario plausible.

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